Al volante por el círculo mágico de Islandia

Texto por
Oliver Berry, autor de Lonely Planet
Carretera de circunvalación de Islandia © Gary Latham/Lonely Planet.
Se tardan unas 16 h en recorrer sin paradas toda la carretera de circunvalación de Islandia © Gary Latham/Lonely Planet.

Para descubrir campos de lava, una costa salvaje, cascadas torrenciales y majestuosos glaciares en un viaje por la carretera

Es media mañana en la costa este de Islandia, pero podría ser medianoche. La niebla se tiende sobre la carretera, fundiendo tierra, mar y cielo en un gris espectral. De vez en cuando emergen picos negros de este manto sombrío, y repentinos claros entre las nubes dejan entrever la costa: acantilados escarpados, dunas herbosas, playas salvajes de arena negra. Bandas de gaviotas revolotean en el viento.

El tiempo imprevisible es lo habitual en la carretera de circunvalación de Islandia, la carretera 1, como aparece en los mapas. Con un recorrido de 1335 km, es un prodigio de la ingeniería y un símbolo de la nación.

Como es natural, todas las distancias por la carretera 1 se miden desde la capital, Reikiavik. Incluso aquí, en medio de las galerías de arte y los pubs, se percibe el lado más salvaje de Islandia. Mirando al norte a través de la bahía de Faxaflói, se extiende por el horizonte un escarpado dedo de tierra que termina en la cumbre nevada del Snæfellsjökull, escenario de la novela de aventuras de Julio Verne Viaje al centro de la Tierra. El volcán sigue siendo una presencia poderosa e inquietante cuando la carretera enfila al norte desde la periferia de Reikiavik, recordando que las fuerzas de la naturaleza nunca están lejos.

Verne no fue el primer escritor que se inspiró en los fiordos y valles del oeste de Islandia. Para los islandeses, esta zona es sinónimo de sagas, los cantares de gesta que constituyen la piedra angular de la cultura nacional. Recogidas por bardos en los ss. XII y XIII, pero con sus raíces en tradiciones orales más antiguas, estos relatos de contiendas familiares, reyes guerreros y amores trágicos aúnan genealogía, historia y drama.

 

Caballos islandeses © Gary Latham/Lonely Planet.

Los caballos islandeses han desarrollado sus pasos característicos a lo largo de más de un siglo © Gary Latham/Lonely Planet.

 

Cuando la carretera de circunvalación se desvía tierra adentro para cruzar las gibosas montañas al noreste de Borgarnes, pasa por muchos escenarios de las sagas: una granja que aparece en la Saga de Egil, un manantial termal donde el héroe de la Saga de Grettir alivió sus fatigados huesos tras la batalla. Aunque la mayoría de las historias se basan en acontecimientos reales, por muchas corre una vena fantástica nacida de los mitos y leyendas de Islandia: cuentos de troles, gigantes y dragones, y también de la huldufólk (gente oculta), la población insular de gnomos, enanos, hadas y elfos. Se entiende fácilmente cómo el paisaje fantasmagórico de Islandia inspiró estas historias; esculpida por miles de años de actividad geológica, la isla muchas veces parece ajena a este mundo.

En ningún sitio se hace esto tan evidente como en los contornos del lago Mývatn y Krafla, la zona con más actividad volcánica de Islandia. Aquí, en su descenso desde el altiplano, la carretera de circunvalación pasa serpeando por Goðafoss (cascada de los Dioses), una masa ensordecedora de agua espumante que parece manar de una grieta en la corteza de la Tierra.

La cascada preludia un paisaje aún más extraño. Cuando se acerca a las orillas del lago Mývatn, se ven a los lados riscos fragmentados y columnas volcánicas, restos geológicos de antiguas erupciones. Las fisuras en la tierra expelen columnas de vapor que recuerdan que esta parte de Islandia se asienta sobre la dorsal mesoatlántica, la inestable confluencia de las placas tectónicas de Eurasia y América del Norte.

Cuando la carretera circunda la costa oriental, el paisaje se torna más salvaje y desolado. Pueblos aislados se cobijan al pie de los fiordos. Cabañas de pastores abandonadas bordean el asfalto. Montañas abajo se desploman torrentes que labran cañones a través de la roca, como el maelstrom de Dettifoss, la cascada más caudalosa de Europa.

Separada por la distancia y la orografía, la costa este siempre ha estado aislada. Antes de que se construyera la carretera de circunvalación, a muchos pueblos solo se podía llegar por puertos de montaña que con frecuencia quedaban aislados por la nieve, lo que obligaba a transportar los suministros por aire o por mar. Llegar a estos lugares supuso una dificultad formidable para los ingenieros que trazaron las ruta, y obligó a construir túneles, terraplenes y puentes para domeñar la orografía.


El lago Jökulsárlón © Gary Latham/Lonely Planet.

El lago Jökulsárlón forma parte del glaciar Vatnajökull © Gary Latham/Lonely Planet.

 

El glaciar Vatnajökull cubre 7770 km2 del sureste del país, lo que lo convierte en la mayor masa de hielo de Europa. Cuando se conduce hacia el oeste desde Höfn, un pequeño puerto en uno de los fiordos surorientales de Islandia, el glaciar se extiende por el horizonte como un mar blanco helado que cortara un maxilar de picos dentellados.

Cuando la carretera de circunvalación deja atrás Vatnajökull y enfila al oeste, penetra en los pastizales de Þingvallavatn y pasa por dos cascadas espectaculares: Skógafoss, una de las más altas de Islandia, con un salto vertical de 60 m, y Seljalandsfoss, donde el vapor de agua refracta la luz solar como un prisma, dibujando arcoíris en el aire. Poco a poco, los campos dejan paso a la presencia humana.

Ciudades y pueblos se tornan más frecuentes, y aparecen invernaderos a lo largo de la carretera. Esta es también una zona con numerosas granjas donde se crían caballos de pura raza islandesa.

 

Seljalandsfoss © Gary Latham/Lonely Planet.

Seljalandsfoss se ve desde la carretera de circunvalación en el suroeste de Islandia © Gary Latham/Lonely Planet.

 

Más al oeste, tras un corto desvío al norte, se extiende el Parque Nacional de Þingvellir. Fue en este lugar de belleza salvaje donde los vikingos instituyeron el Alþingi, una asamblea al aire libre y el primer Parlamento de Islandia. Fundado en el 930, el Alþingi tiene legitimidad para proclamarse el gobierno democrático más antiguo del mundo, y posee para los islandeses un profundo significado histórico y simbólico.

El principio de la historia escrita de Islandia marca también el final del viaje por la carretera de circunvalación.

Serpenteando por los campos de magma de la Reserva Natural de Reykjanesfólkvangur, desciende hasta la periferia de Reikiavik, iluminada con farolas que parecen extrañas tras una semana de cielos despejados y brillo de estrellas. Más adelante, al otro lado de la bahía de Faxaflói, el glaciar Snæfellsnes destella a la luz del atardecer y la carretera de circunvalación empieza de nuevo su viaje circular hacia el norte: una cinta sin fin desenrollándose bajo un cielo plateado.
 

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