Aunque la mayoría de quienes visitan esta isla central de las Bisayas van a bucear a la playa de Alona, su verdadero atractivo está tierra adentro. Puede que sea la mejor para recorrer en moto, ya que las carreteras, que conducen a través de la jungla a ríos de color verde jade y a las colinas de Chocolate, están bien asfaltadas. También se puede hacer tirolina, y ver pequeños y cariñosos tarseros. En el 2013, un terremoto sacudió la isla y muchas de sus centenarias iglesias españolas se derrumbaron; no obstante, consiguió recomponerse.