Debido a su aislamiento, la Ilha Grande sirvió de cárcel y leprosería. Esto le permitió librarse del desarrollo urbanístico, y sus laderas selváticas y playas se cuentan entre las mejor conservadas de Brasil. Los días se pasan de camino por el bosque tropical atlántico, de buceo en el mar de color aguamarina y entre cascadas. La ausencia de vehículos motorizados garantiza un lugar limpio, todo un paraíso para los amantes de la naturaleza. Además, es fácil ir y volver en el día desde Rio.
Ilha Grande
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