La cultura en Filipinas

Gastronomía de Filipinas

Kain na tayo’ (“Comamos”) es la invitación a un ágape, y quien viaje por el país no dejará de oírla una y otra vez. La frase revela dos rasgos esenciales de los filipinos: que son hospitalarios y que les encanta comer. Las tradiciones gastronómicas locales son una mezcla de influencias indígenas, españolas, estadounidenses y asiáticas. Híbridas y cambiantes, reflejan la singular historia del país y su variada geografía.

Experiencias culinarias

Los filipinos están siempre comiendo. Como no les basta con tres comidas al día, añaden dos meriendas. Estas no tienen por qué ser ligeras, la de la tarde puede incluir cosas como bihon (palitos de arroz fritos) o goto (una densa sopa de arroz) más bibing-ka (dulces de harina de arroz cubiertos de queso).

La comida filipina no tiene mucha reputación ni en Occidente, donde escasean los restaurantes filipinos, ni en Asia, donde la consideran poco imaginativa y refinada. Esto deja perplejos a los filipinos, convencidos de que lo mejor del mundo es su reconfortante comida casera. Lo cierto es que la cocina pinoy (filipina) ni es tan mala como dicen, ni tan buena como los filipinos quieren hacer creer. Pero sobre gustos no hay nada escrito.

Eso sí, suele tacharse de demasiado pesada, demasiado salada y, sobre todo, demasiado dulce. Se echa azúcar en abundancia a todo, sean las hamburguesas del Jollibee o la versión local de la comida tailandesa. Pero si se sabe qué pedir o se va a un buen restaurante, hay un sinfín de exquisiteces que satisfarán al paladar más exigente.

Hay influencias de EE UU (hamburguesas, comida rápida); chinas (pansit, lumpia, todo lo que lleve soja, salteados); mexicanas (tamales); y españolas (bringhe, una especie de paella muy ligada a Pampanga; adobos, cualquier plato salteado con ajo, tomate y cebolla, flanes, sofritos y especialidades de celebraciones).

Entretanto, en Filipinas una nueva generación de chefs, restauradores y granjeros está creando su propia clientela de sibaritas.

Manjares

Antonio’s Merece la pena ir de Manila a Tagaytay para probar el mejor restaurante del país.

Van Gogh is Bipolar El restaurante más estrafalario de Manila sirve platos que levantan el ánimo.

Kalui Marisco delicioso en un entorno colorido en Puerto Princesa, capital de Palawan.

Cafe by the Ruins Dua Especialidades exóticas en la región de La Cordillera, en el norte de Luzón.

Lab-as Seafood Restaurant Estaanimada colonia culinaria de Dumaguete sirve un pescado exquisito, entre otros.

Angelina Comida italiana bien elaborada en una remota playa de las Bisayas.

Pequeños placeres

  • El ecléctico postre halo-halo se traduce muy adecuadamente como “mezcla-mezcla”.
  • Se celebran concursos de comer camaro (grillos topo fritos con sal, vinagre y salsa de soja) en Pampanga, donde son un plato tradicional.
  • Las frutas tropicales exóticas como los durianes, mangostanes, rambutanes, yacas y los ojos de dragón se venden en puestos y mercados callejeros.
  • El bulalo es una sopa de ternera y tuétanos, y el tawili, un pescadito que solo habita en el lago Taal. Ambos son tentempiés muy populares en la provincia de Batangas.
  • El sisig, carrillera de cerdo asada en dados, es una sabrosa tapa típica en los bares. El bopis, pulmones troceados y fritos, es bastante parecido.

Para valientes

  • El balút (conocido como “huevo con patas”) es un huevo de pato con embrión cocido, uno de los tentempiés filipinos más exóticos.
  • Los habitantes de algunas provincias cocinan cualquier cosa adobada: rata, gato, murciélago, grillo y bayawak (varano).
  • El aso o asusena (carne de perro) es popular en La Cordillera, al norte de Luzón (al igual que la sopa de criadillas de toro).
  • Lo mejor para reunir el valor para probar estas delicias locales es tomar unos chupitos de lambanog (vino de palma sin destilar).

Platos y especialidades

Si hubiera un plato nacional, sería sin duda el adobo (cerdo, pollo o casi cualquier otra carne adobada en vinagre y ajo); bien hecho es una delicia, pero puede resultar muy salado y grasiento si se hace mal.

