Cómo comerse una selva negra en porciones

© Munro_Lonely Planet
Triberg, Alemania

Descubrimos los ingredientes básicos del pastel

Hay una famosa tarta que se llama Selva Negra, típica de la ciudad alemana de Triberg y que se puede comer en cualquier rincón del mundo. Nosotros proponemos descubrir la otra Selva Negra, la auténtica: una región al sur de Alemania cubierta de praderas onduladas, bosques de abetos, pueblos que parecen sacados de un cuento de los Hermanos Grimm y lagos glaciares. Hay también balnearios, relojes de cuco, grandes catedrales, famosas universidades, miles de caminos para senderistas y carreteras de montaña para quienes prefieran descubrir pausadamente todos los rincones secretos de la Selva Negra. 

1. Baden-Baden

Podríamos partir de esta ciudad balneario para seguir hacia el sur, hacia los bosques oscuros de la Selva Negra. De Baden-Baden, Bill Clinton dijo “es tan bonita que hay que decir su nombre dos veces”. Su aire antiguo y elegante y sus aguas medicinales han atraído durante años a nobles, ricos y famosos, entre ellos Obama y Bismarck, la reina Victoria y Victoria Beckham. Pero “bonito” es un adjetivo que no describe la increíble belleza de esta ciudad de la Selva Negra, con sus regios edificios con columnas, sus casas art nouveau rematadas por torreones salpicando sus laderas y todo ello flanqueado por montañas cubiertas de bosques. El espíritu bon vivant de Francia, al otro lado de la frontera, flota en sus cafés al aire libre, tiendas y jardines a orillas del río Oos. Es famosa por sus baños termales que le dan nombre (Baden significa “baño”) y su casino palaciego.

Hay muchos balnearios para escoger, más o menos lujosos, más o menos antiguos, pero es especialmente recomendable visitar los Römische Badruinen: los romanos fueron los primeros en descubrir las propiedades curativas de las fuentes de Baden-Baden, ciudad que bautizaron como Aquae Aureliae. Este circuito por las bien conservadas ruinas de las antiguas termas permite remontarse dos mil años en el tiempo.  

2. Freudenstadt y el Kinzigtal

Camino de la Selva Negra pasaremos por Freudenstadt, una ciudad que el duque Federico I de Württemberg construyó como nueva capital en 1599, pero que quedó destrozada por los bombardeos de la II Guerra Mundial. El resultado es que el centro de Freudenstadt es poco interesante, pero su situación en la Selva Negra es magnífica. Aquí se encuentra la plaza más grande de Alemania (216 x 219 m). También es desde aquí donde arranca el Kinzigtal (valle del río Kinzig), con forma de herradura, que empieza justo al sur de la ciudad y sigue el curso fluvial hacia el sur, hasta llegar a Schiltach. Este valle de la Selva Negra es asombrosamente bello. Sus colinas, tapizadas de alerces y píceas, y sus aldeas de madera son excepcionales. La mejor época para visitarlo es el otoño (por el color de las hojas de los bosques) o la primavera (por las flores). 

3. Pueblos de postal: Schiltach y Gengebach

La Selva Negra está salpicada por pueblos que parecen sacados de un cuento, como la medieval Schiltach, que se alza altiva a los pies de colinas cubiertas de bosques y a orillas del Kinzig y el Schiltach; demasiado perfecta para ser verdad. Las casas con entramado de madera, meticulosamente restauradas, se llenan de geranios rojos en verano.

Pero si hubiera que elegir un pueblo de la Selva Negra para adornar una postal de Navidad, este sería sin duda Gengenbach, con sus típicas casas rodeadas de viñedos y campos de cultivo. Tim Burton eligió este lugar como hogar del glotón Augustus Gloop en la taquillera película Charlie y la fábrica de chocolate (2005), aunque lo llamó Dusseldorf. 

