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Si la destrucción en 1993 del puente del s. XVI del centro de Mostar evidenció el desgarrador sinsentido de la guerra civil en Yugoslavia, su minuciosa reconstrucción es un símbolo de la etapa posterior al conflicto. El encantador barrio otomano se ha reconstruido acertadamente y vuelve a ser un pintoresco mosaico de mezquitas de piedra, puestos de recuerdos y cafés. No obstante, las hileras de edificios bombardeados constatan lo lejos que queda una reconciliación plena en una ciudad aún dividida.