A Málaga todo le ha llegado a través de su puerto, y la ciudad, acostumbrada a recibir gentes de todo el mundo, presume de su carácter abierto y cosmopolita. Pasear por el Palmeral de las Sorpresas y sentarse a tomar algo en algunos de los locales del Muelle Uno, con la vista perdida en el Mediterráneo, es una estupenda manera de comenzar el día.
Una visita al Centre Pompidou es ideal para acercarse a la escena internacional del arte contemporáneo y, allí, un espacio para los más pequeños les permite desarrollar su creatividad. El restaurante Los Delfines ofrece una buena fritura de pescado. Y para tomar un café y/o una copa mientras se otea el horizonte, nada mejor que la terraza del Gran Hotel Miramar.
El centenario Parque alberga flora exótica y monumentos que acercan al paseante a los personajes ilustres de la ciudad, como los dedicados a los poetas Salvador Rueda y Narciso Díaz de Escovar, al compositor Eduardo Ocón o a los pintores Bernardo Ferrándiz y Antonio Muñoz Degraín. La caminata quizás abra el apetito para dar cuenta de una buena cena en el Refectorium Malagueta.