Guía de supervivencia para volar con niños
Todos lo hemos hecho alguna vez. Al ver entrar a unos padres con un niño pequeño en brazos en el avión, hemos contenido la respiración y rezado para que la familia no se sentara cerca de nosotros. Pero si uno mismo es el padre o la madre… ¿Cómo se puede evitar que se cumplan los peores temores del resto de los pasajeros? Estos son algunos consejos y trucos para que los compañeros de viaje (y uno mismo) sobrevivan a la experiencia.
Conocer las reglas
Si se viaja con niños, hay que planificar todo con cuidado y asegurarse bien de los detalles del vuelo (asientos, escalas, instalaciones del aeropuerto, menú infantil, productos que permiten llevar a bordo cuando se viaja con un bebé, etc.).
Los niños menores de dos años pueden volar como “pasajeros sin asiento” en la mayoría de las compañías aéreas. Esto quiere decir que pagan una tarifa reducida (a veces no pagan nada en los vuelos nacionales), pero no disponen de asiento propio. Si el niño tiene más de dos años se deberá comprar un billete. En cualquier caso, hay que hacer una reserva para el niño.
Si se viaja con él en el regazo, vale la pena preguntar por asientos libres en el avión porque si no está completo, los pasajeros suelen estar dispuestos a cambiar de asiento para que los padres y los niños tengan más espacio para moverse. Por ello es útil viajar en momentos de baja demanda, siempre que sea posible elegir.
A los niños sin asiento no se les permite ir en un “cuco” o sillita de bebé durante el viaje. Se deberá llevarlos encima y es recomendable mantenerlos cerca del cuerpo, a ser posible de frente al adulto, durante el despegue y el aterrizaje. Algunas compañías proporcionan un cinturón de seguridad infantil especial junto al cinturón de seguridad del adulto. En los vuelos largos, los aviones más grandes a veces tienen cunas para los niños en los asientos tras las mamparas, que deben ser reservados con antelación.
Por ejemplo, Iberia dispone en los vuelos intercontinentales de un determinado número de cunas-confort para bebés de hasta 8 meses y 11 kg (máximo). Estas cunas, así como los asientos para los adultos que acompañan al bebé, no pueden reservarse onlinesino en la central de reserva de cada país.
Aunque que llevar al niño en el regazo es un ahorro importante, no es necesariamente la forma más fácil ni más segura de volar. Si se compra un asiento independiente para el niño, irá más seguro (y probablemente más cómodo) en un asiento de seguridad homologado por las compañías aéreas. Las regulaciones varían: algunas aerolíneas no permiten que los asientos miren hacia atrás y otros no permiten a los bebés muy pequeños viajar en asientos de seguridad de ninguna manera, así que conviene revisar la normativa de la compañía aérea antes de viajar.
Recuérdese que las familias con niños pueden embarcar antes que el resto de pasajeros. Para desembarcar, sin embargo, es mejor esperar a que baje el resto del pasaje.
Conseguir el equipo adecuado
Como en cualquier aventura, la clave del éxito se encuentra a menudo en tener el equipo adecuado. Cualquiera de estos elementos puede ser crucial para que el viaje sea más fácil.
Si se quiere llevar el propio asiento de seguridad, hay que tener en cuenta que existen modelos especialmente cómodos que eliminan la necesidad de una silla de paseo, lo que permite pasear a través del aeropuerto. Una vez a bordo, estas sillitas de viaje pueden guardarse en el compartimento superior.
Si en el destino no va a necesitarse asiento de coche para los niños, se puede llevar un arnés CARES (kidsflysafe.com), que cabe en un bolso de mano y es fácil de instalar. El arnés, certificado por la FAA, es útil para mantener a los niños pequeños seguros durante el despegue, el aterrizaje y las turbulencias.
Siempre que se viaje con un bebé y se lleve carrito propio, existe la opción de conservarlo hasta el momento de entrada en el avión o facturar el mismo como el resto de su equipaje. Si se lleva hasta la puerta del avión, se puede transportar en cabina siempre que haya espacio. Si no, el personal de vuelo se lo llevará a la bodega y lo entregará en la puerta del avión a la llegada. Si se factura como equipaje, se recoge al llegar.
