Los países bálticos ofrecen muchas oportunidades de contacto estrecho con la cara más amable de la naturaleza: remo en lagos brillantes, rutas de senderismo o cicloturismo por hermosos bosques, descanso en la playa. En lugar de luchar para conquistar altas cumbres, la región permite extasiarse ante un escenario natural accesible y soberbio.
Aunque los llanos países bálticos carecen de la espectacularidad de las regiones montañosas, albergan lugares en los que la naturaleza salvaje dicta las normas.
En los países bálticos abundan los espacios para respirar a pleno pulmón y ofrecen algunas de las mejores opciones del continente para huir de las multitudes y disfrutar en plena naturaleza. Basta revisar los datos de población para saber que cuentan con terreno de sobra.
Para gozar del aire libre se puede elegir entre una gran variedad de actividades. Se puede recolectar bayas silvestres antes de disfrutar de la brisa salada y las prístinas playas de arena blanca bañadas por las aguas azul intenso del Báltico. Después, se puede pedalear entre densas zonas boscosas, deslizarse por un plácido río o maravillarse con la flora y la fauna de las reservas naturales. Quienes busquen una dosis de adrenalina encontrarán opciones sorprendentes, desde bobsleigh hasta puenting. Además, se puede probar el esquí de fondo o por suaves descensos, o simplemente ir a sudar a una sauna rural tradicional.
Gracias al terreno llano de la región, la bicicleta se erige en una opción ideal para todos los viajeros. Los ciclistas ocasionales pueden ceñirse a los carriles-bici, mientras que los más expertos pueden atreverse con rutas de varios días. Pese a la escasez de rutas de montaña, abundan los caminos de tierra en bosques, y los variopintos y serenos paisajes garantizan unas vistas siempre encantadoras.
Las capitales bálticas también están potenciando el uso de la bicicleta. Los carriles-bici urbanos se multiplican cada año mientras proliferan los sistemas de uso compartido y de alquiler de fácil acceso.
En Estonia destacan las tranquilas carreteras secundarias de las islas de Muhu, Saaremaa y Hiiumaa, así como los parajes costeros y forestales del Parque Nacional de Lahemaa.
Quien busque ayuda para planificar su viaje, puede acudir a operadores especializados en cicloturismo que ofrecen servicios completos, desde la planificación del itinerario a rutas guiadas. Para organizarse uno mismo, resulta muy útil consultar la abundante información de www.eurovelo.org.
City Bike (www.citybike.ee; Estonia)
Acudir a un spa es habitual entre los estonios, que comparten la costumbre de la sauna con sus vecinos finlandeses. Se puede probar la tradicional sauna de humo en el Museo Agrícola de Mihkli, en la isla de Hiiumaa. Muchos estonios se refieren a la isla de Saaremaa como “Spa-remaa” a raíz de la proliferación de spas, concretamente en Kuressaare. También se hallan excelentes spas en Pärnu, Rakvere, Võru y Tallin.
Pese a que los países bálticos carecen de la grandiosidad escarpada y de las grandes extensiones naturales de sus vecinos, una caminata de uno o dos días por alguno de sus parques nacionales resulta igualmente gratificante. Las zonas boscosas (Estonia, 51%) suponen un reclamo inmenso, máxime si se puede observar castores, recolectar bayas o escuchar historias de brujas y hadas a lo largo del camino.
Basta con calzarse unas botas de montaña, respirar profundamente y ponerse en marcha por las rutas de parques nacionales como el de Lahemaa. Entre los pueblos más recomendables como base se cuentan Otepää y Rõuge. Quienes no se sientan tentados por el senderismo convencional, tal vez prefieran ponerse un par de botas impermeables y realizar una caminata guiada por los cenagales del Parque Nacional de Soomaa.
Tras la reclusión invernal, la región vuelve a la vida en verano, momento en que se aprovecha la menor oportunidad para empaparse de vitamina D a medida que los días se van alargando. Nunca se está demasiado lejos del mar o de los lagos, donde se puede pescar, navegar, nadar o practicar windsurf. Y cuando el tiempo no acompaña, siempre se puede acudir a los centros acuáticos (con piscinas cubiertas, toboganes, saunas, etc.) de las grandes ciudades y lugares de veraneo.
Los principales destinos de playa del Báltico en Estonia son Pärnu, Narva-Jõesuu y Saaremaa.