Otros platos que se encontrarán son asombrosa regularidad son el sinigáng (carne, pescado o marisco en una sopa un tanto agria sazonada con tamarindo), kare-kare (estofado de rabo de buey y verdura en salsa de cacahuete), crispy pata (codillo de cerdo frito) y pansit (fideos salteados). Por doquier hay sitios de ihaw-ihaw que sirven inahaw (carne o pescado a la parrilla. El lechón (cochinillo asado) no puede faltar en las celebraciones. Son tentempiés habituales los lumpia (rollitos de primavera, normalmente vegetarianos) y el riquísimo kinilaw (cebiche a la filipina).

Y está además el consabido desayuno filipino: arroz (preferiblemente al ajo) con un huevo frito encima, acompañado de tapa (tiras de carne salada), tocino, bangus (sabalote) o longganisa (longaniza). Como postre hay que probar el halo-halo, un vaso lleno de fruta en conserva, maíz dulce, coco tierno y variadas delicias tropicales con hielo picado encima, un poco de flan y una bola de helado.

Especialidades regionales

No sorprende que sean tan variadas en un país con semejante variedad geográfica, etnográfica y cultural. Hasta platos básicos como la longganisa, el lechón e incluso el balút se hacen de maneras diferentes. De las cocinas regionales, la picante comida bicolana es seguramente la que más gusta a los paladares occidentales, mientras que para los filipinos la provincia de Pampanga (centro de Luzón) es la capital gastronómica del país.

Bícol

La cocina bicolana emplea muchas variedades de sili (guindillas picantes) y gata (leche de coco); todo lo cocinado en gata se llama ginataán. Quizá lo más conocido sea el Bícol exprés, picante mezcolanza de cerdo picado, gambas, cebolla, ajo y especias cocida en leche de coco. En la calle hay puestos de pinangat, picadillo de pescado, gambas y/o cerdo envuelto en hojas de gabi (malanga). Otro favorito es la candingga, dados de hígado de cerdo y zanahoria endulzados y cocinados en vinagre. Estos platos y otros suelen llevar como guarnición natong o laing, verdura de hoja picada servida aparte. Y en cuanto a postres, las supuestamente afrodisíacas nueces pili aparecen en galletas, mazapanes, pasteles y helados.

Ilocos

Para algunos, la cocina ilocana es el sueño de los vegetarianos. Su versión del pinakbét, con berenjena, tomate, quingombó y ampalaya (melón amargo) cocinados en capas cual lasaña vegetal, es seguramente la más conocida en el país. Su versión de la pasta de pescado se llama bagoong, y a veces los platos se sazonan con bilis de cabra o cerdo.

Batanes

Si se llega a estas islas del extremo norte, hay que probar sin falta las albóndigas uved, inusitadamente ricas dados los ingredientes (banana con carne picada y sangre de cerdo), y los vunes, con aspecto de un amasijo marrón, son raíces de malanga picadas y guisadas con ajo.

La Cordillera

Más que una recomendación, un aviso: aquí todo se come. Aunque algunos tendrán curiosidad por comer pitón, sapos y carne de perro.

Mindanao

La zona de Cagayán de Oro, en el sur de Mindanao, es famosa por su kinilaw sazonado con tabon tabon, una fruta autóctona. Los sibaritas de esta ciudad afirman que su lechón baboy (asado), relleno de hierba limón y otras hierbas y especias, es el mejor. En Zamboanga, el adobo se hace con crema de coco y el bulad (pescado seco), popular en todo el país, se prepara de muchas más maneras distintas en Mindanao.

Negros

El inasal, pollo a la parrilla o asado, marinado con citronela, anchiote (especia picante), calamansi (cítrico) y ajo, se ha convertido en algo parecido a un plato nacional, muy ligado a Bacolod.

Pampanga

Los platos son a menudo dulces y se cocinan en azúcar fermentado, mientras que el marisco suele fermentarse en salsa de arroz. El pinaupong manok, pollo al vapor relleno de hortalizas, es una especialidad de Pampanga que gusta mucho en todo el país.