Planificar con anticipación
Ya se sabe cómo mantener a los niños a salvo en el avión. Ahora viene la parte difícil: mantenerlos felices. Para eso resulta muy útil un poco de planificación, que debe comenzar mucho antes de subir al avión, especialmente para los niños.
Lo primero es asegurarse de que los niños entiendan lo que va a suceder en esta gran aventura, incluyendo el engorroso control de seguridad y todos sus pormenores, el embarque en el avión y el vuelo en sí. Hay libros y DVDs especialmente pensados para que los niños entiendan el viaje como una gran aventura.
Es importante tener en cuenta las necesidades de sueño del niño durante el viaje. ¿Es de los que son capaces de dormir en medio del bullicio o es de los que necesitan una habitación tranquila y oscura? Si es de los primeros, mejor dejar la siesta para el vuelo y que cuando despierte esté en ya en la “tierra de sus sueños”. Los niños tienden a conciliar con bastante facilidad el sueño durante el vuelo, especialmente si se cuida bien el momento de despegue. Pero como son los padres quienes mejor conocen a sus hijos, si se piensa que el niño no será capaz de dormir con el revuelo del viaje, puede ser mejor programar el vuelo por lo mañana o cuando el niño esté más fresco y descansado.
Entretener
El día del viaje hay que llegar con tiempo al aeropuerto y dejar que el niño corra y explore todo lo que pueda antes de embarcar. Se pueden aprovechar las cintas transportadoras, puertas de embarque vacías y áreas de juego. El niño va a tener que permanecer sentado durante mucho tiempo, por lo que será mejor que gaste antes su energía.
Se recomienda llevar una provisión de bocadillos o algo para comer en el equipaje de mano. En este punto los consejos básicos son evitar el azúcar y preferir, por ejemplo, bocadillos ricos en proteínas. La leche es una poción mágica que ayuda con la presión del oído y proporciona un efecto sedante y calmante. Se puede comprar justo antes de subir algo de leche (mejor no traerla de casa porque la retirarán en el control de seguridad), ya que no todos los vuelos tienen leche a bordo. Hay que recordar que la hidratación es muy importante antes y durante el vuelo.
Otro buen consejo es llevar siempre ropa de recambio en cabina para cualquier incidencia e incluso un pijama o algo más por si se extravía la maleta.
Y por supuesto, hay que meter en el equipaje de mano un montón de sorpresas: una combinación de sus juguetes favoritos y otros que no se hayan visto, libros nuevos y cosas que puedan llamar su atención. Llevar un reproductor de dvd a mano con las películas favoritas puede resultar de gran ayuda en los vuelos largos o cuando hay escalas.
Desde geoPlaneta se nos ocurren algunas buenas ideas: por ejemplo, los títulos de Mi primera Lonely Planet (Londres, Nueva York, París, Roma), guías de viaje pensadas para despertar y avivar el interés de los lectores más jóvenes. También se les puede ofrecer algún título de la colección Viaje y aventura (El libro del buen explorador o Viajar por el mundo), con temas del gusto de los más aventureros y audaces. Para que los padres tengan ideas acerca de actividades…
Una de las molestias más frecuentes que sufren los niños es el molestísimo dolor de oídos por la altitud y la presión, sobre todo en el despegue y en el aterrizaje: se recomienda dar a los bebés un biberón o chupete para que succionen y para los más mayores un chicle o caramelo, aparte de bostezar.
En el capítulo de consejos es imprescindible recordar a los padres que lo que para ellos es “natural” para el resto del pasaje puede ser insoportable, sobre todo en trayectos largos.
Lo más importante es siempre esperar lo peor, aunque se desee que todo vaya lo mejor posible. Y pase lo que pase en el avión, hay que recordar que valdrá la pena una vez que se llegue al destino.