Tradiciones y naturaleza de la poco turística región japonesa
Tōhoku, en el extremo norte de Japón, es un territorio de naturaleza elemental en el que abundan fascinantes costumbres antiguas, leyendas míticas y tradiciones longevas. La gente que vive en Tōhoku comprende el valor de un momento y la preciosidad de la vida.
Un viaje a esta región poco visitada de Japón –donde el ritmo frenético y el auge urbano de la vecina Tokio parecen hallarse a años luz de distancia– ofrece al aventurero la ocasión de conocer su impresionante belleza natural y sus yacimientos históricos; de descubrir estilos de vida del pasado en antiguos pueblos japoneses, de profundizar en la espiritualidad y de experimentar la amabilidad de desconocidos.
Templo Chūson-ji en Hiraizumi, región de Tōhoku © Amana Images Inc / Getty Images
Los tesoros samuráis de Tōhoku
Región natal del pueblo autóctono de los emishi, Tōhoku tiene una larga historia feudal. Entre los ss. VII y IX fue habitado por varios clanes samuráis, mucho más tarde que en el centro y el suroeste de Japón.
Fundado en 1620 por Ashina Yoshikatsu, señor del clan Satake, el buke-yashiki de Kakunodate posiblemente sea el barrio samurái mejor conservado del país. La mayoría de sus bellos edificios tradicionales albergan hoy museos dedicados a la vida en la época feudal; otros ofrecen jornadas de puertas abiertas y se pueden visitar gratis. La calle principal del barrio está flanqueada por venerables cerezos que componen una imagen espectacular durante la estación del hanami (contemplación de las flores de los cerezos en primavera): conviene tener la cámara a punto.
Hanami, la belleza de las flores
La ciudad de Hiraizumi, en la prefectura de Iwate, fue la primera aportación de la región de Tōhoku al listado de Patrimonio Mundial de la Unesco, y debe su fama a su bellísima arquitectura histórica, cortesía del clan Fujiwara, dedicado a la minería del oro, que gobernó la zona en el s. XII. La principal atracción de Hiraizumi es el templo Chūson-ji, cuyo recinto albergó antaño más de 300 edificios, incluidos 40 templos separados. El conjunto quedó arrasado tras un incendio en 1337, pero dos de los edificios originales sobrevivieron a las llamas.
En la prefectura de Fukushima, la extensa ciudad de Aizu-Wakamatsu fue en el pasado una gran capital feudal, y sus puntos de interés –que incluyen un buen número de famosas destilerías de sake– quedan repartidos por toda la ciudad. De visita obligada son Aizu buke-yashiki y el edificio del templo de Sazae-do, curiosamente torcido.
Monte Haguro, Tōhoku © Syuzo Tsushima / 500px
Lo mítico y lo mágico de esta región japonesa
Tōhoku es también tierra de mitos y leyendas, con una longeva tradición espiritual. Es la región donde se encuentra el territorio sagrado de Dewa Sanzan. Según la religión popular shugendō, los tres picos de Dewa Sanzan –el monte Haguro, el monte Gassan y el monte Yudono– simbolizan, respectivamente, el nacimiento, la muerte y la reencarnación. Cada año, decenas de miles de peregrinos viajan hasta allí en compañía de los yamabushi (sacerdotes de montaña) por el trillado sendero que recorre las tres montañas. ¿Por qué no unirse a ellos?
Pueblo de Yamadera, región de Tōhoku © Sean Pavone / Getty Images
No muy lejos de allí se encuentra el pueblo de Risshaku-ji (Yamadera), inmortalizado por el maestro de los haikus Matsuo Bashō en su clásico Sendas de Oku. Merece la pena subir los 1000 peldaños de piedra hasta lo más alto del templo para admirar las vistas, que son espectaculares; y si el viajero se da cuenta a lo largo del camino de que lo importante es el trayecto, y no el destino, estará un paso más cerca de alcanzar la iluminación.
