Grandes viajes: la Ruta de la Seda

Escrito por
Varios autores de Lonely Planet

2 Junio 2017
5 min de lectura
© MisoKnitl / Getty Images / iStockphoto
Tashkent, Uzbekistán

La Ruta de la Seda, un viaje exótico por el Asia central

La Ruta de la Seda engloba a las antiguas repúblicas soviéticas y las maravillas arquitectónicas del pasado islámico es el que recorre las carreteras que atravesaban caravanas cargadas de una seda que valía su peso en oro.

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China

 

Con tantas hebras como el propio tejido, la Ruta de la Seda no era una sola, sino una red frágil de caminos intercontinentales de caravanas que atravesaban algunas de las montañas más altas de Asia y los desiertos más inhóspitos.

La seda empezó a transportarse a Occidente desde China hace más de 2000 años, cuando los partos (pueblo persa del antiguo Irán), en la meseta iraní, se enamoraron del suave y delicado tejido. Se cree que el primer intercambio consistió en un huevo de avestruz por una pieza de seda. Tras su derrota en la batalla de Carras en el 53 a.C., los romanos desarrollaron una cara obsesión por el tejido, que en unos siglos se convertiría en una mercancía más valiosa que el oro.

 

Kashgar, China © fdecomite - www.flickr.com/photos/fdecomite/4367662455 Kashgar, China © fdecomite - www.flickr.com/photos/fdecomite/4367662455

Aunque el entramado de carreteras se expandió con los siglos, la ruta tenía su principal extremo oriental en la capital china de Chang’an (actual Xi’an), y terminaba en Constantinopla (hoy Estambul), con caravasares que servían de hoteles para mercaderes aproximadamente cada 30 km. Llevaba muchos meses atravesar los 8000 km que la conformaban. La ruta dio lugar a una relación comercial entre Asia y Europa sin precedentes, pero su relevancia radica en el intercambio de ideas, tecnologías y fe que supuso y que sirvió para formar la primera ‘autopista de la información’ del mundo. Paradójicamente, mientras el grueso del comercio viajaba en dirección oeste, las ideas religiosas se desplazaban principalmente hacia el este.

La Ruta de la Seda empezó su decadencia cuando China abandonó el cosmopolitismo de la dinastía Tang y se encerró tras su Gran Muralla, y fue abandonada cuando las nuevas potencias europeas descubrieron rutas marítimas alternativas en el s. XV. Asia central sufrió el olvido de Oriente y Occidente hasta la llegada de los exploradores rusos y británicos en el s. XIX. Entonces, veinte siglos después de la llegada de la primera misión china, el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen acuñó la romántica expresión Ruta de la Seda. Hoy casi cualquier ruta que atraviese Asia central sigue algún tramo de la Ruta de la Seda.

 

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Uzbekistán

 

El viaje hoy

Tras unas semanas en China y Kirguistán, se llega al país donde convergen todas las hebras del camino de la seda: Uzbekistán.

 

Madraza Sher Dor, Samarcanda, Uzbekistán © Marko Petric / Lonely Planet  Madraza Sher Dor, Samarcanda, Uzbekistán © Marko Petric / Lonely Planet 

La capital, Tashkent, se parece mucho al gigante comunista que la reconstruyó, pero tras una mañana en la carretera ya se acerca Samarcanda, y pocos lugares conservan un aroma más intenso a Ruta de la Seda. Muchas cosas tienen el aspecto de un libro de historia, desde el perfil urbano de cúpulas y minaretes hasta los monumentos creados por Tamerlán (también llamado Timur el Cojo), que, cuando la ruta estaba en pleno auge, gobernaba desde aquí su vasto imperio. Pero lo que uno desea ver realmente es la plaza del Registán, el corazón aún latente de Samarcanda. Rodeada por los magníficos edificios de tres madrazas (las más antiguas del mundo), es fácil imaginarla en tiempos de la Ruta de la Seda, convertida toda ella en un bazar.

Estar en la plaza es como contemplar un cañón artificial, con las fachadas de las tres madrazas recubiertas de azulejos elevándose ante los ojos. Son mosaicos intrincados; uno se queda mudo ante los felinos rugiendo en lo alto de la madraza Sher Dor, y de sus leones parecidos a tigres desafiando la prohibición islámica de representar animales. Recuerda que, a lo largo de la historia, Uzbekistán ha practicado, a veces de un modo irreverente, su religión, como demuestra la moderna encarnación de las madrazas. Todavía se mercadea en los alrededores de la plaza, aunque el comercio se ha retirado a las tiendas de recuerdos, en el interior de las salas y celdas de las madrazas. Y uno se adentra en ellas para ver si todavía hay seda en las mesas de la ciudad más genuina de la ruta.

 

 

 

Atajo

Si se desea hacer el trayecto más corto y en menos tiempo, muchas compañías de viajes ofrecen recorridos por la Ruta de la Seda que, normalmente, se concentran en secciones individuales. La más evocadora, cuando se viaja en grupo o de manera independiente, es la de la provincia china de Xinjiang y las ciudades de Samarcanda y Bujará, en Uzbekistán.

 

Desvío

Cualquier viaje por la Ruta de la Seda pasa en algún momento por la ciudad de Kashgar, en Xinjiang. Desde aquí es posible desviarse hacia otra de las carreteras más espectaculares, la del Karakorum.

Siguiendo el desvío de la propia Ruta de la Seda, la carretera asciende por el Himalaya, cruza los 4730 m del paso de Khunjerab hasta Pakistán y el mítico valle del Hunza. Termina a 1300 km de Kashgar, en la ciudad pakistaní de Rawalpindi. 

 

Experiencias únicas

• Subirse a las ruinas de las murallas de la ciudad de Xi’an y vaticinar cómo podía ser un viaje épico hacia Europa.
• Catar el estilo de la Ruta de la Seda en el mercado dominical de Kashgar, cuando la ciudad parece invadida por los balidos de los animales.
• Comprar seda en Margilon, el moderno centro de producción de seda de Uzbekistán. Se puede comprar tela a metros en la fábrica de Yodgorlik, que realiza casi todo el proceso prácticamente sin electricidad, como se hacía antiguamente.
• Visitar las madrazas de Samarcanda y Bujará, en Uzbekistán.
• Ver las ruinas de Merv, en Turkmenistán, ciudad que rivalizaba con Damasco, Bagdad y El Cairo como uno de los grandes centros del islam.

 

  • DISTANCIA - 8000 KM  
  • PAÍSES - CHINA, KIRGUISTÁN, UZBEKISTÁN, TURKMENISTÁN, IRÁN Y TURQUÍA
  • DURACIÓN IDEAL - DE TRES A CUATRO MESES  
  • MEJOR ÉPOCA - DE JUNIO A OCTUBRE
  • CONSEJO - TRAMITAR LOS VISADOS ANTES DE SALIR

 

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