Aventuras en la India: Lahaul y Spiti, vivir en las alturas

Texto por
John Noble, autor de Lonely Planet
Monasterio Ki en el valle de Spiti, India
Arun Bhat_500px

Lahaul y Spiti, Best in Travel 2018

Que el viajero imagine un territorio árido en las alturas del Himalaya indio, un desierto a gran altitud salpicado de parches verdes y pequeñas aldeas de casas blancas con tejados planos acurrucadas bajo imponentes laderas rocosas y picos escarpados nevados. Que visualice puertos de montaña cortados por la nieve y el hielo la mitad del año, las manchas de color de las banderas de oración revoloteando y monasterios budistas encaramados en la montaña, en precario equilibrio...

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Imaginado así, podría ser Ladakh, el legendario enclave de los amantes de los paisajes extraordinarios, las aventuras intrépidas y los horizontes espirituales; pero no lo es. Se trata de los agrestes valles de Spiti y Lahaul, que limitan con las estribaciones occidentales de la meseta del Tíbet, pasados por alto por miles de viajeros en su apresurado trayecto hacia Ladakh en busca de su pedazo de paraíso.

 

El escarpado Spiti ofrece paisajes de otro mundo, India © ImagesofIndia / Shutterstock El escarpado Spiti ofrece paisajes de otro mundo, India © ImagesofIndia / Shutterstock

Puerta de entrada al Himalaya

Al sur de Ladakh, en el estado de Himachal Pradesh, Spiti y Lahaul han permanecido, históricamente, bajo influencia del Tíbet por encima de la de la India, y siguen siendo muy poco conocidos en el mundo exterior. Viajar a estos valles es todavía una de las grandes aventuras que ofrece Asia, tanto si se visitan en todoterreno (esencial), a bordo de un traqueteante autobús o en motocicleta, surcando algunas de las carreteras de montaña más desafiantes del mundo.

 

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Son muchos los viajeros que llegan a Lahaul y Spiti por el puerto de montaña de Rohtang La (3978 m), que se alza al norte del núcleo turístico de Manali –una experiencia espectacular que solo es posible entre mayo y octubre–, pero yo elegí una ruta más enrevesada para llegar a esta región desde el este, partiendo de la estación de montaña más famosa de la India, Shimla. Esta puerta trasera a Spiti sigue el valle del río Sutlej a través del distrito de Kinnaur, donde, a cada kilómetro, las montañas se vuelven más altas; las gargantas, más vertiginosas; y el terreno, más duro y más seco.

 

Las banderitas de oración revolotean sobre los tejados de la aldea de Nako, Spiti, India © Kiramogilenskikh / Shutterstock Las banderitas de oración revolotean sobre los tejados de la aldea de Nako, Spiti, India © Kiramogilenskikh / Shutterstock

La cultura también cambia de forma gradual, pasando de hinduista a budista a medida que se gana altura y se pierde vegetación en la sombra pluviométrica del Himalaya. Desde la confluencia de los ríos Sutlej y Spiti, la carretera zigzaguea sin fin mientras sube a la aldea de Nako; un conjunto de casas de adobe y piedra, de aspecto medieval, junto a un lago sagrado a 3660 m sobre el nivel del mar. La cultura budista y los rasgos faciales tibetanos de los curtidos habitantes de Nako son señal de que el viajero ha llegado a Spiti.

Visité las cuatro capillas del Nako Gompa (monasterio) del s. XI, para admirar, casi a oscuras, sus elaborados murales budistas y esculturas tibetanas antes de subir al puerto de montaña de Nako, a una hora de la aldea. De vuelta hice una pausa ante una rueda de oración mecida por el viento y rodeada de banderas de oración de colores revoloteantes. La rueda, que gira a la velocidad que le dicta el viento, tocaba una campanilla a cada vuelta, como si marcara el paso del tiempo; y en este lugar tan solitario parecía que pasaba más lento cuando la brisa se desvanecía, y que se aceleraba con las ráfagas más fuertes.

 

La brillante luz de la montaña en el Tabo Gompa, Spiti, India © ImagesofIndia / Shutterstock La brillante luz de la montaña en el Tabo Gompa, Spiti, India © ImagesofIndia / Shutterstock

Montañas, monasterios y magia

Una carretera polvorienta sube desde Nako hasta el valle de Spiti, unas veces serpenteando junto al impetuoso río de aguas grises y turquesas, y otras encaramándose por los acantilados. Me detuve en la bonita aldea encalada de Tabo para visitar el Tabo Gompa, fundado, según cuenta la leyenda, en el año 996 d.C. por Ringchen Zangpo, el ‘Gran Traductor’, figura clave de la consolidación del budismo en la meseta del Tíbet. Cinco de los nueve santuarios del interior de los curiosos edificios de adobe del gompa tienen notables murales pintados por algunos de los mejores artistas tibetanos de la época. La pieza central es el salón de reuniones principal, el Tsuglkang, cuyas paredes están decoradas con las esculturas de arcilla, casi de tamaño real, de 28 bodhisattvas (seres iluminados).

 

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Tabo tiene un puñado de pensiones y cafés sencillos pero atractivos, y agradecí una cama cálida y una comida caliente antes de seguir rumbo a Dhankar, donde el monasterio con la ubicación más espectacular de Spiti se abraza al borde de un acantilado, cercado por pináculos de roca erosionada. En su patio principal hay una cabra disecada que cuelga del pozo de la escalera, una habitación donde durmió el Dalai Lama y una cueva de meditación. Existen monasterios con tesoros más valiosos, pero las vistas a la confluencia del río Spiti y su afluente, el Pin; y a las imponentes montañas que lo rodean son fenomenales.