Cómo comer y beber

Hábitos y costumbres

  • Una comida, siempre que no sea una celebración, es algo bastante informal en Filipinas, aunque puede adoptar la pose de una cena formal a la occidental en casa de la gente más pudiente.
  • El arroz cocido es la base de toda comida.
  • Todos los platos suelen servirse al estilo familiar en grandes fuentes en medio de la mesa.
  • Es muy normal que ofrezcan como condimento zumo de calamansi mezclado con salsa de soja.
  • Los filipinos suelen comer con tenedor y cuchara (esta sirve de cuchillo), y con servilletas muy finas y pequeñas; a muchos extranjeros les cuesta acostumbrarse a ambas cosas.
  • For a while” (“Por un tiempo”): expresión empleada en todos los contextos, aunque en los restaurantes puede significar que servirán en unos minutos… u horas.
  • Las cartas, sobre todo en restaurantes informales o zonas rurales, son una cosa teórica, no real. No es raro que no puedan servir un buen número de sus platos.

Dónde comer y beber

Aunque a los filipinos les encanta comer fuera, casi nunca hace falta reservar. Conviene hacerlo en los restaurantes de moda de Manila y en alguno de Cebú.

  • Turu-Turò’ Literalmente “señala-señala”, es un sitio básico.
  • Restaurantes Tanto Manila como las urbes grandes ofrecen decenas locales e internacionales. Los mejores están en los alrededores de los centros comerciales.
  • Cafés Cada vez hay más cafeterías de cadenas internacionales y filipinas. A ellas acuden oficinistas en busca de café y tentempiés.
  • Zonas de restauración Son muy populares en Manila y se están poniendo de moda en las provincias.
  • Mercados Hay por todas partes. Son idóneos para quien busque bufés económicos y probar especialidades regionales.
  • Comida rápida Es fácil de encontrar.
  • ‘Pubs’ y bares Frecuentes en urbes y complejos costeros.

La vida nocturna de las zonas más rurales suele resumirse en karaokes.

Entender el menú

Los nombres de los platos suelen indicar su forma de preparación. Así, vale la pena recordar que adobo significa eso, adobo en vinagre y ajo; sinigáng, sopa agria; ginataán, cocinado en leche de coco; kilawin o kinilaw, pescado o marisco crudo en vinagre; pangat, que lleva tomates en un caldo; e inahaw, carne o pescado a la parrilla (los ihaw-ihaw son los sitios especializados en parrillas). “Picante” se dice maangháng.

Bebidas

Bebidas con alcohol

  • San Miguel (30 PHP aprox.) tiene prácticamente el monopolio del mercado local cervecero, aunque hay otras marcas internacionales. La Red Horse (7º) es una de sus cervezas extrafuerte.
  • Las cervecerías artesanales se están poniendo de moda en Manila y otras zonas turísticas.
  • El ron Tanduay es uno de los mejores licores nacionales; se vende en tiendas como 7-Eleven.
  • Una de las bebidas rurales es el basi, vino dulce de caña de azúcar tipo oporto y la tuba, un licor suave destilado de la savia del cocotero.

Bebidas sin alcohol

  • La calidad del agua del grifo varía enormemente. Lo mejor es llevar una botella y rellenarla de agua purificada en los restaurantes. Es fácil dar con refrescos carbonatados y zumos de frutas; dicen que para no deshidratarse es bueno el zumo de buko, de coco tierno con traslúcidos trocitos de pulpa flotando.
  • Tanto en Manila como en las zonas turísticas hay café molido y expreso correctos, pero el más consumido por los lugareños es el soluble.
  • La popular y pequeña lima local llamada calamansi o kalamansi se emplea para hacer un agradable refresco, además de para dar sabor al té negro.

 

Estilos de vida en Filipinas

Los filipinos tienen una alegría de vivir sin parangón. El vehículo nacional, el ‘yipni’, es una buena metáfora del país. Está lleno de color, cargado de iconos religiosos y decorado con mensajes optimistas; el ‘yipni’ parece presumir de ser un trozo de chatarra rodante. Los ciudadanos filipinos afrontan los reveses del destino riendo y guiñando el ojo. Pase lo que pase… que así sea.

La sociedad filipina

El fatalismo de los filipinos tiene nombre: bahala na, una frase que expresa la idea de que todo ha de pasar y que, mientras tanto, la vida está para vivirla. La expresión bahala na ayuda a modelar este carácter despreocupado y acogedor de los filipinos, además de su tolerancia. Viajeros de cualquier raza, credo y orientación sexual son recibidos con la máxima calidez y cortesía.

