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Durante más de 1000 años, los peregrinos han subido fatigosamente al pico de Adán para estar sobre la huella de Buda, respirar el aire allí donde Adán pisó la tierra por primera vez y ver el lugar donde las mariposas van a morir. Hoy, los turistas se suman a los peregrinos locales que suben de noche para asistir a la salida del sol; la sensación de magia sigue siendo tan cautivadora como seguramente lo fue para el mismísimo Adán.