Costa Verde, Brasil

Texto por
MaSovaida Morgan, autora de Lonely Planet
Una playa de Ilha Grande, Costa Verde, Brasil
canadastock / Shutterstock

TOP 9 región #BestinTravel 2016

En el 2016 todas las miradas estarán puestas en Río de Janeiro, sede de los Juegos Olímpicos, pero unos pocos kilómetros al oeste de esa metrópolis hay un prístino tramo de costa compuesto por picos de color esmeralda, islas apacibles y playas casi desiertas. La Costa Verde de Brasil es un paraíso para los amantes de la naturaleza y de la adrenalina. Ofrece excursiones por montes cubiertos de jungla, kayak en fiordos remotos y buceo en compañía de un sinfín de peces, algunos de los cuales podrían ser la cena del viajero esa misma noche.

En el 2016 los Juegos Olímpicos de Río serán la mayor atracción de Brasil, pero al oeste de esta metrópolis existe un paraíso casi desconocido. La Costa Verde es un tramo de costa prístina con picos esmeraldas, islas tranquilas, cascadas imponentes y playas casi desiertas. Puede que Río y São Paulo acaparen toda la atención en Brasil, pero un viaje a la Costa Verde merece la pena. 

El tramo Río-Santos de la carretera BR-101 pasa por el corredor de la frondosa Mata Atlântica (selva atlántica) y es la última calzada asfaltada que recorre el viajero una vez que se adentra en las orillas de la Costa Verde. Seguro que gastará las suelas de las sandalias recorriéndolo todo a pie; en las calles adoquinadas de Paraty, la ciudad colonial protegida por la Unesco, no hay coches, excepto algunos taxis. Lo mismo sucede en Vila do Abraão, la principal aldea playera de la mayor isla de la región, Ilha Grande; los únicos vehículos son el coche de policía de la ciudad, el camión de la basura y el de los bomberos.

La Costa Verde es un paraíso de maravillas naturales impolutas. La bahía de Ilha Grande contiene unas 365 islas, todas ellas protegidas por el Gobierno, la mayoría deshabitadas. Ilha Grande ha logrado mantenerse casi virgen gracias a su historia como guarida de piratas, colonia de leprosos y, finalmente, penal de prisioneros políticos y de algunos de los peores criminales de Brasil. Este pasado sombrío ahuyentó a los promotores durante mucho tiempo, por lo cual es una zona para visitar antes de que se popularice demasiado. 

Si alguien sueña con un paraíso desértico junto al océano, lo hallará en la Costa Verde. Es el viaje ideal para los amantes de la naturaleza y de la adrenalina. Los días pasan explorando playas salvajes o disfrutando de todo tipo de actividades: excursiones a las colinas de la jungla, kayak por fiordos o buceo entre peces tropicales. Las traslúcidas aguas de la Costa Verde son un espectacular acuario natural. 

Paraty es el final de una de las rutas de la Estrada Real, una red de senderos de la época colonial que iba desde los estados de Minas Gerais y São hasta las ciudades portuarias del estado de Río de Janeiro. Oro, diamantes y otros minerales preciosos descubiertos en el interior del país eran transportados por la Estrada Real hasta la costa, desde donde se exportaban a Portugal durante los ss. XVI,XVII y XVIII. Hoy, se pueden recorrer esas mismas rutas a pie o a caballo. 

Un paseo en todoterreno por la Carretera del Oro de Paraty, una ruta que antaño servía para exportar el oro de Minas Gerais, permite parar a tomar un poco de cachaça, un ron de caña de azúcar que es el principal ingrediente de la caipiriña, el cóctel nacional de Brasil. Paraty es famoso por producir una de las mejores cachaças del país. María Izabel, unos 10 km al norte de la ciudad, es una de las destilerías más destacadas del país. 

En la Costa Verde se come uno los mejores mariscos de Brasil. La moqueca, un guiso de pescado brasileño, es uno de los platos tradicionales a lo largo de la costa del país. En esta zona de Brasil, la moqueca a veces lleva gambas o calamares. Se sirve con un poco de farofa (harina tostada de yuca) espolvoreada por encima y se acompaña con un buen vaso de caipiriña o con un zumo de frutas exóticas como la pitanga, el cajá o el cupuaçu. 

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