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A veces no hay manera de conseguir un asiento en el lento aunque popularísimo tren a Ella, pero qué más da si se puede estar de pie en ese excelente reservado con vistas al ondulante tapiz de té. Fuera, sobre ese verde mar, resaltan los coloridos saris de seda de las colectoras tamiles. Dentro, tal vez se notará más de una tímida sonrisa de bienvenida. En las estaciones, los vendedores pregonan sus mercancías, a destacar los deliciosos buñuelos de maíz y guindilla que venden envueltos en viejas hojas de libreta. ¿Comerse uno mientras el paisaje pasa ante los ojos? Sublime.