Bienvenidos a Myanmar

Este extraordinario país, con un paisaje dominado por pagodas doradas y por la tradicional resistencia asiática, empieza una era más democrática.

Maravillas doradas

“Esto es Birmania —escribió Rudyard Kipling—, un lugar como ningún otro conocido”. Más de un siglo después Myanmar sigue sorprendiendo y cautivando incluso a los viajeros más avezados. La Shwedagon Paya, la “maravilla que destella”, es fascinante. Cuenta con 4000 estupas sagradas en las llanuras de Bagan, y la Roca Dorada, que se sostiene precariamente en la cima del monte Kyaiktiyo, continúa asombrando. Todos ellos son lugares budistas importantes en un país que venera más a los monjes que a las estrellas de rock.

La nueva Myanmar

En el 2015, Myanmar votó su primer Gobierno elegido democráticamente en más de medio siglo. Las sanciones contra él se han levantado y hoy el mundo se apresura a hacer negocios en el país. La relajación de la censura ha propiciado una explosión de nuevos medios de comunicación y una asombrosa sinceridad en los debates públicos sobre temas antaño tabú. Las zonas que durante años fueron de acceso restringido ahora pueden visitarse; y las comodidades modernas para viajar, como teléfonos móviles e internet, son ya algo común, aunque exclusivas de las grandes ciudades, donde las mejoras socioeconómicas son más visibles.

Vida tradicional

Explorar un país con más de 100 grupos étnicos es casi como adentrarse en las páginas de una revista de National Geographic de 1910. Y es que, a pesar de todos los trascendentales cambios, en el fondo Myanmar sigue siendo una nación rural de valores tradicionales. En todas partes se ven hombres con longyi (parecido a una falda), a gentes de ambos sexos maquillados con thanakha (un cosmético tradicional), y abuelas que mastican betel. Sus habitantes se desplazan en trishaws y, en las zonas rurales, en carros tirados por caballos. En sus numerosos salones de té tradicionales se perpetúa con pasión esa costumbre colonial británica.

Placeres sencillos

Por suerte, el ritmo del cambio no es abrumador y permite disfrutar de los sencillos placeres de viajar por Myanmar. Surcar el río Ayeyarwadi (Irawadi) en un antiguo barco de vapor o en un yate de lujo, relajarse en un tramo de playa de la bella bahía de Bengala, o ir de excursión entre pinares para descubrir aldeas de minorías étnicas en los montes Shan sin toparse con hordas de turistas. Lo mejor de todo es encontrar a gentes amables, divertidas, encantadoras, atentas, curiosas y apasionadas. Es el momento de relacionarse con ellos.

Por qué me gusta Myanmar

Por Simon Richmond, autor

No importa si esta es la primera o la quincuagésima vez que se visita Myanmar: siempre se percibirá la energía, la esperanza y el potencial de futuro que flota en el aire. Los exiliados regresan y se unen a los demás birmanos en el desafío de conducir al país hacia el s. xxi, al tiempo que preservan lo mejor de su pasado. En Myanmar hay muchos problemas por solucionar, pero sus gentes siguen tan estoicas y encantadoras como siempre. Uno se relaja, se sienta, escucha y conecta para apreciar la verdadera excelencia de este país.

 

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