Diligentes, orgullosos, perseverantes, divertidos, de risa fácil y amantes de las bromas, los vietnamitas son gente encantadora. Sin embargo, para los occidentales, el carácter nacional puede ser difícil de entender: las preguntas directas suelen contestarse con evasivas; un vietnamita nunca le contará a un extraño su vida, ni compartirá con él pensamientos íntimos. Su profundo respeto por la tradición, la familia y el Estado muestra los principios básicos del confucionismo.
Históricamente el país ha funcionado como un equipo, coexistiendo en armonía; pero los tiempos están cambiando y ahora cada uno mira por lo suyo, ya sea en los negocios o en la carretera. Estas actitudes resultan chocantes a los extranjeros, y no solo a los occidentales. Las apariencias lo son todo y los vietnamitas no soportan ceder el paso, por lo que a menudo emplean elaboradas tácticas de fanfarroneo, faroles y mucha astucia para salirse con la suya.
En muchos aspectos, Vietnam aún es una sociedad tradicional y conservadora, sobre todo las generaciones mayores, que recuerdan los largos y duros años vividos y cada milímetro de territorio por el que lucharon. Criados en el autocontrol y la moderación, muchos permanecen impasibles ante la cultura de consumo del s. XXI. Pero los hábitos están cambiando muy rápido. Vietnam es un país joven, y según datos del 2016, en torno al 40% de la población tiene menos de 25 años, y el 70% nació después de que terminara la Guerra de Vietnam, en 1975. Para las nuevas generaciones, Vietnam es muy distinto: es un país en el que es posible triunfar e ignorar las formales estructuras comunistas. Y, por supuesto, presumir de una reluciente moto nueva, un corte de pelo moderno o un iPhone, pero en el fondo son tan trabajadores como sus padres, más de lo que les gustaría admitir.
La división norte-sur no ha desaparecido. Se dice que los sureños primero piensan y luego actúan, mientras que los norteños primero piensan y luego piensan un poco más. Los sureños consideran a los norteños fríos, gente que se toma a sí misma demasiado en serio y no sabe divertirse. Los norteños piensan que los sureños son superficiales y frívolos, y que están obsesionados con el trabajo. Al margen de la caricatura, esto muestra en parte las diferencias reales entre el norte y el sur, que van más allá de los dialectos regionales.
El clima también influye; la vida es más fácil en el sur, donde el fértil delta del Mekong ofrece tres cosechas de arroz al año. El norte sufre un largo invierno de cielos grises, lloviznas, brumas y vientos fríos. Basta pensar en ello para entender cómo un pueblo puede convertirse en dos. Sin olvidar que el norte ha vivido también bajo un régimen comunista durante más de medio siglo, mientras que el sur tuvo más de dos décadas de libertad desenfadada para todos con los estadounidenses, y hoy en día tiene dinero que llega de los emigrantes.
Las apariencias lo son todo en Asia, y en Vietnam son la prioridad. Tener buena imagen es sinónimo de prestigio. Se supone que todas las familias, incluso las pobres, tienen que celebrar las bodas a lo grande y despilfarrar el dinero para salvaguardar su reputación. A menudo resulta ruinoso, aunque eso es lo de menos.
Los extranjeros nunca deberían perder las formas con los vietnamitas, pues les acarrearía una inaceptable pérdida de reputación y acabaría con la posibilidad de conseguir una solución correcta a cualquier controversia. Asimismo, no es culturalmente aceptable para los comerciantes vietnamitas gritar, tirar de la manga o presionar a los turistas al intentar cerrar un trato. Si el viajero encuentra vendedores callejeros que se comportan así, debe ignorarlos.
Tradicionalmente, la vida de los vietnamitas ha girado en torno a la familia, el campo y la fe, de forma que el ritmo de la existencia rural no había variado durante siglos. Todo se trastocó por la guerra, el comunismo y la globalización. Aunque generaciones distintas aún compartan el mismo techo, el mismo arroz y la misma religión, el estilo de vida ha cambiado enormemente.
Vietnam está experimentando el cambio que sufrió Occidente en la década de 1960, lo que está creando muchas tiranteces, ya que hijos e hijas se visten como quieren, salen con quien quieren y hasta la hora que les apetece. Pero pocos viven por su cuenta y, al final del día, deben volver al hogar paterno, donde siguen las discusiones.
Pero algunas cosas nunca cambian. La mayoría de los vietnamitas desprecia la ociosidad y es madrugadora. Al amanecer, los aficionados al taichí invaden los parques y hacia las 7.00 las oficinas ya están llenas. De hecho, toda la nación parece rebosar energía y vitalidad, sin importar el calor ni la humedad.
En Vietnam, el estatus familiar es incluso más importante que el sueldo. La reputación familiar impone respeto y abre puertas.
