Múltiples son las razones para visitar la región vinícola de Willamette: pueblos encantadores, viñedos hermosos y accesibles (con relativamente pocos visitantes) y grandes dosis de tranquilidad. Es literalmente un soplo de aire fresco. La única pregunta que uno puede hacerse es: "¿por qué no he venido antes?".
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✩ Lo mejor para productos frescos de granja y curiosas posadas rurales
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Región vinícola analógica
Fácilmente accesible desde Portland o Eugene y con menos turistas que otros centros vinícolas más famosos, hay muchas maneras de encontrar la felicidad en esta parte de Estados Unidos, ya sea en una visita por la tarde o un largo (o extralargo) fin de semana de catas. Y ¿por qué Willamette? Aquí la tierra es fértil, viva y abundante. Las posadas de carretera, restaurantes y pueblos son adorables y acogedores, sin el más mínimo atisbo de pretensión. Aquí los ambientes hippy y hipster no son de postín: se basan en una visión simple según la cual vivir de la tierra es lo mejor.
Aquí no se percibe el grado de competencia que puede verse en Napa o Sonoma, con hoteles-spa diseñados por arquitectos estrella multimillonarios que poseen conglomerados de lujo y exhiben las últimas innovaciones de diseño. Aquí, todo es agradable, cálido e intemporal. Si de repente se tiene la sensación de estar conduciendo un Fiat de cinco velocidades por Borgoña, tanto mejor.

Viñedos en las colinas de Oregón. ©Jennifer Larsen Morrow/Shutterstock
Vistas espectaculares, comida increíble y lujo sin cesar
El "cómo" es tan importante como el "por qué", así que para que este viaje perfecto lo sea aún más, hay que repartir el tiempo entre el Newberg’s Allison Inn and Spa y el Tributary Hotel en McMinnville. Todo el valle de Willamette mide 64 km de ancho por 193 km de largo, pero desde Newberg se puede cruzar fácilmente una razonable ruta circular de 80 km en dos días, un aperitivo de lo mejor de la región. No hay que dejar de visitar Carlton, donde, en el espacio de solo tres manzanas, se suceden docenas de salas de cata, una auténtica fiesta de pinot. Después se puede cenar en el Blind Pig, aquí los carnívoros no pueden perderse el bocadillo french dip (rosbif finamente cortado con un acompañamiento de jugo o consomé).
Si se buscan vistas, las bodegas en torno a los montes Dundee Hills son las más pintorescas. Y si la imitación es la más sincera de las formas de halago, quizá el mejor ejemplo de esta máxima sea la importación francesa Domaine Drouhin, abierta por el vinicultor Joseph Drouhin después de que Eyrie Vineyards’ Oregon Pinot Noir ganara el premio al mejor Borgoña en una cata a ciegas en las "Olimpíadas del Vino" Gault Millau de 1979. La hija de Joseph, Véronique, ahora domina Dundee, y elabora algunos de los mejores chardonnays de la zona.

Dundee Hills. ©KennStilger47/Shutterstock
En otras bodegas de los Dundee Hills, como Domaine Serene, quizá el productor más famoso y laureado de Willamette, se puede reservar su muy demandado circuito completo por la bodega y los viñedos. Después se puede pasar por Red Hills Market para degustar alguna especialidad deliciosa, con su escaparate de pura cultura americana, mientras que el menú presenta clásicos reinventados con un toque inesperadamente sofisticado: empanada de pollo ahumado y pizza de boniato. Incluso se puede pasar la noche en uno de los dos Market Lofts.
Momento memorable
Reservar una cata en los Eyrie Vineyards en McMinnville. Aquí es donde empezó la producción de pinot noir de Oregón, y el mejor lugar para conocer la historia, que se remonta 60 años, y quizá catar y comprar un vino joven. Tras realizar las catas al atardecer, se puede cenar temprano en Humble Spirit, que ofrece platos sencillos de la granja a la mesa, como una excelente hamburguesa o un exquisito pollo frito.