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Un pianista tocando y camareros con pajarita llevando pasteles y cartas de cafés. Esto es lo que los vieneses llaman Gemütlichkeit (confort), y uno lo entiende mientras se toma su melange (café con leche), lee el periódico y ve pasar la vida. En Viena hay un café para cada ocasión, ya sea el Café Sacher por sus tartas de chocolate, el Café Jelinek por su toque extravagante o el Café Leopold Hawelka por su ambiente bohemio. Aquí se puede hablar, leer y soñar, tal como hicieron Trotsky, Freud, Hundertwasser o Warhol.