La familia es primordial para los vietnamitas e incluye a primos segundos y terceros. Este clan se reúne para celebrar fiestas y éxitos, pero también en momentos de duelo o problemas. Constituye un punto de apoyo para los ancianos.
La cultura y civilización vietnamitas se han visto profundamente influidas por los chinos, que ocuparon el país durante 1000 años; su influencia cultural es evidente en la sociedad.
La historia ha influido en la mezcla de minorías vietnamitas. La expansión constante hacia el sur en busca de tierras de cultivo absorbió primero el reino de Champa y, posteriormente, el extremo este del Imperio jemer; tanto los cham como los jemeres son minorías considerables hoy en día.
Pero la corriente migratoria no iba solo en un sentido. Muchas de las más de 50 minorías que viven en el noroeste empezaron a migrar a estas zonas desde Yunnan (China) y Tíbet hace pocos siglos. Se asentaron en las montañas que los vietnamitas de las llanuras consideraban incultivables y contribuyeron a la formación de la parte más colorida del mosaico étnico que es Vietnam en la actualidad.
La minoría más nutrida de Vietnam siempre ha sido la comunidad china, que conforma gran parte de la clase comercial en las ciudades. Tradicionalmente, el Gobierno los ha visto con desconfianza. Muchos dejaron el país como refugiados en los años setenta. Hoy desempeñan una función vital en el desarrollo económico, aunque el estigma continúa y, por ley, los ciudadanos de etnia china tienen prohibido trabajar en posiciones de poder, en la policía o el ejército.
En Vietnam viven 53 minorías étnicas (unos 14 millones de personas). La mayoría se encuentra en el norte del país, en las exuberantes montañas que forman la frontera con China y Laos.
Algunas etnias llevan mucho viviendo en Vietnam. Los hmong, en cambio, llegaron de China en los últimos siglos. Cada etnia tiene su propio idioma, costumbres, forma de vestir y creencias espirituales.
El Gobierno lleva tiempo animando a las etnias de las montañas para que se trasladen a altitudes más bajas y vivan del cultivo del arroz o bien del té y el café. Hay incentivos como el regadío subvencionado, una educación mejor y asistencia sanitaria. No obstante, la larga historia de independencia de estas etnias hace que aún se mantengan alejadas.
Muchas mujeres de las etnias del norte todavía llevan sus trajes tejidos a mano. A veces las niñas aprenden a bordar antes que a caminar. En las montañas centrales no se ven tantos trajes tradicionales.
Los prejuicios en contra de las etnias de las montañas aún perviven. Aunque la mentalidad está cambiando lentamente, los medios de comunicación todavía las muestran como primitivas y exóticas, y algunos vietnamitas aún las consideren grupos subversivos (algunas se unieron a EE UU durante la Guerra de Vietnam).
La realidad es que las minorías se mantienen en el nivel más bajo de la escala económica y educativa. Algunos programas piloto recientes han intentado utilizar la educación bilingüe para tender puentes culturales, y los resultados han sido positivos. A pesar de las mejoras en la educación rural y en la asistencia sanitaria regional, muchos se casan pronto, tiene muchos hijos y mueren jóvenes. Según datos del 2015 de la Organización Mundial de la Salud, el 50% de los hogares pobres de Vietnam pertenecen a minorías étnicas (suponen un 14% de la población).
Estas son algunas de las principales etnias de Vietnam.
Tay (1,6 millones de hab.) Viven en zonas poco elevadas entre Hanói y la frontera china. Son fieles seguidores del budismo, el confucionismo y el taoísmo, pero muchos de ellos también veneran a yang (genios) y espíritus locales. Su arte y literatura son famosos en todo el país.
Thai Son un grupo extenso (1,5 millones de hab.) procedente originalmente del sur de China. Habitan riberas fértiles entre Hoa Binh y Muong Lay. Sus aldeas están hechas con casas con techos de paja alzadas sobre soportes de bambú. Se dividen en colores: thais rojos, negros y blancos. Las mujeres de los thais negros llevan sombreros y blusas de colores intensos.
Muong (1,4 millones de hab.) Etnia dominada por varones que se concentra en la provincia de Hoa Binh. Viven en pequeñas aldeas de palafitos. Son célebres por su literatura popular, sus poemas y su música (que se interpreta con gongs, tambores, flautas de pan y violines de dos cuerdas).
Hmong Cerca de un millón de hmong viven esparcidos por las montañas del norte. Casi todos son animistas, cultivan arroz en seco y crían animales. Cada grupo (negros, blancos, rojos, verdes y de las flores) tiene su propia indumentaria.
Nung (800 000 hab.) Esta etnia vive en pequeñas aldeas en las provincias más lejanas del noreste; su cultura combina cultos ancestrales y elaborada artesanía, por ejemplo cestería.
Jarai (350 000 hab.) Etnia de las montañas del centro-sur, que todavía practican rituales animalistas y rinden homenaje a sus ancestros y a la naturaleza a través de un anfitrión o yang (genio). Los cementerios jarai son elaborados, con efigies de los difuntos al estilo tótem.