La familia y la religión son los dos pilares de la sociedad filipina. La familia cercana se extiende a primos lejanos, múltiples padrinos y la barkada (grupo de amigos). A todos los miembros de la familia y a los amigos cercanos se les dedica la mayor lealtad, y el respeto por los mayores es esencial.

Las familias filipinas tienden a ser extensas, especialmente las pobres. No es infrecuente que una familia de 12 miembros viva en un apartamento diminuto, en una chabola o en una cabaña de nipa. En consecuencia, los filipinos no le dan tanta importancia al espacio personal como los occidentales. Al visitar un resort, los occidentales suelen sorprenderse (o quedar directamente petrificados) al ver a una familia de 10 personas instalándose en la habitación contigua, con sus mascotas, una máquina de videoke y todos los útiles de cocina.

La unidad política más básica que definía la estructura social en los tiempos precoloniales, el barangay, no era más que una extensión de la unidad familiar. La idea de trabajar juntos para el bien común, prácticamente en el ámbito nacional, sigue viva en el barangay, donde se conoce como bayanihan. Originalmente, el barangay era una entidad rural; actualmente sigue siendo relevante en los barrios marginales urbanos, donde un buen espíritu de cooperación es esencial para la supervivencia.

Otro aspecto destacado de la sociedad filipina es el número de trabajadores en el extranjero. En todo momento hay más de un millón de filipinos trabajando fuera del país; en total, envían a casa miles de millones de dólares. Sobre todo hay enfermeras en Canadá, trabajadores de la construcción en Catar, artistas en Japón y profesionales de la limpieza en Singapur. El trabajador en el extranjero se ha convertido en un héroe nacional.

Fe y superstición

Más del 80% de los filipinos son católicos. Aunque la Constitución filipina recoge la separación de Iglesia y Estado, la Iglesia católica influye profundamente en la política local y nacional. Una indirecta sutil de la Iglesia puede inclinar la balanza y hacer ganar hasta millones de votantes en unas elecciones a alcalde, congresista o presidente.

Pero, para disgusto de la Iglesia católica, los filipinos son también muy supersticiosos, esto es, tienen otras creencias no incluidas en el canon vaticano. En las zonas urbanas, los curanderos, los videntes, los adivinos, los chamanes tribales, los libros de autoayuda y los cruzados evangelistas pueden ayudar a combatir el infortunio. En las áreas rurales, las cuevas y los bosques están habitados por espíritus, fantasmas y aswangs que se comen a los niños nonatos.

Grupos étnicos en Filipinas

Etnológicamente, la inmensa mayoría de los filipinos está relacionada con los malayos y los indonesios; además, hay mucha influencia china, además de genes españoles y estadounidenses. Hay unos 100 grupos culturales minoritarios en Filipinas, dependiendo de la definición que se use, y en el archipiélago se hablan unos 170 idiomas y dialectos. En general, las minorías étnicas pueden dividirse en tres grupos borrosos: los negrito, los igorot y los manobo.

Negrito

A menudo se los conoce como los aborígenes de Filipinas. El grupo negrito está representado por los pueblos aeta, ati, eta, ita y dumagat. Se calcula que actualmente solo quedan entre 30 000 y 35 000. Suelen ser la etnia filipina más discriminada racialmente. Los negrito viven mayoritariamente en condiciones extremadamente pobres en la franja costera del norte de Luzón y en las montañas de Mindoro, Negros, Sámar, Leyte y Panay, donde se dice que los festivos ati iniciaron los actuales festivales de Ati-Atihan en Kalibo y pueblos circundantes.

Igorot

La región de La Cordillera, en Luzón, es hogar de las tribus de las montañas conocidas colectivamente como igorot. Incluyen a los apayao (o isneg), kalinga, ifugao, benguet, bontoc y tingguian (o itneg). Aunque suele decirse que estos grupos no se ven afectados por la influencia externa, muchas tradiciones de los igorot fueron suprimidas primero por los españoles y luego por los estadounidenses. Sin embargo, conservan ciertos rituales, formas de vestir y creencias, y en algunos pueblos todavía se vive como antaño, cuidando de los arrozales en terrazas y viviendo de la tierra.

