Esta ruta de 500 km combina contemplativas visitas a templos con una buena dosis de naturaleza y aventura. Es un tercio meditación y dos tercios adrenalina.
Se parte de Lumbini, cuna de Buda, a 20 km de la frontera con la India en Sunauli (accesible también con un vuelo corto desde Katmandú), y se recorre con calma este mapamundi de templos budistas para dedicar el día siguiente a Tilaurakot, yacimiento arqueológico poco visitado donde Buda vivió como un príncipe rodeado de suntuosidad.
Desde Lumbini se sale hacia el Parque Nacional de Chitwan, para pasar dos o tres días haciendo safaris al amanecer y atardecer, entre tigres y gaviales.
Desde Chitwan, se toma el autobús turístico a Pokhara (un día) para ver por primera vez las montañas. Tras disfrutar de las tiendas y coctelerías de Lakeside, se admiran las vistas del Machhapuchare desde la Pagoda de la Paz Mundial o Sarangkot, o se contemplan las cumbres desde un parapente biplaza.
Otro largo viaje en autobús lleva a Katmandú, donde se pueden destinar tres o cuatro días al itinerario del valle de Katmandú. Para no hacer el viaje de una tirada se puede pasar la noche en Bandipur, en lo alto de una colina.
Una vez en el valle, hay que dedicar tiempo a explorar los callejones de Bhaktapur, profundizar en el arte budista en el Museo de Patan y disfrutar de las vistas al anochecer desde Swayambhunath. Si el viajero se aloja en Bodhnath, Bhaktapur o Patan, huirá del tráfico y la contaminación de la capital.
Se pueden dejar dos días para una dosis de adrenalina haciendo rafting, barranquismo o puenting junto a la frontera tibetana, en el Last Resort o el Borderlands Resort, a medio día en coche desde Katmandú.
El último día se va a Bodhnath para comprar una estatua de Buda o unas banderas de oración como recuerdo.