4. Friburgo (Freiburg)

Friburgo de Brisgovia (Freiburg im Breisgau), a los pies de las viñas y laderas boscosas de la Selva Negra, es una soleada y alegre ciudad universitaria. Su centro medieval es una imagen de cuento: casas con tejados a dos aguas, callejas de adoquines y plazas rodeadas de cafés. Los estudiantes animan la vida nocturna. Es la ciudad más cálida de Alemania, ya que disfruta de 2000 h de sol al año. De hecho, cuando los pueblos cercanos de las montañas siguen cubiertos de nieve, los árboles de Friburgo se tiñen de flores blancas y los lugareños ya beben cerveza en las terrazas junto al río. Esta ciudad pionera del ecologismo ha sabido aprovechar los recursos naturales para generar casi tanta energía solar como todo el Reino Unido, convirtiéndose en una de las ciudades más sostenibles del país.

El pasado medieval de Friburgo se vive en sus calles secundarias, como Konviktstrasse, envuelta en glicinias, y en los antiguos barrios de pescadores y curtidores junto al canal, Fischerau y Gerberau. El río Dreisam recorre el lado sur del casco antiguo. No hay que perderse los vistosos mosaicos de la acera que hay frente a muchas tiendas: una vaca en la carnicería, un Bretzel en una panadería, un diamante en la joyería, etcétera.

5. Triberg

Llegamos a la auténtica cuna de la auténtica Selva Negra (es decir, de la tarta). Esta población abunda en superlativos: tiene la cascada más alta de Alemania, conserva la receta original de 1915 de la tarta de la Selva Negra y es la indiscutible capital de los mayores relojes de cuco del mundo. Fue aquí donde, en los crudos inviernos de antaño, la gente se apiñaba en las casas aisladas por la nieve para tallar los relojes que darían paso al cuco y donde, en un momento de lucidez, la cascada se utilizó para suministrar energía a los primeros faroles eléctricos del país en 1884.

Entre los relojes de cuco de la ciudad hay dos que reclaman el título más grande del mundo. A primera vista, el ganador es sin duda el de Eble Uhren-Park, incluido en el Libro Guinness de los récords. Está en la B33, entre Triberg y Hornberg. En la otra punta de la ciudad, en Schonach, está su rival (Untertalstrasse 28), en un acogedor chalé y con los engranajes a la vista.

Y para probar la auténtica tarta de la Selva Negra, hay que ir al Café Schäfer (Hauptstrasse 33). El propietario, Klaus Schäfer, tiene la receta original de la Schwarzwälder Kirschtorte,  de 1915, obra de Josef Keller: capas de esponjoso bizcocho, nata fresca y cerezas agrias, con un chorrito de Kirsch (licor de cereza) y virutas de chocolate.

6. Lago Constanza (Bodensee)

El lago Constanza, apodado Schwäbische Meer (Mar Suabo), es el tercer lago más grande de Europa y está a horcajadas de tres países: Alemania, Austria y Suiza. Formado por el glaciar del Rin durante la última glaciación y alimentado hoy por el mismo río, donde desagua, este enorme lago mide 63 km de longitud y 14 de ancho, y tiene una profundidad máxima de 250 m. Cifras aparte, es el único sitio del mundo donde uno puede despertar en Alemania, ir en bici a almorzar a Suiza y tomar el té en Austria.

En la zona hay prados y viñas, huertos y pantanos, playas y estribaciones alpinas. Un fantástico paisaje. Y si lo que se busca es cultura, hay iglesias barrocas, abadías benedictinas, viviendas de la Edad de Piedra, fuertes romanos, castillos medievales y hasta zepelines. En primavera se llena de flores y en otoño hay vino joven, menos gente y una visibilidad magnífica cuando sopla el cálido Föhn. En verano hay muchísima gente, pero es la mejor época para nadar y acampar. Casi todo cierra de noviembre a febrero, cuando la niebla desciende y caen los primeros copos de nieve sobre los Alpes.

La ciudad de Constanza, junto a la frontera suiza y dividida por el Rin, está en la orilla noroeste del lago que lleva su nombre. En sus calles se puede apreciar la huella que han dejado los emperadores romanos, los mercaderes medievales y los obispos del Concilio de Constanza (s. XV). Cuando sale el sol, es una población universitaria muy animada y con un ambiente divertido, sobre todo en el centro histórico y en el puerto, donde gira la  voluptuosa Imperia. En verano, los habitantes, conocidos como Seehasen (“liebres lacustres”), salen por el arbolado paseo frente al lago y disfrutan de los centros de deportes acuáticos.  

