Pilsen, cervecera por derecho propio

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Cerveza checa, República Checa

Decir que la cerveza checa es la mejor del mundo es, por supuesto, cuestión de gustos. No obstante, en lo que a consumo se refiere, los nacionales de este país sí ostentan el primer premio, dejando por detrás a grandes bebedores de cebada como son irlandeses y alemanes. ¿La media? Se estima que los checos ingieren unos 155 litros al año por persona, es decir, medio litro al día. ¡Eso sí que es pasión!

Las razones de tamaña afición no son casuales, sino históricas. En el corazón de la Bohemia occidental se levanta Pilsen, una ciudad que huele a lúpulo y que vio nacer la primera y original cerveza pilsner. Todo empezó en 1295 cuando el rey Wenceslao II otorgó la licencia para fabricar pivo (cerveza en checo) exclusivamente a 257 familias de esta localidad bohemia situada a escasos 90 kilómetros de Praga. Muchos años después, bien entrado el siglo XIX, una serie de pequeños productores unieron sus esfuerzos y revolucionaron el negocio cervecero creando una empresa municipal, Plzensky Prazdroj, en la que vería la luz la famosa lager Pilsner Urquell.

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Aunque su rubio y transparente carácter atrae hasta la ciudad a miles de visitantes al año, muchos de ellos se quedan tan solo para recorrer el lugar donde se elabora este verdadero oro líquido —que hoy se exporta a más de 50 países— ignorando lo que se levanta a escasos metros de allí.

A pesar de que luce menos fachadas barrocas que algunas de sus vecinas bohemias, Plaza de la República —plaza principal de la localidad— apenas atrae a los turistas y son los propios residentes quienes gozan, casi en privado, de la belleza de sus edificios: el ayuntamiento, las casas de Chotesov y Gerlach, y la catedral de San Bartolomé son los que se llevan más miradas. La vieja Pilsen tiene dos curiosidades más: la Gran Sinagoga, es la tercera más grande del mundo después de las de Jerusalén y Budapest, y la Pilsen Subterránea. Esta última está constituida por una red de pasajes bajo la ciudad, construidos entre los siglos XIII y XIX para almacenar cebada y como refugio en tiempos de guerra. El centro histórico también tiene, por supuesto sus referencias cerveceras y en él es posible visitar el Museo de la Cerveza, ubicado en una de las primeras casas a las que se otorgó el derecho a la fabricación de la preciada pivo.

Por cierto, Pilsen es, este año, Capital Europea de la Cultura

Más información: www.czechtourism.com

Texto y fotos: Kris Ubach

 

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