Manobo

El término manobo se utiliza para describir a los principales grupos indígenas de Mindanao. De ellos, cinco se consideran musulmanes: los badjao, maguindanao, maranao (o maranaw), tausag (o tausug) y samal. Los animistas badjao son los menos islamizados, y se conocen como los gitanos del mar de Joló. El más grande de los grupos musulmanes es el de los maguindanao; son famosos por sus habilidades como músicos y tejedores. Los maranao son los propietarios tradicionales del lago Lanao, y se cuentan entre los artesanos más hábiles de Filipinas. Los tausag fueron los primeros en convertirse al islam en el s. XV, y por lo tanto fueron la clase dominante del sultanato de Joló. Los samal son el grupo musulmán más pobre, al haber sido históricamente los súbditos leales de las dinastías tausag. Los principales grupos indígenas no musulmanes de Mindanao son los bukidnon, bagobo, mandaya y mansaka.

Artes en Filipinas

Música

Los filipinos son célebres por sus omnipresentes bandas de versiones y por su pasión por el karaoke, el j-pop, el k-pop y el pop estadounidense, pero no necesitan imitar a nadie para demostrar su talento musical innato.

El género kundiman, que data de finales del s. XIX, con sus temas agridulces de amor, destino y muerte, sigue siendo una de las expresiones musicales más populares en Filipinas. Los instrumentos tradicionales utilizados en el kundiman incluyen el kudyapi (un laúd fascinantemente melódico), y el kulintang (una hilera de pequeños gongs montados sobre un langkungan, una plataforma resonante).

El rock filipino, conocido como ‘OPM’ (Original Pinoy Music), vivió su apogeo en los años setenta, cuando las listas estaban dominadas por bandas de blues-rock como la Juan de la Cruz Band, Anakbayan o Maria Cafra. Tenían un sonido y un aspecto occidental, con pelo largo, bandanas y grandes riffs de guitarra eléctrica. Se dice que la Juan de la Cruz Band fueron los creadores del pinoy rock al introducir letras en tagalo, algo inaudito en una gran banda. De esos orígenes humildes aparecieron Eraserheads, el primer éxito internacional modesto del país. Esta banda de cuatro miembros, conocida como los Beatles filipinos, se hizo famosa a principios de los noventa con su rock alternativo, sus guitarras potentes y sus letras sobre las luchas diarias de los filipinos.

A partir de aquí surgieron otros estilos. Uno exclusivamente filipino es el tunog kalye (“música de calle”), con letras en jerga sobre experiencias cotidianas de alcohol, drogas, corrupción y amor no correspondido. En la década de 2000, tres bandas dominaron la escena del OPM, con letras en inglés y tagalo. La diva Kitchie Nadal, entre dulce y arisca, que sigue haciendo giras internacionales. La banda homónima liderada por el cantante Bamboo se hizo famosa con una atractiva mezcla de diatribas políticas y baladas garage rock. En tercer lugar están los agradables Rivermaya, antiguamente liderados por Bamboo, que causaron un leve impacto internacional con su éxito del 2005 “You’ll Be Safe Here”.

Se pueden ver estrellas emergentes o consolidadas del OPM tocando en el 12 Monkeys Music Hall & Pub de Ortigas; entre ellos, destaca Ransom Collective (que hacen un folk-rock tipo Mumford & Sons), o la vocalista melódica Jireh Calo. Aquí también tocan músicos veteranos como Joey Generoso (antiguamente de Side A) o Southborder.

Mucha gente preferiría que le extrajeran una muela sin anestesia que pasarse una noche escuchando aficionados borrachos versionando a Celine Dion y Julio Iglesias. Pero cuando los filipinos quieren relajarse, a menudo lo hacen con el karaoke (o videoke, como se lo conoce por todo el país).

Los filipinos no tienen vergüenza a la hora de cantar a voz en grito, sea donde sea, solos o en compañía. Lo hacen sin doble intención, de modo que criticar o reírse de la actuación de alguien es un gran tabú que puede incluso generar violencia.

Arquitectura

Mucho antes de la llegada de los españoles, la arquitectura filipina estaba definida por las sencillas y utilitaristas cabañas de palma de nipa. Las más básicas están hechas de madera y bambú, con el techo de ramas de dicha palmera. Son frescas y aireadas cuando hace calor y son fáciles de reparar si las daña un tifón.

Los españoles trajeron nuevas formas de arquitectura, como la bahay na bato (casa de piedra) o las iglesias de estilo tardobarroco, recargadas y sólidas. Pero el diseño básico de la cabaña de nipa se ha conservado. En el s. XIX, los filipinos pudientes construían residencias híbridas que combinaban estilo español y asiático. Estas construcciones complejas, distinguibles por sus ventanas de cápiz y un salón enorme en la planta superior, siguen siendo los edificios más elegantes y característicos de Filipinas.

