La costa atlántica de Marruecos traslada desde el clamor del norte hasta las costas más tranquilas del sur, en un paisaje en el que las ciudades dan paso a acantilados, largas playas y pintorescos puertos. Se cruza en ferri desde España a Tánger, con viejos aires europeos y a la vez genuinamente marroquí. Luego se toma el tren rumbo sur, primero hasta Asilah, con sus encantos encalados, y luego a Rabat, con su arquitectura colonial y bulevares bordeados de palmeras. Se sigue a la gente de la periferia de Casablanca por la carretera del océano hasta Ualidia, una especie de St. Tropez con una perfecta laguna en forma de medialuna. Más al sur, antaño los hippies se reunían en Esauira; sus muros blancos, ambiente bohemio y riads renovados atraen a viajeros. Se come pescado en las parrillas al aire libre y se siguen las huellas de Jimi Hendrix y de los surfistas actuales hasta las playas de Diabat y Sidi Kauki. Se va hasta Agadir, un centro turístico costero moderno y apto para familias, si bien las playas y los alojamientos tipo boutique de Mirleft pueden atraer a otros viajeros, al igual que los tesoros españoles art déco de Sidi Ifni.
Aventura atlántica
