Baviera, Alemania

Texto por
Andrea Schulte-Peevers, autora de Lonely Planet
Paisaje de montaña en los Alpes bávaros, Alemania
canadastock / Shutterstock

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Baviera: castillos de cuento, bosques mágicos, aldeas medievales… un tapiz inacabable de caprichos turísticos entre los Alpes y Franconia, en el estado más modélico de Alemania. La capital de la región, Múnich, cautiva por sus grandes jardines, excelentes museos, grandes palacios y, cómo no, por la Oktoberfest, el mayor festival de la cerveza del mundo. Pero en el 2016 la cerveza va a tener más protagonismo que nunca, ya que Baviera celebrará el 500 aniversario de la Ley de Pureza de la Cerveza. 

Baviera es el estado más modélico de los 16 länder que componen Alemania, superdotado de belleza, carisma y buen carácter. Este tapiz de caprichos turísticos alejado de los circuitos más trillados se extiende entre los imponentes Alpes y los sinuosos viñedos de Franconia. Los castillos de cuento del rey loco Luis II de Baviera asoman entre bosques oscuros, aldeas medievales amuralladas se alinean en la Ruta Romántica y los vestigios del nazismo en Núremberg y Berchtesgaden recuerdan uno de los períodos más siniestros de la historia. Mientras, la capital de Baviera, Múnich, cautiva con sus amplios jardines, sus grandes museos y la Oktoberfest, el mayor festival de cerveza del mundo. 

La cerveza será también protagonista en el 2016, cuando Baviera celebre el 500 aniversario de la Ley de Pureza de la Cerveza. La original, promulgada por los duques locales en 1516, solo autorizaba el uso de cebada, lúpulo y agua en su elaboración. La idea era impedir la utilización de bilis de buey, corteza de roble, beleño negro y otros ingredientes potencialmente tóxicos. 

Así, la que está considerada como la primera regulación legal de un alimento, sigue vigente. El Sindicato de Fabricantes de Cerveza Alemán está tan satisfecho con ella que ha solicitado a la Unesco que la declare tesoro cultural mundial con motivo del aniversario. 

Múnich asombra con sus palacios reales, sus extensos parques, sus maravillosos museos y sus ruidosas cervecerías. Para empaparse del ambiente local es buena idea visitar el barrio de moda, Glockenbach o ver un partido del equipo de la ciudad, el Bayern de Múnich, en el estadio Allianz Arena. 

Si se conduce hacia el suroeste de Múnich se llega a una bellísima región bávara. Al pie de los Alpes destacan joyas como la iglesia peregrina de Wieskirche y sus frescos, el pueblo de talladores de madera Oberammergau, el paraíso de los esquiadores que es Garmisch-Partenkirchen y el castillo de Neuschwanstein, que sirvió de inspiración para el castillo de la Bella Durmiente de Walt Disney. 

Las vacaciones aristocráticas. No permiten desayunar en el castillo de Neuschwanstein, pero sí visitar o pasar la noche en castillos aún están habitados por bávaros de sangre azul, incluido el palacio Dennenlohe, hogar del Barón Verde. 

Hay un encendido debate sobre si el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich debería publicar una edición anotada del manifiesto de Hitler, Mein Kampf, por motivos educativos después de que expiren los derechos estatales del copyright a finales del 2015. Imprimir o distribuir este libro racista y antisemita es ilegal en Alemania desde el final de la II Guerra Mundial.

El Nido de las Águilas, un refugio de montaña sobre Berchtesgaden construido para Hitler en su 50 aniversario, es hoy un restaurante con grandes vistas alpinas.

Muy distinta del resto de Alemania, Baviera puede ser tan amplia de miras como las vistas que hay desde el Zugspitze un día claro y tan estrecha como los callejones adoquinados que recorren la medieval Rothenburg ob der Tauber. Su gente adora las prendas tradicionales, como el dirndl y los lederhosen, a la vez que se apasiona por las nuevas tecnologías y la innovación. Empresas blue chip como BMW, Adidas y Siemens dan vida a este poderoso motor económico, si bien toda esa eficiencia queda diluida por una alegría de vivir casi mediterránea. Ya sea en la cervecería o en la pista de esquí, los bávaros saben cómo desmelenarse. 

Los chinos dicen que de un cerdo se puede comer todo menos el gruñido y parece que los chefs bávaros están de acuerdo con ellos. Casi todas las salchichas están hechas de carne de cerdo, aunque la icónica Weisswurst también lleva carne de venado. Otros platos sin cerdo son el hendl (pollo asado), los brezn (o pretzels) y el obatzda (queso crema), todos ellos muy populares en las cartas de las cervecerías. Una comida típica de Baviera es el brotzeit (la hora del pan), un tentempié frío a base de pan, salchichas y queso que se toma a mediodía o primera hora de la tarde. 

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