Donde fueres, haz lo que vieres
“Con pan y vino se hace el camino”. Lo dice un refrán muy antiguo y en este reportaje verás que está más de actualidad que nunca. En nuestras escapadas por España, tomar un vino de la tierra es la oportunidad perfecta para conocer los secretos que nos depara nuestro destino y celebrarlo con amigos. Ya lo dijo Salvador Dalí "quien sabe degustar no bebe jamás el vino, sino que degusta secretos". Que llegamos a un pueblo remoto y nos encontramos con la sorpresa de que son las fiestas patronales… ¡pues el secreto es celebrarlo con un vinito entre charangas y bailoteos en la plaza del pueblo! Que nos hemos metido en el cuerpo kilómetros y kilómetros de carretera para llegar hasta una ciudad llena de arte y cultura.... ¡pues nos preparamos para seguir la marcha cultural tomando unos chatos en alguna terraza chula!. Que hemos quedado con viejos amigos para conocer su ciudad… pues nada mejor que irnos de vinos para recordar buenos tiempos y ponernos al día. Que no conocemos a nadie pero queremos hacer amigos… una ronda de vinos y tapas y salimos con una legión de colegas, como si fueran amigos de toda la vida.
Un secreto: el vino es un buen aliado para disfrutar de la vida (siempre con moderación), y en España es el mejor guía para salirnos de lo habitual y conocer nuestro país a través de su patrimonio vitícola.
1. De chiquiteo por el norte
Parte Vieja de San Sebastián, País Vasco, España © marchello74 / Shutterstock
Practicar el chiquiteo (txikiteo o poteo, que también se le llama así) por el País Vasco, Navarra o La Rioja es todo un arte. Consiste en ir de bares, tascas o tabernas, en una zona limitada, tomando en cada uno un chiquito (un chato) en pequeños vasos de vino, con un grupo de amigos o cuadrilla. Está todo pensado: en pequeñas dosis es más fácil completar la ronda y visitar el mayor número posible de bares. Habrá que remojar con unos pintxos para poder resistir lo más posible y alargar la diversión. El chiquiteo es la forma de relacionarse típica del norte y si no tenemos cuadrilla o somos forasteros, tampoco importa mucho: solo tendremos que sumarnos a la corriente.
Vino y 'pintxos', País Vasco, España © Olaf Speier / Shutterstock
Entre las mejores propuestas: el Casco Viejo de Bilbao, con lugares como la Plaza Nueva, la Calle del Perro o Somera o las famosas calles Laurel y San Juan de Logroño, donde cada bar cuenta con un pincho estrella. En San Sebastián sigue siendo una tradición el chiqueteo en los bares de la Parte Vieja y en algunos del barrio de Gros, pero aquí la cosa se ha sofisticado bastante y los cocineros han dado rienda suelta a su imaginación para acompañar los txiquitos con pintxos cada vez más creativos. Lonely Planet acaba de declarar el tapeo / chiquiteo en San Sebastián como la mejor experiencia gastronómica ¡del mundo!.
8 aperitivos vascos
2. De bodegas por Rioja
Bodegas Marqués de Riscal en Elciego, Álava, España © Valikdjan / Shutterstock
El enoturismo, tan de moda, no tiene por qué ser nada sofisticado ni exclusivo. Ir de bodegas hoy es un plan sencillo, divertido y barato para hacer solos o con un grupo de amigos. Y hay zonas que invitan especialmente a enriquecernos con este plan “cultural-gastronómico”, visitando diferentes tipos de bodegas y terminando siempre en una cata en la que nos enseñarán como disfrutar más del vino.
El Barrio de la Estación, Haro, La Rioja, España © El Barrio de la Estación
En Rioja han hecho del enoturismo su principal propuesta turística y no hay viajero que no se anime a visitar una o varias de sus bodegas. Por ejemplo en Haro, donde hay todo un barrio (el de la Estación) que concentra las principales bodegas de la zona entre las que hay algunas de las mejores del país. En cada una encontraremos algo diferente pero siempre con vinos fantásticos. Las hay tradicionales y también otras más modernas, pero en todas descubriremos el arte del buen comer y del buen beber. Y todo en medio de espectaculares paisajes protagonizados por los viñedos.
3. De terraceo en Madrid
Terrazas, Madrid, España © trabantos / Shutterstock
Arriba o abajo. En los últimos años Madrid se ha llenado de terrazas en lo alto de los hoteles, o a pie de calle; en jardines o en patios interiores. El terraceo se ha convertido en “deporte de moda” y no importa que haga calor o frío, porque hay soluciones para todo y están abiertas todo el año.
Las terrazas son ahora los sitios más codiciados de la ciudad para tomar un vino de aperitivo, como colofón a un día de museos y paseos, o para una velada de noche entre amigos. Entre las azoteas, ya hay algunas clásicas, como la del Círculo de Bellas Artes, el Hotel Suecia o el Hotel Mint, todas con unas vistas fantásticas de la Calle Alcalá y la Cibeles. En la plaza de Santa Ana, la enorme azotea del Me by Meliá es una cita casi imprescindible. En la Gran Vía cada vez hay más: la del Hotel Principal, la del Hotel Emperador con su famosa piscina, o la del Índigo (también con piscina). A pie de calle tenemos centenares de terrazas para elegir donde tomarnos un vino: en el Paseo de Rosales, en el Retiro y sus alrededores, a lo largo de la Castellana y Recoletos, en los frescos patios interiores de hoteles de lujo como el Orfila o el Intercontinental...