Ver pasar lentamente el paisaje mientras se desciende por las tranquilas aguas de un río resulta una forma fantástica de observar la naturaleza desde un ángulo diferente. Y dado que los ríos de la región no abundan en rápidos, se trata de un lugar magnífico donde los principiantes pueden perfeccionar su técnica y las familias entretener a los más pequeños. La inmensa belleza paisajística y la paz de la región consiguen que incluso aquellos viajeros que prefieren experiencias extremas no tarden en olvidarse de los rápidos.
Las piraguas o las tradicionales haabjas (embarcaciones ugrofinesas talladas en un solo tronco) brindan una buena forma de explorar el Parque Nacional de Soomaa, en el suroeste de Estonia; incluso se puede aprender a construir una. Otepää supone otro buen lugar para organizar y acceder a excursiones en piragua en Estonia, al igual que el Parque Natural de Haanja.
El amplio conjunto de lagos, ríos y arroyos de los tres países ofrece un sinfín de oportunidades para pescar. Basta con acercarse a una oficina de turismo y solicitar información sobre lugares de pesca y permisos.
En Estonia destaca el enorme lago Peipus.
El profundo arraigo de los bálticos a la tierra se refleja en su obsesión por la recolección de bayas y setas, dos pasatiempos muy populares en los tres países. No hay mejor forma de experimentar esta tradición que acompañando a un amigo autóctono al bosque a recoger bayas en verano o setas en otoño.
Otra opción es unirse a una excursión organizada, pues los lugareños prefieren no revelar sus puntos de recolección preferidos, por lo que preguntar no suele servir de ayuda. Para información sobre excursiones organizadas, visítese www.maaturism.ee, o las oficinas de turismo locales.
Entre los más de mil tipos de setas de la región, unas 400 son comestibles y unas 100 venenosas; no hay que comer nunca nada si no se está completamente seguro. A menos que se vaya acompañado de un guía local, es mejor ir a un mercado y probar los productos recién recolectados. Los amarillentos rebozuelos y los carnosos boletus se cuentan entre los mejores. En las cartas de los restaurantes se pueden encontrar tesoros de temporada de los bosques locales.
Gracias a su perfecta ubicación en plenas rutas migratorias norte-sur, los países bálticos conforman un paraíso para los amantes de la observación de aves. Cada año, cientos de especies de aves descienden sobre la región atraídas por los humedales repletos de peces y los espacios abiertos casi despoblados. Todos los años llegan miles de cigüeñas que anidan por doquier en tejados y en postes de telégrafo. Entre otras especies que frecuentan cada año la región, se cuentan codornices, alcaravanes, grullas, cisnes, cigüeñas negras y toda clase de ocas.
Uno de los mejores lugares de la región para observar aves es el Parque Nacional de Matsalu, en Estonia, donde se pueden contemplar 280 especies (muchas migratorias), con circuitos incluidos. La migración primaveral alcanza su apogeo en abril o mayo, si bien algunas especies se prodigan en marzo. La migración otoñal comienza en julio y puede prolongarse hasta noviembre. El Parque Nacional de Vilsandi, junto a Saaremaa, resulta otro lugar óptimo y sus oficinas pueden ayudar a organizar salidas para observar aves.
Pese a no disponer de verdaderas montañas, Estonia no ha permitido que esta limitación orográfica obstaculice sus ganas de disfrutar del esquí. Este país se ha convertido en especialista en explotar los recursos de que disponn, instalando telesillas y creando pistas de esquí en colinas diminutas valiéndose de pendientes y montículos. Cuentan a su favor con el clima, con temperaturas bajas que garantizan una capa de nieve homogénea durante cuatro meses al año como mínimo. No hay que esperar pistas técnicas o largas pendientes de nieve en polvo, pero decir que se ha esquiado en el Báltico queda muy bien.
Otepää, al sureste de Estonia, es quizá el mejor destino de esquí del Báltico; cuenta con pendientes limitadas, muchas pistas de esquí de fondo, una rampa de salto y muchas tiendas para alquilar material. La animada vida nocturna y el ambiente de estación de esquí aumentan el atractivo. El Parque Nacional de Soomaa ofrece kicksled, esquí de fondo y excursiones sobre raquetas de nieve.
La pausada cadencia de la exploración ecuestre casa a la perfección con la esencia del pasado que transmiten algunas regiones de los países bálticos. Entre las mejores y más bucólicas opciones figuran el Parque Nacional de Lahemaa y las islas de Hiiumaa y Saaremaa en Estonia. Los operadores suelen combinar salidas rurales y costeras, y se pueden reservar excursiones de varios días.