7. Las mejores carreteras para descubrir la Selva Negra desde el coche

La Schwarzwald (Selva Negra) es enorme, y se necesita un automóvil para visitar sus rincones más remotos. Entre las mejores carreteras para recorrerla, según los expertos autores de la guía Lonely Planet, están:  

Schwarzwald-Hochstrasse (carretera de la Selva Negra) Para desmayarse ante los Vosgos, bosques salpicados de brezo y lagos glaciares como el Mummelsee en esta ruta a gran altitud que serpentea durante 60 km de Baden-Baden a Freudenstadt, en la B500. 

Badische Weinstrasse (carretera de los Vinos de Baden) Desde Baden-Baden a Lörrach, esta ruta de 160 km se extiende por los viñedos de Ortenau, Kaiserstuhl, Tuniberg y Markgräflerland. 

Schwarzwald-Tälerstrasse (carretera del Valle de la Selva Negra) Una sinuosa carretera de 100 km, de Rastatt a Alpirsbach, se adentra en las boscosas colinas y pueblos de madera de los valles del Murg y el Kinzig. 

Deutsche Uhrenstrasse (carretera del Reloj Alemán) Una ruta de 320 km que empieza en Villingen-Schwenningen y gira en torno a la historia de la fabricación de relojes en la Selva Negra. Las paradas incluyen Furtwangen y Triberg. 

Grüne Strasse (carretera Verde) Una ruta de 160 km que une la Selva Negra con el valle del Rin y los Vosgos franceses. Discurre por Kirchzarten, Friburgo, Breisach, Colmar y Münster. 

8. Los mejores paseos a pie por la Selva Negra

Como dicen los lugareños, para ver la Selva Negra hay que echarse a andar. Estos son algunos de los paseos a pie más agradables, desde placenteros paseos de medio día a rutas de varias jornadas: 

Panoramaweg (40 km). Una ruta de montaña de nivel alto, perfecta para apreciar el lado más fotogénico de Baden-Baden y la Selva Negra septentrional. Pasa por cascadas y miradores a través de bosque y huertos. 

Gütenbach-Simonswäldertal (13 km). La remota Gütenbach, 22 km al sur de Triberg, es el inicio de un sendero que brinda una de las excursiones de medio día más bellas de la Selva Negra. 

Westweg (280 km). Este famoso sendero de larga distancia, señalado con un diamante rojo, se extiende desde Pforzheim, en el norte de la Selva Negra, hasta Basilea, en Suiza. Entre sus joyas descuellan el abrupto valle del Murg, Titisee y Feldberg. 

Wutachschlucht (13 km). Este salvaje barranco, tallado por un río de aguas rápidas y flanqueado por precipicios casi verticales, se alza cerca de Bonndorf, junto a la frontera suiza, 15 km al este de Schluchsee. El mejor modo de admirar su original microclima, donde se verán orquídeas, helechos, raras mariposas y lagartos, es este sendero que va de Schattenmühle a Wutachmühle. 

Feldberg Steig (12 km). Esta ruta que rodea Feldberg, el pico más alto de la Selva Negra, con 1493 m, atraviesa una reserva natural, hogar de gamuzas y flores silvestres. En un día despejado, las vistas de los Alpes son gloriosas. En invierno se puede recorrer en parte con raquetas de nieve. 

Martinskapelle (10 km). Un paso placentero y pintoresco. Arranca en la Martinskapelle, en lo alto de una colina, 11 km al suroeste de Triberg. Es un sendero bien señalizado que serpentea a través del bosque hasta el Brendturm (1149 m), coronado por una torre, que brinda vistas que alcanzan de Feldberg a los Vosgos y los Alpes en un día claro. Hay que seguir por Brendhäusle y Rosseck para gozar de un panorama espectacular de montes y bosque.