De Estambul hasta Sofía

Escrito por
Tom Hall, autor de Lonely Planet

13 Noviembre 2022
10 min de lectura
© Ruslan Kalnitsky/Shutterstock
Catedral de Santa Sofía.

Por qué ir de Estambul a Sofía

Los trenes nocturnos gozan de creciente popularidad en una Europa concienciada con el cambio climático. El reestablecido tren expreso Estambul-Sofía (İstanbul-Sofya Ekspresi en turco) ofrece una inolvidable aventura transfronteriza a quienes estén preparados para interrupciones del sueño, controles de pasaportes a las tantas de la madrugada y paradas en localidades remotas. Este ferrocarril sale de una de las grandes ciudades del mundo, se adentra en la Turquía europea, cruza la frontera fuertemente protegida con Bulgaria y salva varios pasos de montaña antes de llegar a la infravalorada y supereconómica Sofía. Una noche en el Yatakli Vagon (coche cama) puede considerarse un viaje en sí mismo, un bonus a una escapada urbana o un periplo transcontinental para celebrar la pospandemia.

Cuándo ir

Temporada media (may-jun y sep-oct)

  • Fuera de los meses veraniegos, el tren expreso Estambul-Sofía tiene menos demanda (aunque los billetes pueden agotarse igualmente).
  • La temperatura exterior es más fresca de octubre a abril, época en la que conviene llevar ropa de abrigo para la cola del control de pasaportes que se lleva a cabo a la intemperie a altas horas de la noche.
  • Estambul es una ciudad ajetreada todo el año, pero el gentío disminuye cuando llega el otoño.
  • Los colores otoñales realzan la belleza del paisaje en la sección que pasa por Bulgaria.

 

Información esencial antes de embarcarse en el tren expreso Estambul-Sofía

Aprovisionamiento de comida y bebida

Aunque en los coches cama hay chocolatinas, palitos de pretzel y botellitas de agua, no se ofrece servicio de restauración a bordo ni en la estación de Halkalı, así que conviene comer antes. Entre el sinfín de opciones para disfrutar de una cena sustanciosa en Estambul, se cuentan platos de pescado y recetas tradicionales del país por 15-25 € (bebida incl.). En la ciudad también abundan establecimientos que venden pasteles sabrosos, baklavas y otras delicias para llevar.

Un café y una banitsa (bollo con queso típico de Bulgaria) recién horneada cuestan 2 € en la Estación Central de Sofía o algo más en locales conocidos del centro como HleBar (ХлеБар).

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Banitsa casera. ©Hadzhi Hristo Chorbadzhi/Getty Images

Banitsa casera. ©Hadzhi Hristo Chorbadzhi/Getty Images

 

Compra de billetes

El precio de una cama en el tren es de 30 € en un compartimento con cuatro literas y de 35 € en uno con dos literas, mientras que un compartimento privado cuesta 65 € si se reserva en la estación de Sirkeci de Estambul. Reservar a través de DiscoverByRail da tranquilidad porque garantiza una cama a bordo con antelación, pero implica pagar unos 113 € (el billete se entrega al comprador en su hotel de Estambul).

 

Transporte público en Estambul y Sofía

Con la tarjeta de transporte prepagada Istanbulkart, la tarifa habitual de 0,80 € por el trayecto desde cualquier estación de la ciudad hasta la de Halkalı se reduce a la mitad. En Sofía, un billete sencillo de 0,50 € permite viajar de la estación central a la estación de intercambio de Serdika, al aeropuerto o a cualquier otro lugar conectado por la red de metro.

 

Alojamiento en los dos extremos de la ruta

Un hotel de gama media próximo a los puntos de interés de Estambul cuesta 100 €/noche como mínimo, mientras que en Sofía sale más barato (desde 60 €/noche).

 

Por qué los amantes de los trenes valoran positivamente la ruta nocturna Estambul-Sofía

Esta ruta en tren es más entretenida de lo previsto teniendo en cuenta que se viaja de noche. Tras partir de Estambul, se atraviesan parajes ancestrales, una frontera y el magnífico paisaje montañoso de Bulgaria hasta alcanzar Sofía, donde se pueden emprender otras aventuras épicas por Europa.

 

Itinerarios perfectos

Primer día: Una vuelta apasionante por Estambul

Estambul, uno de los destinos más populares del planeta, es un punto de partida fantástico para cualquier viaje. Si se tienen pocas horas libres, hay que dirigirse a Hagia Sophia, la imponente catedral construida por orden del emperador bizantino Justiniano y convertida luego en mezquita, que no ha perdido ni un ápice de su belleza y trascendencia política. Si se dispone de una jornada entera, se puede visitar uno o dos de los otros grandes reclamos del barrio de Sultanahmet, como la Cisterna Basílica, la Mezquita Azul o el Museo Arqueológico. Con más tiempo es posible explorar mejor la ciudad, desde los atractivos culturales de Karaköy, como el museo SALT Beyoğlu, hasta el juvenil barrio de Kadıköy, ubicado en la parte asiática. Se aconseja realizar una excursión en barco por el estrecho del Bósforo hasta los límites del mar Negro o a las islas Príncipe, en el mar de Mármara.

