Emilia-Romaña, una región italiana poco conocida
Emilia-Romaña no atrae tantos visitantes como su vecina, la Toscana, ni cuenta con tanta fama, pero es el ejemplo perfecto de que ir más allá de los destinos archipopulares tiene recompensas maravillosas. Esta región de Italia poco conocida es la cuna de algunos de los alimentos más famosos, de la arquitectura medieval y renacentista mejor conservada y de los automóviles deportivos más venerados del país.
1. Admirar los mosaicos de Rávena
Los espectaculares mosaicos de la Basilica di San Vitale, Ravena, Emilia-Romaña, Italia © theJIPEN / Getty Images
Nada prepara al viajero para su primer encuentro con la asombrosa colección de mosaicos paleocristianos de Rávena. Es uno de los ejemplos más espectaculares e impresionantes de arte sacro de Italia, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Los ricos y preciosos fragmentos de cristal en maravillosos tonos de verde, dorado, azul y morado presentes en toda la ciudad –Basilica di San Vitale, Basílica de Sant'Apollinare Nuovo, Mausoleo di Galla Placidia y Basílica de Sant'Apollinare in Classe, entre otros–dejan a uno boquiabierto y preguntándose si está contemplando este espectáculo visual a través de algún inédito filtro de Instagram de los siglos V o VI. No hay filtro; por eso es todo tan mágico.
2. Atiborrarse de cocina y cultura en Bolonia
'Tagliatelle al ragù', el plato típico de Bolonia, Emilia-Romaña, Italia © Susan Wright / Lonely Planet
Bolonia, la vibrante y bohemia capital de Emilia-Romaña, debería ser un destino prioritario para quien adore la comida italiana. La ciudad brindó al mundo los tagliatelle al ragù (erróneamente conocidos en todo el mundo como spaghetti boloñesa), los tortellini in brodo (en caldo y rellenos de carne de cerdo), los tortelloni burro e salvia (rellenos de queso ricota y aderezados con mantequilla y salvia) y la mortadela. El parque gastronómico más grande del mundo, FICO Eataly World, que ocupa 10 Ha en las afueras de la ciudad, es un activo más del ocio culinario de la región, pero la ciudad también rebosa arte y cultura. Bolonia tiene la universidad más antigua de Europa, casi 40 km de impresionantes pórticos, torres medievales, iglesias del s. XI y un espectacular museo de instrumentos musicales, San Colombano-Collezione Tagliavini. Toda la ciudad está llena de puntos de interés para ayudar a quemar las calorías de las comilonas paseando.
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3. Acelerar en Motor Valley
Ferraris, Italia © liberowolf / Shutterstock
Será difícil encontrar otro lugar en el planeta con el músculo automovilístico del Motor Valley de Emilia-Romaña. Junto a la Via Emilia de la región, una antigua calzada romana que unía Piacenza y Rímini, se alza este ‘quién es quién’ de las grandes marcas míticas de la industria del automovilismo: Ducati, Lamborghini, Ferrari, Maserati y Pagani, nacidas y desarrolladas, principalmente, en Módena, Bolonia y sus alrededores. Hoy, además de sedes mundiales y tres fábricas abiertas al público, cuenta con nueve museos dedicados a los coches y 21 colecciones privadas de automóviles. Desde la cuna de Ferrari en Maranello hasta las instalaciones de Lamborghini en Sant’Agata, y la fábrica y el showroom de Maserati, al norte, en Módena (abierto al público desde finales del 2017), será difícil resistir el impulso de tirar la casa por la ventana y comprarse una de estas preciosas máquinas.
4. Disfrutar del parmesano y el 'prosciutto' en Parma
Dos de las deliciosas especialidades de Parma, Emilia-Romaña, Italia © al62 / Getty Images
Dos de las más grandes aportaciones culinarias que Italia ha dado al mundo provienen de Parma y sus alrededores: el parmigiano reggiano, o queso parmesano, y el prosciutto di Parma, o jamón de Parma. Es imposible restar altura al pedestal que estas dos delicias gastronómicas ocupan en Parma (y en Italia en general) y saborearlas –a menudo en tablas de embutidos y quesos tan bonitas como un cuadro renacentista– bien merece una visita a Parma por sí sola. Está claro que después habrá que quemar tanta caloría, y una buena idea para hacerlo es visitar el maravilloso baptisterio octogonal y el Duomo románicos, construidos en mármol rosado en 1106; pero mentiríamos si dijéramos que los museos, los puntos de interés y los encantos históricos de Parma no son más que distracciones entre comidas.
