Tras seis años de obras y 25 000 millones de inversión, la primera fase de este flamante megaproyecto a orillas del Hudson se inauguró finalmente en el 2019, permitiendo a visitantes y lugareños atisbar la manera en que Nueva York imagina su futuro, libre de las cadenas de la tradición y la nostalgia. Mucha gente acude atraída exclusivamente por el espectáculo, pero hay varios reclamos que justifican el trayecto, amén de suficientes opciones para ir de compras y lugares donde comer como para mantenerse ocupado.
Cinco rascacielos de cristal llenos de espacio para oficinas y condominios de lujo rodean una inmaculada plaza, junto a un centro comercial de siete plantas que invita a una selecta experiencia comercial y gastronómica. Puede que su exterior se antoje demasiado corporativo y empresarial, pero también se aprecian concesiones a la creatividad: The Shed es un prometedor centro de arte interdisciplinar, mientras que The Vessel es una fotogénica madeja de escaleras infinitas color cobre que ofrece sublimes vistas del río. Tal vez recuerde más a la moderna ciudad de Dubái que al descarnado y viejo Nueva York, pero esa es la idea.
The Vessel y The Shed dominando la plaza de Hudson Yards ©Shutterstock / Francois Roux.
Trasfondo de Hudson Yards
Tildado de impersonal patio de recreo de ricos por sus detractores y encumbrado como polifacética “ciudad dentro de una ciudad” por sus partidarios –quienes, además, consideran que ha revitalizado el otrora industrializado extremo occidental de Midtown–, si hay algo innegable en este proyecto es que para la zona supone una auténtica regeneración respecto a su pasado, en el que albergaba las cocheras de los trenes de Long Island.
A lo largo de los años se propusieron infinidad de proyectos para modernizar esta marchita área que, pese a todo, poseía un enorme valor inmobiliario. En 1956 se eligió como emplazamiento de la Freedom Tower, una torre de 521 m de altura que jamás vería la luz y que, de haberse construido, habría sido la construcción más alta del mundo en su momento. Tampoco se materializaría el proyecto de nudo transporte ideado para facilitar el desplazamiento diario de las personas que trabajaban en Midtown.
En la década de 1980, los equipos de fútbol americano de los Jets y los Yankees vieron con buenos ojos mudarse aquí, e incluso se proyectó construir el enorme West Side Stadium en la antigua zona ferroviaria, dentro de la frustrada candidatura de Nueva York para albergar los Juegos Olímpicos del 2012. Sin embargo, los intereses empresariales terminaron imponiéndose: un consorcio de empresas multimillonarias, entre ellas el banco Goldman Sachs, obtuvo la concesión para erigir el actual conjunto de imponentes rascacielos.
Las escaleras entretejidas de The Vessel regalan fabulosas vistas del Hudson ©LetGo Media/Shutterstock.
De paseo por Hudson Yards
Al estar comunicado con el extremo norte de la High Line, montones de visitantes terminan inevitablemente aquí, errando entre los rascacielos y preguntándose cuál puede ser un buen plan posterior. El punto de partida más lógico es The Vessel, una futurística construcción metálica que se eleva 46 m por encima de la plaza central de Hudson Yards.
Inspirada, según dicen, en un baori o pozo indio, la escultura cuenta con 154 tramos de escaleras entrelazadas repartidas en ocho niveles y su resultado final se asemeja a una gigantesca colmena color cobre desde la que se obtienen sensacionales vistas del río Hudson. No se cobra entrada, pero hay que reservar un tique a una hora específica, ya sea en línea o con un smartphone en los puestos digitales junto a su base.
Más sustancial resulta la visita a The Shed, un centro de arte multimedia, diseñado por Diller Scofidio + Renfro y recubierto de una película metálica acolchada, en el que se muestran obras originales de varias disciplinas artísticas. Posee espacios para performances y galerías de arte, así como una buena librería especializada y un amplio bar-lounge en el vestíbulo, ideal para cargar las pilas tras recorrer Hudson Yards. El precio de las entradas de espectáculos es bajo o, en muchas ocasiones, gratis, aunque habrá que reservar. Véase su web para información actualizada sobre la programación. Como colofón, vale la pena acercarse al mercado Little Spain, un espacio gastronómico en el interior de 10 Hudson Yards.
Más allá de esto, y aunque el concepto de Hudson Yards gira más en torno al estilo que a la esencia, el visitante podrá disfrutar de las incomparables vistas que ofrece The Edge, un enorme mirador en forma de proa que sobresale del piso 101 del rascacielos 30 Hudson Yards. Sus mamparas de cristal le otorgan una vertiginosa sensación, y las vistas tanto de Manhattan como del Hudson son increíbles. No en vano, es el observatorio al aire libre más elevado de la ciudad, a 340 m de altura (adultos/niños desde 36/31 US$), 81 m más que el Top of the Rock del Rockefeller Center.
Panorámica del perfil urbano de Nueva York desde el observatorio de The Edge ©Shutterstock/lev radin.
Información básica
Las entradas para The Shed, The Vessel y The Edge pueden reservarse con antelación en línea, algo muy recomendable, pues suelen formarse colas para acceder a los miradores y, en The Shed, el aforo para espectáculos es limitado. A Hudson Yards se llega tras recorrer la High Line o con la línea 7 de metro.