En la península de Shimokita, casi en la punta de Honshū, la isla principal de Japón, se encuentra el cautivador templo de Osorezan-bodaiji, construido en honor a Jizō Bosatsu, protector de los niños y una deidad muy querida en la mitología japonesa. Tras el terremoto y el tsunami del 2011, este templo se convirtió en un refugio de curación y esperanza para muchas familias. Conviene visitarlo con el corazón y la mente abiertos, porque la visita conmueve por su belleza, su tristeza y su serenidad.
El valle de Tōno siempre ha sido territorio de mitos y leyendas, que cobraron fama gracias al escritor Kunio Yanagita y su clásico Leyendas de Tōno, una de las diversas recopilaciones de historias locales sobre los yokai (fantasmas y espíritus) de la región, que incluyen al famoso kappa (un diablillo acuático). Al visitar el pueblo es imprescindible aventurarse hasta el misterioso Gohyaku Rakan o aumentar las probabilidades de hallar el amor verdadero en el santuario Unedori Sama.
El lago Towada, Tōhoku © CHEN MIN CHUN / Shutterstock
La naturaleza espectacular de Tōhoku
Al ser una de las zonas con menor densidad de habitantes de Japón, Tōhoku es famosa por su terreno montañoso. Allí siempre se está cerca de picos volcánicos y bosques espesos. En los meses más cálidos, la gente que visita la región del Towada-ko (lago Towada), dentro del Parque Nacional Towada-Hachimantai, se ve recompensada con preciosas vistas y con la oportunidad de pasar un rato en sus frías y cristalinas aguas. Pero la atracción más famosa de la zona es Matsushima, una espectacular colección de cientos de islas azotadas por el viento y el mar.
‘Onsens’ sublimes en las montañas de Tōhoku
Quien visite Japón y se considere un aficionado a los onsens, debería tener como prioridad los singulares y remotos manantiales termales de las montañas de Tōhoku. Aunque llegar hasta allí exige un poco más de esfuerzo, pasar una noche relajándose en sus aguas templadas bajo las estrellas será una experiencia inolvidable; como también lo será retirarse después, tras el reconfortante baño, a la habitación de estilo antiguo y disfrutar de un suntuoso banquete kaiseki de cocina local en compañía de alguien especial.
Nyūto Onsen, Tōhoku © Yusei / Shutterstock
En las colinas que rodean al Tazawa-ko (lago Tazawa), al final de la carretera de montaña, se encuentra Nyūto Onsen, una pequeña selección de onsens excepcionales que ofrecen baños de interior, al aire libre y mixtos. Es buena idea pernoctar en uno de los apacibles ryōkans (posadas tradicionales japonesas) de la zona. Con un pase de un día pueden visitarse ocho onsens.
Situado en medio de la sección del Hakkōda-san (monte Hakkoda) del Parque Nacional de Towada-Hachimantai, en la prefectura de Aomori, se encuentra Sukayu Onsen, famoso por ser uno de los mejores baños tradicionales de Japón. Sus aguas son calientes y ácidas, y los baños son mixtos y ocupan una vieja casa de baños de madera que ha superado un montón de gélidos y solitarios inviernos.
El Sendai Tanabata Matsuri en Tōhoku © MOCCABUNNY / Getty Images
Festivales inolvidables
La gente de Tōhoku celebra un sinfín de tradiciones venerables con varios siglos de historia, y casi todas ellas culminan con algunas de las celebraciones más emocionantes del verano. Uno de los mayores festivales de la región es el Sendai Tanabata Matsuri, que llena la ciudad de miles de banderines de colores y guirnaldas de papel para celebrar una antigua leyenda china según la cual dos estrellas, Vega y Altair, se enamoraron, pero su amor estaba destinado al fracaso. Otros festivales, como el Aomori Neputa Matsuri y el Hirosaki Neputa Matsuri cuentan con desfiles de elaboradísimas carrozas iluminadas que avanzan por las calles al son de los tambores taiko y de cantos y danzas tradicionales. Durante el Akita Kantō Matsuri, igual de cautivador, cientos de personas balancean farolillos iluminados que cuelgan de larguísimas varas mientras desfilan por las calles de la ciudad al ritmo de los grupos de percusión de taiko. ¡Quien se anime, puede participar de la fiesta!