Este circuito recorre el poco habitado centro de Sri Lanka, que ocupa el corazón de la rica cultura del país. Se verán templos y poblaciones antiguas, también preciosos parajes naturales que han inspirado a generaciones.
Un buen inicio sería Kandy, con su marco lacustre, que fue la capital del último reino singalés hasta principios del s. xix.
Conviene ir hacia el norte hasta Dambulla, con su batería de santuarios rupestres pintados con vivos murales budistas. Desde ahí hay un corto paseo hasta Sigiriya, un afloramiento rocoso de 200 m de altura que en su día fue un monasterio. A un corto trayecto hacia el noroeste se halla la Reserva Natural Estricta de Ritigala, en cuya fronda se esconde uno de los yacimientos más misteriosos de Sri Lanka: las ruinas de Ritigala, un otrora enorme palacio.
Más al este de la antigua capital real de Polonnaruwa aguarda un estimulante conjunto de esculturas budistas y ruinas monacales casi milenarias. Sígase al este hasta la costa y las playas de Kalkudah y Passekudah. La primera es una amplia franja de arena, desierta pero preciosa; la segunda está más urbanizada.
Se puede bordear la costa hacia el sur hasta Batticaloa, un puerto histórico. Cuenta con un fuerte holandés y con uno de los lugares de inmersión más legendarios de Sri Lanka delante de la costa: el HMS Hermes, un portaaviones británico hundido en la II Guerra Mundial.
De camino al norte se atravesarán reservas naturales y playas desiertas hasta el puerto natural de Trincomalee, con una historia movidita que se remonta a varios siglos. Se puede seguir hasta dos localidades de playa: la diminuta Uppuveli y la bulliciosa Nilaveli.
Luego hay que adentrarse en el corazón del país, donde espera una pronunciada cuesta en Minitale con un pasado histórico budista que se remonta al s. iii a.C. 13 km más al oeste está Anuradhapura, uno de los principales reclamos de todo el sureste asiático. Se puede pasear a pie o en bicicleta por este extenso territorio de templos, ruinas y demás.