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Este delicioso y espeluznante pueblo fantasma, uno de los más antiguos y mejor conservados del país, permite imaginar la vida antes del auge del petróleo. Fundado en el s. XIV, sus habitantes vivían, sobre todo, de la pesca y las perlas, hasta que en 1968, de repente, recogieron sus bártulos y lo abandonaron. Pasear por este conjunto de casas de piedra coralina, torres captadoras de viento, mezquitas, escuelas y tiendas es más pintoresco al ponerse el sol.