Es la puerta de entrada a toda una aventura por la historia del legado Inca. En Cuzco, el corazón y el “ombligo del mundo”, que es lo que significa su nombre en quechua, todos los caminos conducen a la Plaza de Armas, centro neurálgico y sentimental de la ciudad, alma y corazón de todo lo que sucede en Cuzco.
Lo primero que sientes nada más aterrizar en Cuzco es, literalmente, la falta de aire y una extraña sensación de agotamiento. No sufras, se llama mal de altura y es debido a los más de 3.300 metros sobre los que se asienta esta histórica ciudad. A partir de aquí, calma. Uno termina aclimatándose, pero hasta entonces hay que caminar despacio, respirar tranquilo, comer ligero (las digestiones a esta altura son muy lentas) y procurar no beber alcohol. Mientras esperamos la llegada del primer pisco sour, lo mejor es tomar el té de coca que seguro te ofrecerán cuando llegues a tu hotel en Cuzco; es el 'cóctel' de bienvenida más característico.
Una vez recuperados, reconozco que a mí me costó un poco adaptarme a la altura y hubo varios días que necesité un poco de ayuda ‘extra’ (en los hoteles disponen de pequeñas botellas de oxígeno que te ayudarán y mucho en tu aclimatación), lo normal es comenzar el recorrido típico por Cuzco desde la Plaza de Armas. Aquí fue donde, según cuenta la leyenda, el primer Inca hundió en la tierra la vara de oro por mandato del Dios Inti, dándose así por encontrado el centro de la tierra o el ombligo del mundo. Hoy, esta bonita y enorme plaza es el centro de la vida en Cuzco, no obstante junto a ella se encuentran numerosas tiendas y restaurantes, además de su famosa Catedral barroca, uno de los mejores ejemplos de arquitectura colonial religiosa. En mi caso, además, tuve la gran suerte de estar presente el 24 de junio, cuando se celebra el festival del Sol Inca, más conocido como Inti Raymi, la más grande de las fiestas incas. La plaza, y Cuzco entero, lucen en todo su esplendor para dar forma a uno de los festivales andinos más famosos.
Al costado de la plaza, justo en los soportales y enclavado en un entorno único, se encuentra el que para mí es el mejor restaurante de Cuzco y uno de los mejores de todo Perú, Limo. Reserva con anterioridad, pide una mesa en el balcón y disfruta de un delicioso tartar de atún marinado en aceite de ajonjolí con vistas a la Plaza de Armas. Sencillamente inolvidable.
Tras una deliciosa comida, mi consejo es que continúes tu ruta por el carismático barrio de San Blas. Sus empinadas cuestas pondrán a prueba tu capacidad pulmonar, así que lo mejor es recorrerlo tranquilamente e ir haciendo paradas en sus tiendas de artesanía o en la Cafetería del Buen Pastor, cuya recaudación se dona íntegramente a causas sociales.
Al caer la noche, nada mejor que descansar entre los históricos muros de piedra inca del hotel Palacio Nazarenas, uno de los hoteles más nuevos y lujosos de Cuzco, y el único con piscina al aire libre.
Texto y fotos: Lorena G. Díaz