El libro Balay Ukit: Tropical Architecture in Pre-WWII filipino Houses, de Maria Virginia Yap Morales, explora los edificios de finales del s. XIX y principios del s. XX que cuentan con este estilo híbrido. La inmensa mayoría de estos edificios ha sido destruida o abandonada, sustituida por la construcción más rápida y barata con cemento. Las ciudades coloniales españolas de Vigan (Luzón) y Silay (Negros) son los mejores lugares para ver estas casas, aunque a veces se encuentran buenos ejemplos en los barangays más remotos.

En los años setenta, Imelda Marcos contribuyó a la introducción de otro estilo híbrido que utilizaba materiales indígenas de un modo suntuoso; el Coconut Palace de Manila es un buen ejemplo de ello. En la actualidad (especialmente en las ciudades dormitorio de Manila) predomina la estética impersonal de los rascacielos internacionales.

Teatro

El teatro filipino ha evolucionado mucho desde los cánticos maratonianos y las leyendas épicas como el hudhud de los ifugao (reconocido por la Unesco), que se cantaba en los arrozales alrededor de Kiangan (al norte de Luzón) para aliviar el aburrimiento durante la siembra y la cosecha. En el s. XVII, los españoles introdujeron los sinakulos (obras que conmemoraban la Pasión de Cristo) para convertir a los lugareños. Otras formas de teatro eran los moro-moro, donde se glorificaba la lucha de los cristianos contra los musulmanes en el s. XIX, o la zarzuela, que se utilizaba para protestar contra la ocupación estadounidense a principios del s. XX.

Cuando llegaron los norteamericanos, el inglés se convirtió en el idioma oficial de la escena teatral del país. En 1951, el periodista, novelista y dramaturgo Nick Joaquín escribió su obra más célebre: Portrait of a Young Artist as a Filipino. Otros dramaturgos destacados del s. XX fueron Rolando Tinio (cuyas adaptaciones filipinas de clásicos en inglés como las tragedias de Shakespeare siguen siendo incomparables en su campo), o René Villanueva (célebre por sus libros infantiles, pero también muy bien considerado como autor teatral).

Los dramaturgos contemporáneos fusionan la tradición con las problemáticas cotidianas. La Philippine Educational Theater Association (PETA; www.petatheater.com), que celebró su 50 aniversario en el 2017, produce obras que combinan sátira social con un estilo transgresor. Tiene un excelente programa de desarrollo para dramaturgos emergentes.

Pintura y escultura

La forma de arte más reconocible de Filipinas es centenaria, aunque de hecho no fue concebida como obra de arte. Se trata de las bulol, unas figuras sagradas talladas en madera por los ifugao, que durante siglos se han utilizado para proteger los arrozales. Raramente se registraban los nombres de los autores, pero los ancianos ifugao a veces pueden identificar al escultor de bulol originales basándose en el estilo de la estatua. En las tiendas de recuerdos de todo el país se encuentran reproducciones de ellas.

Un buen ejemplo de escultura filipina moderna es la obra maestra neoclásica de Guillermo Tolentino en la ciudad de Caloocan, el resplandeciente monumento en honor al héroe revolucionario Andrés Bonifacio. El artista Kublai Millan, de Dávao, prolífico en prácticamente todos los formatos, ha instalado esculturas que representan a varios grupos étnicos y religiosos de Mindanao en numerosas ciudades de la isla. Los más visibles son los durian gigantescos en el aeropuerto internacional de Dávao y el gran águila y los niños bagobo en el parque del Pueblo de la misma ciudad. El viajero también podrá ver las esculturas de José Mendoza que adornan las calles de Makati.

El panorama artístico contemporáneo filipino está más vivo que nunca. El artista conceptual David Cortez Medalla, que trabaja en Gran Bretaña, ha liderado movimientos vanguardistas como el minimalismo o la performance. Además de tener cierto predicamento internacional, Benedicto Cabrera (Bencab) es un artista con consciencia social que ha dedicado muchos esfuerzos al desarrollo del arte contemporáneo en La Cordillera; es el creador del pueblo de Tam-awan, una residencia artística en Baguio. Otros artistas filipinos están experimentando con medios alternativos, como por ejemplo el uso de tuba (licor de coco), granos de café o incluso el propio sol (en un proceso llamado pirograbado solar).

