Alentejo, una cautivadora región de Portugal
Entre Lisboa y el Algarve encontramos este tesoro natural que muchos viajeros han pasado por alto. Hasta ahora. Alentejo significa, literalmente, “más allá (além) del Tajo (Tejo)”, un nombre que recibió de los árabes en el siglo VIII. Pero, tras 500 años de ocupación, esta herencia está presente también en su paisaje, gastronomía y arquitectura.
Alentejo es una tierra de olivos y alcornoques, de paredes blancas y suelos de piedra, de castillos y fuertes, de mar y de paz. Recorremos, de norte a sur, 6 localidades clave de esta cautivadora región de Portugal.
1. Marvão
La primera parada de la ruta por Alentejo es un pueblecito situado en el Parque Natural de la Serra de Sao Mamede, justo en la frontera con España, cerca de Cáceres. La muralla y el castillo a lo alto de la montaña nos recuerdan el pasado medieval de Marvão. La vistita a esta gran fortificación nos brindará una de las vistas más bonitas de Alentejo. Situados al pie del castillo, los jardines de Santa María y la iglesia del mismo nombre. Paseando por las calles adoquinadas de Marvão descubrirás tres iglesias más y un convento muestra de la fe de la villa.
2. Crato
A pocos kilómetros de Marvão, otra fortaleza rodeada de campos llenos de olivos y alcornoques. El monasterio fortificado de Flor da Rosa se mantiene (casi) intacto con sus paredes de piedra. Si bien en el pasado alojó a los miembros de la Orden de Malta –así lo muestra la imponente cruz de Malta en el claustro– hoy recibe huéspedes de todo el mundo. Perderse por los caminos rurales de Alentejo es el truco para descubrir parajes como la Ribeira da Seda, a camino entre Crato y Portalegre. En esta playa fluvial es posible nadar, hacer kayak, rafting o hidrospeed. Un aliciente para los que buscan actividad en sus escapadas. A la hora de dormir puedes hacerlo en un glamping, alojamientos al aire libre pero con las comodidades de los mejores hoteles, otra opción son los ecohoteles.
3. Arraiolos
Siguiendo nuestra ruta hacia el suroeste paramos en Arraiolos. La estética nos es familiar: casas encaladas con toques azules y tejados de terracota y un castillo medieval en el pico más alto –otra panorámica excelente–. La herencia árabe la encontramos en la estética de las casas y en el bordado de alfombras. Hoy todavía quedan 40 bordadoras en Arraiolos que siguen tejiendo a mano, hilo a hilo, igual que en el siglo XII. Los dibujos de las alfombras se basan en motivos abstractos, diseño de azulejos o representaciones de flores o animales parecidos a las alfombras persas y turcas. La Iglesia da Misericórdia oculta en su interior un altar dorado y paredes revestidas de azulejos.
4. Évora
Es la villa más conocida de Alentejo, quizá porque fue residencia de verano de los reyes portugueses o porque es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Su fama está justificada. Las casas blancas y amarillas se mezclan con las iglesias y conventos. Su patrimonio arquitectónico y artístico es incomparable: el Templo romano, la Catedral de Évora de estilo románico o la iglesia gótica de San Francisco, son buena muestra de ello. Entre las cosas que no se pueden dejar de ver está la sorprendente y tétrica Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos) decorada con los huesos de cinco mil personas.
5. Beja
Cambiamos de destino y cambia el color del paisaje, más verde por las viñas. Alentejo es una de las denominaciones de origen más extensas de Portugal y cerca de Beja encontramos la finca Herarde do Vau (una de las 68 bodegas de la ruta del vino de Alentejo). Ofrecen paseos a caballo entre vides, visitas a las cavas y catas de vinos donde descubrir variedades locales como la Touriga Nacional o la Antao Vaz. Ya en el pueblecito de Beja hay que visitar el convento de Nossa Senhora da Conceiçao protagonista indirecto de una historia de amor y que alberga muestras de arte barroco, manuelino y rococó. Además, de las manos de sus monjas clarisas nacieron los pasteles típicos de la región. Prueba los dulces de tocino, el pao de rala y los porquinhos em doce mientras paseas por sus desérticas calles.
6. Mértola
Es la última parada de esta ruta por el Portugal desconocido. La región, situada en pleno Parque Natural do Vale do Guadiana, fue gracias al río un importante enclave comercial. En el siglo XI fue capital de un reino taifa independiente y todavía conserva la atmósfera árabe, más que sus villas vecinas. Lo vemos en la mezquita que se esconde dentro de la Iglesia Matriz o en los patios de naranjos de las casas. También en su gastronomía, especialmente en los dulces de almendra. Si organizas el viaje con tiempo, hazlo coincidir con el Festival Islámico de Mértola. Se organizan exposiciones, talleres y actividades para recordar el pasado andalusí de la región. Antes de emprender el viaje de vuelta cogemos fuerzas con platos típicos de la gastronomía alentejana. Prueba la açorda, una sopa hecha a base de pan, ajo y huevos, o los guisos de cordero.