Dorothy y Toto tenían su Oz. Alicia tenía su País de las Maravillas. Y el viajero tiene la algazara indescriptible de Yamaa el Fna. Esta plaza tan caótica es el corazón y el alma de Marrakech. Encantadores de serpientes de día, músicos frenéticos de noche y visitantes contemplándolo todo anonadados. Que empiece el espectáculo.
Se empieza con el minarete de la mezquita de la Kutubía y visitando las excavaciones. Luego se va a la Pâtisserie des Princes a tomar café y pain au chocolat. Después se pasea por Yamaa el Fna para disfrutar de la plaza medio vacía.
Se come catando una especialidad marrakechí, la tanjia (estofado), en Hadj Mustapha. Después se visitan las exposiciones eclécticas del Heritage Museum, donde se puede descubrir la profundidad de la historia marroquí. Se pasa el resto de la tarde por los zocos cercanos. A destacar los souvenirs de Al Nour, que tiene un gran proyecto social detrás, y las salas del Fondouq el Ouarzazi, donde se hallan diseños bereberes y símbolos tuaregs.
Por la tarde se vuelve a Yamaa el Fna para ver cómo empieza a llegar gente y se preparan los puestos de comida para la noche. Al caer la noche se pasea entre músicos bereberes, grupos gnaoua y acróbatas. Se cena en uno de los puestos de comida de la plaza. Si el viajero empieza a notar una saturación de estímulos, puede huir a una de las cafeterías que hay en las azoteas.