5. Descubrir arquitectura y música en la Ferrara renacentista
El Castello Estense se alza sobre el centro de Ferrara, Emilia-Romaña, Italia © tverkhovinets / Getty Images
La poco visitada Ferrara está repleta de arquitectura y cultura fascinantes. Preside la ciudad el imponente Castello Estense, que se alza en el centro renacentista protegido por la Unesco y cuna de algunos de los edificios históricos mejor conservados de Italia. Las imponentes murallas de 9 km de longitud que rodean la ciudad albergan un bello secreto: el Jazz Club Ferrara, que ocupa una torre de defensa restaurada de 1493 y es uno de los escenarios de música en directo más sorprendentes que existen. Pero la prolífica relación de Ferrara con las artes no se detiene aquí; el Teatro Communale, del s. XVIII, es una de las óperas más importantes de Italia, vinculada al malogrado director de orquesta Claudio Abbado.
6. Saborear el auténtico vinagre balsámico de Módena
Barriles de distintos tamaños donde envejece el vinagre balsámico, Módena, Emilia-Romaña, Italia © tenzinsherab / Getty Images
Y cuando parecía imposible que Emilia-Romaña creara otra gran especialidad gastronómica, Módena entra en escena. El mosto de las uvas Lambrusco o Trebbiano se cocina a fuego vivo, se deja fermentar varias semanas y se envejece un mínimo de 12 años en batteria (en cinco o más barriles, cada uno más pequeño que el anterior) para producir el divino Aceto Balsamico Tradizionale di Modena. Contemplar este proceso en una visita a un productor o acetaia es una experiencia realmente fascinante que a menudo conlleva profundizar en antiquísimas tradiciones familiares… y en los barriles: las catas revelan sabores ricos y complejos, totalmente diferentes y muy superiores a cualquier vinagre balsámico que uno haya probado antes.
7. Entrar en un cuento de hadas en la Brisighella medieval
Brisighella, Emilia-Romaña, Italia © GoneWithTheWind / Shutterstock
Pequeño y de postal, el pueblo medieval de Brisighella, a los pies de los Apeninos, está rodeado de olivares que producen uno de los mejores aceites de oliva de Italia. Los tejados rojizos del pueblo están custodiados por tres icónicos edificios cimeros: La Rocca (una fortaleza medieval), La Torre (una torre del reloj) e Il Monticino (un santuario), que ofrecen vistas espectaculares. Un carismático sendero con 700 años de historia conocido como Via degli Assini (por los carros tirados por asnos que circulaban por él) serpentea entre una fotogénica hilera de casas medievales. La mejor época para visitar la zona es durante la temporada de alcachofas de Moretto (entre mediados de abril y mayo), cuando toda la ciudad saborea esta deliciosa alcachofa rústica que solo se cultiva aquí.
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8. Gozar del sol, el mar y el cine en Rímini
Playas de Rímini, Emilia-Romaña, Italia © Ms VectorPlus / Shutterstock
La mayoría de las visitas a Rímini se deben a sus 15 km de playas y locales nocturnos, pero para los aficionados al cine destaca por ser la ciudad natal del realizador Federico Fellini. El cine local, el Cinema Fulgor, que estrenó en 1973 la semibiográfica Amarcord, restaurado con mucho mimo, reabrió sus puertas a comienzos del 2018 y resulta entrañable que el cine donde Fellini veía películas cuando era un chaval albergue hoy un museo en su honor.
9. Ir en peregrinaje operístico al pueblo natal de Verdi, Busseto
Estatua de Verdi delante del Palacio Verdi, Busseto, Emilia-Romaña, Italia © Luca Santilli / Shutterstock
La pequeña localidad de Busseto es lugar de peregrinaje de los grandes aficionados a la ópera, que la visitan para sumergirse en el universo de Giuseppe Verdi, uno de los grandes compositores de ópera del mundo. El hogar de Verdi, Villa Verdi (Sant'Agata di Villanova sull'Arda), de 56 habitaciones, está prácticamente igual que cuando él murió, en 1901, y el cercano Museo Nazionale Guiseppe Verdi permite a los visitantes recorrer la vida y la obra del legendario compositor. Pero sin duda lo mejor es asistir a una representación en el majestuoso pero sorprendentemente diminuto Teatro Verdi, de 1868. El mejor momento para visitarlo es durante el Festival Verdi, en octubre.
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