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Los romanos acababan de destruir Jerusalén cuando un millar de judíos zelotes se refugiaron en una remota meseta con vistas al Mar Muerto. Al mirar hacia abajo desde su altísimo reducto, aún pueden verse ocho campamentos romanos, conectados por una muralla de casamatas. Cuando a principios del año 73 los romanos construyeron una rampa y rompieron la muralla, solo hallaron a un puñado de supervivientes; el resto prefirió suicidarse antes que caer esclavos.