Sedang (150 000 hab.) Etnia de las montañas del centro-sur. No utilizan apellidos y se dicen que hay igualdad total entre sexos. Sus costumbres incluyen abandonar las tumbas y dar a luz en la linde del bosque.
Muchos vietnamitas no son especialmente religiosos y, según las encuestas, solo el 20% de la población se considera creyente. A lo largo de los siglos, el confucionismo, el taoísmo y el budismo se han fusionado con las creencias populares chinas y el antiguo animismo vietnamita para crear la tam giao (triple religión), con la que se identifican muchos vietnamitas.
El cristianismo, presente en Vietnam desde hace 500 años, y el cao dai (creencia única de la zona) son otras religiones importantes.
La escuela predominante del budismo en Vietnam es la mahayana (dai thua o bac tong, que significa “del norte”). El mayor grupo mahayana del país es el zen (dhyana o thien), conocido también como “escuela de la meditación”. Los seguidores de la dao trang (“escuela de la tierra pura”), otro importante grupo, se encuentran mayoritariamente en el sur.
El budismo theravada (tieu thua o nam tong) se da principalmente en la región del delta del Mekong, y lo practica en mayor parte la etnia jemer.
El taoísmo (lao giao o dao giao) se originó en China y se basa en la filosofía de Lao-Tsé (“Viejo Maestro”), que vivió en el s. vi a.C.
Entender el taoísmo no es sencillo. La filosofía enfatiza la contemplación y la sencillez. Su ideal es volver al tao (el camino, o la esencia de la que están hechas todas las cosas), y hace hincapié en el am y el duong, los equivalentes vietnamitas del yin y el yang.
Más una filosofía que una religión organizada, el confucionismo (nho giao o khong giao) ha sido una fuerza importante a la hora de modelar el sistema social vietnamita y las vidas y creencias de su población.
Confucio (Khong Tu) nació en China en torno al 550 a.C. Su código establecía las obligaciones personales hacia la familia, la sociedad y el Estado, valores que continúan siendo los pilares de la nación vietnamita actual.
El cao dao o caodaísmo es una religión vietnamita fundada en la década de 1920 que fusiona las filosofías religiosas y seglares de Oriente y Occidente. Entre sus profetas se encuentran Buda, Confucio, Jesucristo, Moisés y Mahoma, y personajes menos ortodoxos como Juana de Arco, William Shakespeare o Victor Hugo.
Se estima que existen de dos a tres millones de creyentes. Su colorida sede está en Tay Ninh, al noroeste de Ciudad Ho Chi Minh.
En 1939 Huynh Phu So fundó esta rama budista (phat giao hoa hao) en el delta del Mekong. Su filosofía implica sencillez en el culto y ningún intermediario ritual ni autoridad eclesiástica. El Gobierno castiga a los grupos disidentes hoa hao que se desvían de las variantes del culto autorizadas por el Estado; algunos miembros incluso se han visto sometidos a arresto domiciliario.
Los misioneros introdujeron el catolicismo en el s. xvi. En la actualidad, en Vietnam se encuentra la segunda comunidad en número de católicos de Asia (entre el 8 y 10% de la población).
El protestantismo se introdujo en Vietnam en 1911; la mayoría de los 200 000 seguidores actuales procede de las etnias de las montañas centrales.
En Vietnam viven aproximadamente 70 000 musulmanes, la mayoría de la etnia cham, sobre todo en el sur del país. Por tradición, la mayoría de ellos adoptó una versión local del islam (solo rezan los viernes), aunque actualmente han incorporado prácticas más ortodoxas.
Alrededor de 60 000 cham de Vietnam se identifican con el hinduismo. Viven, sobre todo, en la misma región que los cham musulmanes, en los alrededores de Phan Rang.
Como en muchos sitios de Asia, las mujeres vietnamitas sufren mucho a cambio de muy poco, ya que trabajan incansablemente, pero tienen muy poca autoridad en cuanto a la toma de decisiones. Las mujeres vietnamitas cosecharon mucho éxito como guerrilleras en la Guerra de Vietnam. Después, sus contribuciones se celebraron a bombo y platillo, y de hecho las mujeres siguieron apuntalando un país que había perdido tres millones de hombres, pero la mayoría de los puestos gubernamentales los ocuparon hombres. Hoy en día, las delegadas parlamentarias mujeres todavía constituyen menos del 20%. En el campo, pueden verse mujeres haciendo trabajos agotadores, como machacar piedras en las obras, y llevando cestos pesados.
La educación está acortando diferencias, y actualmente hay más mujeres que retrasan el matrimonio para poder recibir educación; y si bien solo el 17% de los directores generales en Vietnam son mujeres, es una cifra alta respecto a la media asiática de menos del 8%.