Danza

La danza filipina es tan rica y variada como las propias islas. La danza popular nacional es el tinikling, en el que un chico y una chica saltan entre dos cañas de bambú, que dos personas golpean entre ellas al ritmo de la música o de las palmas. Hay quien dice que esta danza se inspiró en el revoloteo de los pájaros entre los tallos de hierba o en una garza saltando por los arrozales. Una versión del tinikling es el impresionante singkil, en el que dos bailarinas que representan a una princesa musulmana y a su dama de compañía bailan entre cuatro cañas a una velocidad en aumento.

Dos de las formaciones de danzas populares más conocidas y de más éxito son la Bayanihan National Folk Dance Company, que deslumbró al mundo en 1958 en la Exposición Universal de Bruselas, y el Ramon Obusan Folkloric Group, fundado en 1972. Ambas son compañías residentes en el Cultural Center of the Philippines.

La mayoría de los grandes talentos del ballet filipino han ganado reconocimiento internacional en el extranjero, entre ellos Maniya Barredo (que fue primera bailarina del Atlanta Ballet) y Lisa Macuja (que hizo de Giselle en el Kirov Ballet, en Rusia). Macuja ahora tiene su propia compañía, llamada Ballet Manila.

Deportes en Filipinas

El deporte en Filipinas está dominado por una sola figura: el boxeador Manny Pacquiao (alias Pacman), durante años considerado por mucha gente el mejor boxeador libra por libra del mundo. Pacquiao, que emergió de la pobreza en Mindanao y acabó ganando títulos en cinco categorías de peso distintas, es todo un orgullo nacional. Aunque su carrera como boxeador puede que esté llegando a su fin (perdió un polémico combate por el título mundial de peso wélter ante el australiano Jeff Horn en julio del 2017), tiene otros frentes abiertos. Se presentó exitosamente al Congreso en el 2010 y el 2013, y fue elegido para el Senado en el 2016, con más de 16 millones de votos. También fue el novato más mayor seleccionado en la Philippine Basketball Association en el 2014, aunque hay que decir que fue seleccionado por el equipo que él mismo entrena; también ha publicado varios discos de canciones en tagalo y ha actuado en numerosas películas.

Un héroe nacional todavía más singular es Efren ‘Bata’ (‘El Niño’) Reyes, uno de los mejores jugadores de billar del mundo en la modalidad de bola 9. El otro gran deporte nacional (sin contar las peleas de gallos) es el baloncesto. La mayoría de las ciudades de tamaño medio tienen al menos un campo de cemento con un techo de uralita, e incluso en los barangays más pobres y remotos hay un humilde campo. La cada vez más popular Philippine Basketball Association (PBA) atrae a muchas antiguas estrellas de la liga universitaria de EE UU, y los partidos de la liga se retransmiten en todo el país. Para aprender más sobre la ubicuidad e importancia cultural del baloncesto en Filipinas, se recomienda leer Pacific Rims: Beermen Ballin’ in Flip-Flops and the Philippines’ Unlikely Love Affair with Basketball (Rafe Bartholomew; 2010), un libro tan extravagante como su título.

El fútbol está ganando popularidad, ya que el equipo nacional (los Azkals) ha mejorado notablemente en los últimos años y ahora compite contra los mejores combinados nacionales de Asia.

Peleas de gallos

Las peleas de gallos son a Filipinas lo que el fútbol a España. Un par de veces a la semana, un público mayormente masculino se reúne en el gallero local (normalmente conocido como ‘estadio deportivo’) para presenciar luchas a muerte entre gallos. La televisión nacional retransmite los enfrentamientos importantes y los campeonatos.

Los preciados gallos de pelea llevan cuchillas de 7,5 cm en los tobillos. Los enfrentamientos son cortos y brutales. El ganador termina en manos de un equipo de veterinarios, que le cosen las heridas y le administran antibióticos. El perdedor suele acabar en la cazuela.

La práctica recibe críticas, tanto en Filipinas como en el extranjero, incluyendo varias organizaciones como Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) y la Filipinas Animal Welfare Society. Sin embargo, hasta ahora las protectoras de animales no han logrado erradicar un pasatiempo tan arraigado en la cultura del país.

 

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