La terraza del hotel The Hat, Madrid, España © www.thehatmadrid.com
Nuestra propuesta: descubrir algunas de las terrazas menos convencionales, como las de El Paracaidista, en pleno Malasaña, la mítica de El Viajero, que lleva 20 años como codiciada terraza con buen rollo junto al mercado de la Cebada, la relajada terraza de The Hat, un original Hostel en el Madrid más castizo, junto a la Plaza Mayor, o ¿por qué no? la sorprendente azotea de un mercado de toda la vida, el de Barceló, entre plantas, tumbonas y sombrillas.
5 terrazas para todos los gustos en Madrid
4. De vinos en Andalucía
Bodega vino Jerez, Andalucía, España © DeltaOFF / Shutterstock
En Andalucía la gente parece “no tener casa”, como dirían nuestras abuelas. El clima acompaña y también que todo el mundo parece tener muchas ganas de salir a la calle y hacer amigos. Y cuando uno viaja por Andalucía se le contagia rápidamente este espíritu. La cosa es fácil: se llega a cualquier calle o plaza de cualquier pueblo o ciudad del tamaño que sea, se echa un vistazo rápido para contar cuántos bares y restaurantes hay alrededor (que suelen ser unos cuantos) y se elige uno o varios objetivos (al azar, si no tenemos otras referencias). Ya solo queda pedirse un Jerez (fino, manzanilla, oloroso... la lista es interminable) o un Montilla-Moriles, un Málaga o un Condado de Huelva para practicar el noble arte de la conversación. ¿O por qué no un vino dulce, que por aquí los hay buenísimos?
Plaza del Salvador, Sevilla, Andalucía, España © cge2010 / Shutterstock
Una experiencia más que recomendable: hacer una ruta de tapas por Sevilla por las tabernas más clásicas y también por los nuevos bares que han revolucionado las tapas. El fino es obligado para acompañarlas. El Rinconcillo, la Taberna Álvaro Peregil, la centenaria Casa Morales, entre barriles de vinos o los bares de la animada Plaza del Salvador, son buenas opciones. Incluso hay tiendas de vino de toda la vida donde han hecho del tapeo un arte, como la Antigua Abacería de San Lorenzo, con sus maravillosos caldos.
Una Sevilla alternativa en la Alameda de Hércules
5. De furanchos en Galicia
Viñedos en Orense, Galicia, España © carballo / Shutterstock
Dicen que los furanchos son uno de los secretos gastronómicos mejor guardados de Galicia. Toda una experiencia. Para encontrarlos hay que viajar por carreteras secundarias del sur de Galicia y buscar alguna rama de laurel colgada en los muros de una casa o en una verja. Nos indicará que aquí hay excedentes de vino y comida de auténtica abuela gallega. En realidad, los furanchos (o loureiros, por lo de la hoja de laurel) son casas particulares que abren una parte como comedor al público para servir el vino que sobra de su propia cosecha y lo acompañan con comida casera. Y nada más: ni refrescos ni menú.
Empanada gallega, Galicia, España © bonchan / Shutterstock
El vino es joven, los sacan directamente del barril y lo sirven en taza (cunca) o en jarra, Y para acompañar, los furancheiros ofrecen unas cuantas tapas que pueden ir desde huevos fritos, embutidos, pimientos de Padrón, sardinas, tortillas o empanadas. El furancho no es un bar, ni una competencia desleal a los restaurantes: tiene que tener viñas propias y que declaren los alimentos que venden para conseguir una placa de actividad del Ayuntamiento. Solo abren unos meses, entre diciembre y junio, y mientras que acaban el vino que les ha sobrado. En marzo y abril el clima además acompaña y hay más furanchos abiertos. Toda una experiencia para probar vino local y comida de la de toda la vida.
6. De vinos y museos por la Ribera del Duero
Interior de las Bodegas Portia, Gumiel de Izán, España © www.rutadelvinoriberadelduero.es
Y el vino tampoco tiene que estar dentro de una botella o una copa para disfrutarlo. Cada vez son más las experiencias originales con vino: desde museos donde enseñan cómo se logra un buen vino, spas que invitan a embadurnarse la piel con vino para probar sus efectos benéficos, hasta ideas para maridar el vino en catas originales en algunas de las nuevas bodegas abiertas a todos los públicos. En Castilla y León, a lo largo de la Ribera del Duero, encontraremos bodegas que son toda una lección de arquitectura de vanguardia como las de Portia, en Gumiel de Izán, obra de Norman Foster, o la de Protos en Peñafiel, obra de Richard Rogers.
Lonely Planet ha escrito este artículo con el apoyo de LA INTERPROFESIONAL DEL VINO DE ESPAÑA. Todas las opiniones expresadas son propiedad estrictamente de Lonely Planet y reflejan su política de imparcialidad e independencia editorial.