De ruta por Moldavia, el país del vino

Texto por
Txell Moreno
Fuente de vino, bodegas Milestii Mici, Moldavia
Andrei_Bucica_Shutterstock

Una ruta vinícola por Moldavia

Hay que viajar a Moldavia por su genuina hospitalidad y sus primitivos paisajes. El país en forma de racimo de uva acoge una tierra de vinos rica en contrastes y digna de récords a través de un itinerario enoturístico al que, guste más o menos el vino, nadie puede resistirse.

El río Răut en las inmediaciones del monasterio de Orheiul Vechi, Moldavia © Alex Mit / Shutterstock El río Răut en las inmediaciones del monasterio de Orheiul Vechi, Moldavia © Alex Mit / Shutterstock

Seguramente más de uno no sepa ubicar en el mapa Moldavia, pero el que hasta la fecha ha sido uno de los países menos visitados de Europa está captando la mirada de cada vez más viajeros atraídos por su riqueza paisajística, su legado histórico que conserva, aún hoy, algún enclave enteramente comunista (Transnistria) y muy especialmente por su rica tradición vinícola, que merece la pena explorar y catar.

 

Panorámica aérea de Chisinau, Moldavia © Calin Stan / Shutterstock Panorámica aérea de Chisinau, Moldavia © Calin Stan / Shutterstock

Chisinau, la animada y agradable capital moldava, es la puerta de entrada para que el viajero, tras solo 3 h y 25 min de viaje en avión (vuelo directo desde Barcelona), pueda tomar el pulso a una ciudad que seduce por su autenticidad. Ese encanto moldavo tan genuino se deja ver a lo largo de todo el país, un territorio relativamente pequeño (su tamaño es similar al de Cataluña), situado entre Rumanía y Ucrania, que invita a recorrerse en clave de vino a través de la siguiente ruta.

 

Cricova, primera parada de la ruta vinícola

Viñedos de Cricova, Moldavia © visualpower / Shutterstock Viñedos de Cricova, Moldavia © visualpower / Shutterstock

Rumbo norte desde la capital, a escasos kilómetros de distancia, están las bodegas de Cricova. Esta joya del vino moldavo ocupa un lugar tan único como magno –asentada sobre las cuevas donde antaño se extrajo la piedra caliza empleada para la construcción de Chisinau–, y en él confluyen la historia del país, la arqueología y el arte de elaborar vino.

 

Laberinto subterráneo de las bodegas de Cricova, Moldavia © Yvonne Pijnenburg-Schonewille / Shutterstock Laberinto subterráneo de las bodegas de Cricova, Moldavia © Yvonne Pijnenburg-Schonewille / Shutterstock

Convertida en bodega subterránea en los años 50 del siglo pasado, cuenta con cerca de 120 km de laberínticos túneles y avenidas con nombres de variedades de uva (Merlot Street, Sauvignon Street, etc.) situados a más de 85 m de profundidad y provistos de una preciada colección de vinos procedentes de todo el mundo así como colecciones privadas pertenecientes a personalidades como Angela Merkel, Vladimir Putin o John Kerry, entre otros.

 

Segunda parada de la ruta de vinos: Milestii Mici

Las dimensiones de Cricova quedan cortas al lado del otro gran referente del país, el complejo de bodegas situado en el municipio de Milestii Mici, a unos 30 minutos al sur de Chisinau.

 

Plano de la bodega subterránea de Milestii Mici, Moldavia © www.milestii-mici.md Plano de la bodega subterránea de Milestii Mici, Moldavia © www.milestii-mici.md 

Con cerca de dos millones de botellas y más de 200 kilómetros de túneles subterráneos de piedra caliza que ayudan a mantener una temperatura y una humedad óptima para el almacenaje de vino, Milestii Mici es la mayor bodega subterránea del país. Sus cifras le han hecho merecedora de aparecer en el Libro Guinness de los Récords desde 2007. Fundada en 1969, en plena era soviética, la visita a esta bodega adentra al viajero en una maraña de túneles, galerías, salas de catas y avenidas que incluso cobijan una espectacular fuente de vino.

 


Moldavia

 

Hacia el sur, tercera parada de la ruta por Moldavia

Para aquellos viajeros ávidos de propuestas más vanguardistas y personales, merece la pena tomar el vehículo, seguir la ruta en dirección sur, y acercarse a bodegas como Asconi y Castel Mimi mientras se disfruta del paisaje moldavo a base de llanuras, suaves colinas, bosques y, por supuesto, viñedos.

 

Bodegas Castel Mimi, Moldavia © FrimuFilms / Shutterstock Bodegas Castel Mimi, Moldavia © FrimuFilms / Shutterstock

La ruta continua por cómodas carreteras hasta llegar a Tiráspol, la capital soviética de la autodeclarada República Moldava Pridnestroviana (RMP), más conocida como Transnistria, un territorio no reconocido como país por Naciones Unidas y sin embargo dotado de constitución, ejército y moneda propia desde hace 25 años. En medio de este peculiar escenario digno de la era comunista se encuentra la bodega y destilería Kvint, uno de los orgullos de Transnistria, que destaca por sus brandis de gran calidad. Fundada en 1897, ofrece visitas y degustaciones que vale la pena experimentar.


10 países que no existen

 

Purcani, cuarta parada de la ruta

Bodegas Purcani, Moldavia © www.purcari.wine Bodegas Purcani, Moldavia © www.purcari.wine

Saliendo de territorio transnistriano, rumbo al extremo sureste de Moldavia, la siguiente parada de la ruta vinícola tiene lugar en el pueblo de Purcari. Aquí, la bodega homónima se levanta en una de las regiones con mayor reputación del país, por su rico suelo y buen clima, gracias a su proximidad al Mar Negro. Establecida en 1827, Purcari es la finca vinícola más longeva de Moldavia y un gran tesoro histórico que se levanta en un bello castillo de estilo francés. Sus vinos son admirados dentro y fuera de sus fronteras, especialmente su legendario Negru de Purcari, uno de los favoritos de la reina Isabel II de Inglaterra.

 

Bodega vino, Moldavia © Photobank gallery / Shutterstock Bodega vino, Moldavia © Photobank gallery / Shutterstock

Última parada de la ruta vinícola por Moldavia

Y tras el máximo exponente de tradición, emprendemos de nuevo la ruta para llegar, a poco más de 15 minutos, hasta Et Cetera, una bodega familiar capitaneada por un grupo de jóvenes con mucho entusiasmo cuyo objetivo es la producción de vinos de carácter moldavo. Una propuesta experiencial, orgánica y muy acogedora, que representa el espíritu Moldavia.

Brindemos por ello: ¡salud!, o mejor Narok!, en moldavo.

 

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