El Dubrovnik real que los turistas nunca llegan a conocer
La autora de Lonely Planet Vesna Celebic vive en Dubrovnik desde hace algunas décadas, pero cuando realmente empezó a apreciar la intrincada historia de su ciudad fue al empezar a trabajar como guía por Dubrovnik y su región. Adora su espectacular ubicación, los orgullosos lugareños, la naturaleza frondosa y el mar resplandeciente, y su tradición local favorita es sentarse a tomar un café en una bella plaza al aire libre y dejar pasar el tiempo.
El bonito casco antiguo de Dubrovnik. © emicristea / Getty Images
Cuando me visitan amigos de fuera…
Lo primero que hago es consultar la web del Puerto de Dubrovnik para ver el horario de los cruceros (escogiendo el mes correspondiente de la lista) y así veo cuando es el mejor momento (es decir, cuando hay menos gente) para pasear por la muralla y visitar el casco antiguo. Nuestra salida incluirá, como mínimo, un café y una charla bien largos, probablemente cerca de la Puerta Pile o en la plaza Bunic, tras la catedral, donde los precios bajan nada más torcer la esquina de la calle principal. A los croatas les gusta paladear el café durante largas charlas, así que quien no quiera sentirse identificado como un turista, que se olvide de los cafés para llevar.
Mi punto de interés favorito en Dubrovnik…
Son los tejados rojos del casco antiguo. Los llaman “la quinta fachada”, y sus tejas uniformes de terracota son dignas de contemplar desde el lado norte de la muralla y desde su punto más elevado, la torre Minceta.
Mi mejor experiencia en Dubrovnik…
La tuve cuando un buen amigo me llevó a navegar para celebrar mi 28º cumpleaños. Vimos Dubrovnik desde el mar, después paramos en la isla de San Andrés para visitar su histórico faro, al cual no se puede llegar en ferri público. A bordo del barco nos dimos un festín de quesos, pan, aceite de oliva, anchoas, alcaparras, aceitunas y vino tinto, y cada vez que teníamos calor nos dábamos un chapuzón en el mar. Desde aquel día, creo que para saborear Dubrovnik hay que pasar algo de tiempo a bordo de un barco.
Navegar es una manera genial de descubrir otra cara de Dubrovnik. © Zoom-Zoom / Getty Images
Cuando tengo un día libre, me escapo a…
...la isla de Lopud, en las islas Elafiti Está a una hora en barco público desde el puerto de Gruž. Ofrece una combinación genial de patrimonio extraordinario, naturaleza prístina y playas de arena que siempre me encanta. Quizá no sea objetiva con esto, porque participé en su montaje, pero me gusta relajarme en el pabellón Your Black Horizon, una instalación de arte contemporáneo de Olafur Eliasson situada a pocos minutos del paseo marítimo de Lopud.
Mi sitio favorito para comprar regalos...
Es Kawa, cerca de la Puerta Ploce, que es como un templo para los devotos de la artesanía croata contemporánea. En Kawa venden casi de todo, desde ginebra artesanal hasta accesorios, moda y decoración. También soy muy fan de las bolsas de tela de Craft & Stones, que captan momentos y sentimientos únicos del lugar. La que yo llevo está decorada con la palabra dálmata ‘fjaka’, que se traduce como un estado mental en el cual un ser humano no aspira a nada más y disfruta de la vida, por ejemplo, de un atardecer.
Cuando me llevo a mi peque de seis años al casco antiguo…
A la ida o a la vuelta solemos pasarnos por el parque infantil que hay bajo el puente de la Puerta Pile. A veces visitamos algún museo, que suele ser el Museo de Historia Natural o el Acuario, porque son dos sitios divertidos para los niños que rara vez están abarrotados de gente. Otras veces vamos directos a almorzar al Buffet Kamenice, al aire libre, donde a mi hijo le gusta perseguir a las palomas por la plaza mientras yo me como unas ostras esperando a que nos sirvan los calamares fritos y el risotto de gambas. Para animarnos la caminata nos compramos uno de los deliciosos helados de Dolce Vita.
Las deliciosas ostras del Buffet Kamenice. © Vesna Celebic / Lonely Planet
Cuando me junto con mi extensa familia…
Casi siempre vamos a Cavtat. Como está a 30 minutos (en coche o en autobús) de Dubrovnik, vamos directos a la playa de Kljucice, en la península de Rat. Pasamos el día entre la playa y el restaurante Rokotin, en una terraza al aire libre rodeada de pinares y situada justo debajo del mausoleo Racic. El marisco y el pescado a la parrilla que sirven aquí son deliciosos.
A mis amigas y a mí nos encanta…
Beber vino local. El sur de Croacia es famoso por los tintos potentes de Pelješac y los blancos ligeros de la isla de Korcula. Nos encanta probar marcas nuevas, pero debo confesar que soy bastante devota de la bodega Miloš, de la península de Pelješac, y de la bodega Crvik, en la región de Konavle. Nuestro sitio favorito para ir de copas es el bar de vinos D’vino, en el casco antiguo de Dubrovnik.
Mi tesoro gastronómico oculto del casco antiguo…
Es el restaurante Zuzori. Está en una calle tranquila paralela a la calle principal, Stradun, y sirve platos elaborados a partir de ingredientes tradicionales seleccionados con esmero a los que da un toque contemporáneo. Me enamoré de este sitio la primera vez que probé su tapenade de olivas. Además, el restaurante se halla en la única calle del casco antiguo que lleva el nombre de una mujer, Cvijeta Zuzoric, una poeta renacentista.
Gozando de las vistas desde el monte Srd. © Vesna Celebic / Lonely Planet
Lo más inspirador de Dubrovnik…
Es la inmensa inteligencia con la cual se construyó. Si se toma el teleférico al monte Srd se puede contemplar el casco antiguo a vista de pájaro, y cuando miras a tu alrededor te das cuenta de que Dubrovnik es una ciudad bastante aislada. Entre ella y los pueblos y ciudades más próximos solo hay escarpadas zonas kársticas, pero gracias a una serie de decisiones inteligentes y diplomáticas, la gente no solo desarrolló una ciudad amurallada, sino que también creó la República de Dubrovnik, que duró 450 años.