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Hagia Sophia, en Estambul. © Bernardo Ricci Armani / Getty Images

Hagia Sophia, en Estambul. © Bernardo Ricci Armani / Getty Images

 

Segundo día: ¡Pasajeros, al tren!

A menos que se haya adquirido el billete con antelación, el primer paso para viajar en el tren nocturno de Estambul a Sofía es personarse en las taquillas de TCDD (Ferrocarriles Estatales de la República de Turquía) de la estación de Sirkeci. Vale la pena curiosear por la evocadora e histórica terminal del Orient Express y otros servicios internacionales de conexión con Europa que hoy en día sigue siendo un lugar muy concurrido por donde parecen pasar la mitad de los habitantes de Estambul para moverse en metro o tomar un ferri en el cercano barrio de Eminönü. Los silenciosos andenes de la planta baja de la estación principal, donde se han retirado las vías en el marco de una lenta renovación, transmiten una sensación de nostalgia por su antiguo glamur y contrastan sobremanera con los atestados túneles de las líneas suburbanas subterráneas; se debe hacer uso de dichas líneas, ya que el tren expreso Estambul-Sofía parte de la estación de Halkalı, en la periferia occidental (europea) de la ciudad.

Halkalı es la última estación de la línea ferroviaria Marmaray que circula por debajo de Estambul enlazando las partes europea y asiática de la ciudad. Así pues, se esté donde se esté, se tendrá que recurrir a este frecuente servicio de cercanías. Desde Sirkeci, el trayecto dura 45 min. Los trenes de la línea Marmaray, agradables pero abarrotados, emergen a la superficie justo fuera de las antiguas murallas de Teodosio, que antaño repelieron a potenciales invasores de la ciudad, por aquel entonces llamada Constantinopla. A partir de este punto, se sigue la orilla del mar de Mármara, bañada por una luz dorada al atardecer.

El embarque al tren nocturno en Halkalı empieza 1 h antes de la salida; aunque permiten subir a bordo hasta que faltan pocos minutos, es más relajante llegar con tiempo de sobras.

 

20.45: Despedirse de Estambul y acomodarse a bordo

Cuando se oiga que gritan “¡Sofía!” en la espartana sala de espera de Halkalı, se sabrá que es el momento de embarcar. Tras superar la inspección del equipaje con una máquina de rayos X y mostrar el billete al revisor en el andén, los pasajeros se dirigen a sus respectivos compartimentos. El convoy consiste en dos trenes nocturnos con destino a Europa unidos provisionalmente en un único servicio hasta que algunos vagones se separan del resto en territorio búlgaro y se desvían al norte hacia Bucarest (Rumanía).

El horario de salida varía según la época del año, si bien siempre figura escrito claramente en el billete.

Los compartimentos, confortables, funcionales y climatizados, datan de la década de 1990. Habrá que hacerse la cama cuando se queira ir a dormir. A bordo no hay wifi, pero sí tomas de corriente. Si se necesita, se puede pedir ayuda a la persona que va pasando regularmente. El personal que encontré yo no hablaba inglés con fluidez, pero el lenguaje internacional de los trenes bastó para gestionar todas las situaciones.

El tren sale puntual para llegar a la frontera con Bulgaria a la misma hora que el que viaja en dirección opuesta atravesando con estrépito Tracia Oriental, región de nombre sugerente. Como ocurre en muchos otros trenes nocturnos que dejan atrás estaciones desiertas y ciudades adormecidas, es habitual ir parando y arrancando. De hecho, durante buena parte de sus 570 km de recorrido, el tren avanza por una vía única con apartaderos para permitir la circulación en ambos sentidos. Con suerte, el suave balanceo ayudará a conciliar el sueño (junto con los tapones para los oídos).

 
1.30 (aprox.): Despertarse para pasar por el puesto de control fronterizo

Este viaje no contempla una noche de sueño ininterrumpido, lo que forma parte de la diversión. Poco después de Edirne (donde se encuentra la mezquita de Selim, una de las maravillas de la arquitectura islámica otomana edificada en el s. XVI), el tren se detiene en el paso fronterizo de Kapıkule, que, junto con su contraparte búlgara (Kapitan Andreevo), constituye la frontera terrestre más transitada de Europa (próxima también al confín compartido con Grecia).