 

Ki Gompa, alzándose, espectacular, sobre el río Spiti, India © Taweepol2299 / Shutterstock Ki Gompa, alzándose, espectacular, sobre el río Spiti, India © Taweepol2299 / Shutterstock

Excursiones, estancias en casas particulares y espectáculos de altura

Desde Dhankar, avancé por el valle hasta Kaza, la tosca capital de Spiti, con una modesta población de 1700 habitantes. No es un sitio especialmente bonito, pero tiene la mejor oferta para dormir y comer de la región. A pesar de ser pequeña, comparada con otras poblaciones del valle, parece una gran metrópolis.

Si al viajero le apetece ir de excursión, pero teme la logística de una acampada, la solución perfecta son las aldeas a gran altitud de las montañas que se yerguen sobre Kaza. En los pequeños y remotos asentamientos de Langza, Komic y Demul hay varias casas particulares que ofrece alojamiento y comida básicos, y se puede ir de uno a otro hasta llegar a Lhalung y Dhankar, a menor altitud, ya sea por cuenta propia o con un guía local. No hay mejor forma para conocer el estilo de vida de los habitantes de Spiti, tan resilientes, en este crudo entorno de montaña.

 

Entrada al Ki Gompa, Spiti, India © O'SHI / Shutterstock Entrada al Ki Gompa, Spiti, India © O'SHI / Shutterstock

De vuelta a Kaza descubrí que el monasterio de la vecina Ki, una aldea cimera de casas cúbicas y celdas de monjes, vivía el momento álgido de su festival anual, el Gutor, que dura una semana y se caracteriza por las danzas giratorias chaam, interpretadas por lamas (sacerdotes budistas tibetanos) enmascarados. Las danzas son una petición ritual a los dioses para tener buena suerte en el año venidero. Fue un momento muy especial. El festival atrae a habitantes de toda Spiti y a los pocos turistas que tienen la suerte de hallarse cerca del monasterio. Los lamas, vestidos con trajes a todo color, giran por el patio del monasterio toda la mañana al son de los platillos, los tambores y los cantos; y solo paran para tomar parte en un almuerzo rápido, que es gratis para todos los asistentes.

 

Guía Best in Travel 2018

 

La principal carretera del valle de Spiti sube hasta el puerto de montaña del Kunzum La (4551 m), donde Spiti deja paso a Lahaul. Al pie del descenso, estrecho y lleno de curvas, hasta el valle del Chandra, hay un maravilloso desvío que recorre 13 km hacia el norte hasta el bello Chandratal, un lago glacial de 2 km de largo escondido entre picos nevados y cuyos tonos azules cambian de forma constante según el cielo. En verano es buena idea hacer una pausa en el camino para pasar una o más noches al abrigo de la serenidad y el silencio del lugar, en un grupo de tiendas de campaña de temporada.

 

El lago Chandra entre el montañoso Lahaul, India © Andrey Armyagov / Shuterstock El lago Chandra entre el montañoso Lahaul, India © Andrey Armyagov / Shuterstock

De Spiti a Lahaul

En dirección oeste, bajando por el valle del Chandra, pocas cosas distraen de las vistas del río Chandra entre altísimos picos decorados con cascadas que se precipitan desde los glaciares de las alturas, salvo el terrible estado de la carretera. Tras horas de traqueteo y tramos peligrosos se llega a la pequeña aldea de Gramphu, en el cruce de la carretera que une Manali y Ladakh por el Rohtang La.

 


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Keylong, la principal ciudad de Lahaul (1150 hab.), se alza en una ladera sobre el río Bhaga, pero la mayoría de los cientos de viajeros que llegan hasta allí cada día en verano tienen prisa para seguir hasta Manali o Ladakh. Algunos de ellos pasan una noche en Keylong o en aldeas un poco más allá, para minimizar el riesgo de mal de altura, pero son pocos los que se quedan a explorar la zona; por lo que, los paseos por el empinado valle del Bhaga, que alberga varios gompas históricos y pintorescos, son un placer casi exclusivo.

 

Serenidad bajo las montañas que rodean Keylong, Lahaul, India © kwonileok / Shutterstock Serenidad bajo las montañas que rodean Keylong, Lahaul, India © kwonileok / Shutterstock

Una experiencia casi más exclusiva es visitar el valle Pattan, esculpido por los ríos Chandra y Bhaga cuando fluyen hacia el oeste desde su confluencia, 8 km por debajo de Keylong. A pesar de los picos nevados que se alzan sobre los empinados valles rocosos, esto vuelve a ser territorio hinduista, aunque el ídolo del antiguo templo de Triloknath para los hinduistas es Shiva, y para los budistas, Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión.

Más allá de la aldea de Udaipur, el río y la carretera se curvan hacia el norte hasta el valle Pangi, todavía más remoto y bello. Es una zona muy alejada del radar turístico. Después de Killar, el pueblo más grande de Pangi, se halla la que está considerada como la carretera más peligrosa del mundo, una vertiginosa pista de tierra y gravilla que va a Kishtwar, en el sur de Cachemira. Esta rudimentaria vía pasa sobre rocas desnudas y se aferra a salientes estrechísimos, a mucha altura sobre el río, pero todo ello forma parte de su atractivo. Y es que Spiti y Lahaul solo son aptas para los viajeros más aventureros.

 

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