El centro de Noruega es simplemente espectacular y, si el viajero está dispuesto a alquilar un coche parte del tiempo, ofrece oportunidades inmejorables para explorar los rincones más tranquilos de la región; los ciclistas entrenados pueden seguir muchas de estas rutas.
Después de dedicar un par de días a Oslo, conviene acercarse a Lillehammer, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. Tras pernoctar allí se sigue hacia el norte, a Ringebu, donde se alza una de las iglesias de madera más bonitas de Noruega. Alquilar un coche permite recorrer la tranquila Rv27, que roza los macizos del Parque Nacional de Rondane, y proseguir rumbo noreste hasta Røros, Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los pueblos más encantadores de Noruega, con casas de madera de colores. Se pueden pasar allí una o dos noches y proseguir hacia el norte hasta Trondheim, una preciosa ciudad costera con una imponente catedral, una numerosa comunidad estudiantil y un atractivo panorama cultural; vale la pena quedarse dos o tres noches.