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Mezquita de Selimiye en Edirne. ©Alexander Tasefskyi/500px

Mezquita de Selimiye en Edirne. ©Alexander Tasefskyi/500px

Aunque la inmensa mayoría de las personas que cruzan este puesto de control viajan en coche, Kapıkule es tristemente famoso por un proceso de inmigración muy incómodo: los pasajeros somnolientos deben bajar del tren, caminar por el andén, hacer cola para que les pongan un sello en el pasaporte y esperar a que terminen todos los demás antes de poder regresar a bordo y acostarse de nuevo. Todo ello dura alrededor de 1 h, tras lo cual se abandona Turquía y se accede a Bulgaria y la Unión Europea lentamente.

Dado que Kapıkule es una de las fronteras clave para los migrantes procedentes de Asia y África, el propósito de las vallas resulta evidente e invita a reflexionar a los que tenemos el privilegio de desplazarnos libremente. Incluso por la noche, este lugar despierta inquietud por los alambres de púas y los guardias armados que supervisan la escena.

Entrar en Bulgaria exige un proceso diferente… pero igual de largo. Los vigilantes suben al tren en Svilengrad, la primera parada en el país, y (causando un poco de miedo) se llevan los pasaportes para inspeccionarlos y ponerles los sellos pertinentes. Debido a estos controles, es muy posible que se produzcan retrasos. Así pues, lo más sensato es dejar cierto margen si se planea viajar a otro lugar desde Sofía.

 

3.30-6.30: Dormir unas horas

Una vez en Bulgaria, se aprovecha la ocasión de echar una cabezada antes de llegar al alba a Plovdiv. La capital cultural del país es un sitio espléndido para descansar un poco del tren (hay otros que salen más tarde hacia Sofía, aunque habrá que comprar un billete adicional). Plovdiv, sucesora de la antigua Filipópolis, es la ciudad europea habitada de forma continuada desde hace más tiempo y presume de un espectacular teatro romano todavía en uso, de un centro histórico muy bien preservado con calles empedradas y encantadores edificios decimonónicos y de un amplio abanico de cafeterías coquetas y panaderías asequibles. Además, los cerros de las afueras brindan unas vistas panorámicas.

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Amfiteatro romano de Plovdiv. ©Evgeni Dinev Photography/Getty Images

Amfiteatro romano de Plovdiv. ©Evgeni Dinev Photography/Getty Images

Si se permanece a bordo, se comprobará que los vagones provenientes de Estambul se acoplan a un tren interurbano búlgaro para las últimas horitas de viaje hasta Sofía. El paisaje entre Plovdiv y la capital es una bonita mezcla de colinas, bosques y cursos de agua que ayuda a empezar bien la mañana. El asistente despierta a todos los pasajeros y ofrece té y café instantáneo a cambio de las liras turcas sobrantes. Las vías bordean las montañas Ródope y Rila, distantes hasta el ascenso a través de un paso boscoso y el descenso final hacia Sofía.

 

9.35: Llegada a Sofía

Después de una larga noche de duermevela, quizá se quiera permanecer un tiempo en Sofía, donde hay mucho que hacer. Sus principales atracciones, como la gigantesca catedral neobizantina de Alejandro Nevski, el Museo Nacional de Historia Natural y la variopinta Galería Nacional Kvadrat 500, lograrán que uno se prende de una de las capitales europeas más subestimadas. Si se desea conocerla más a fondo, se puede admirar el arte contemporáneo búlgaro en la Galería de Arte de la Ciudad de Sofía, acudir a Fabrika Daga para degustar un brunch tentador y probar la cerveza artesanal local en Kanaal u otros bares y restaurantes de moda.

 

¿Adónde conducen las vías férreas más allá de Sofía?

Los lugareños viajeros con los que hablé me recomendaron el ferrocarril de vía estrecha Septemvri-Dobrinishte como pintoresco desvío rural de la línea Plovdiv-Sofía. Desde Sofía, Bucarest es el destino más obvio para internarse en Europa occidental; en verano hay un tren directo entre ambas ciudades que tarda 10 h, pero el resto del año es preciso hacer transbordo cerca de la frontera con Rumanía. También hay conexiones más complicadas con Belgrado (Serbia) y Salónica (Grecia).

 

El autor

Tom Hall

Desde mi hogar en Londres, escribo y hablo para Lonely Planet acerca de noticias, viajes y trenes que abarcan todo el continente europeo. El itinerario descrito aquí combina algunas de mis cosas favoritas: ferrocarriles que atraviesan rincones sorprendentes de Europa, nuevas aventuras y una visita a la emocionante y caótica Estambul.

Twitter/Instagram: @tomhalltravel
 

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