Un recorrido para todos los sentidos
Imaginemos un lugar donde sus hombres sean capaces de subirse unos encima de los otros para formar altas torres humanas en un vano pero maravilloso intento de tocar el cielo; pensemos en una tierra que convierta simples cebolletas en un manjar festivo y pantagruélico y eleve sus vinos a la categoría de celestiales, sean estos negros, densos e intensos, o por el contrario, ligeros, suaves y burbujeantes...
Siurana desde el castillo, Priorat, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Donde el arte y la cultura se encuentran con la naturaleza y el paisaje
Especulemos con un territorio cuyas piedras, trabajadas con maestría por viejos artesanos, formen parte de antiguos monasterios cistercienses o rocambolescas y alucinantes casas modernistas; visualicemos un río que, poco antes de morir en un mar tranquilo, forme una red de tentáculos que den vida a una tierra de marismas donde se pueda pasear en canoa entre mejilloneras y el arroz se tiña con un exquisito sabor a pescado; y soñemos con un paisaje que en muy pocos kilómetros mute estas zonas de laguna en altas montañas salpicadas de pueblos adustos pero amables cuyas casas se confundan con la propia tierra.
Pero, ¿por qué limitarse a soñar todo esto si se puede experimentar viajando por la mitad sur de Cataluña?
Pícnic en viñedos de Sant Sadurní d'Anoia, Penedès, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Primera parada: una copa de cava en una bodega centenaria
En un rápido recorrido empezando por la parte más norteña de esta Cataluña meridional ‒rápido en cuanto a la explicación, pero que requiere ser realizado muy, muy lentamente para descubrir toda la magia que esconden sus rincones‒, lo primero que se encuentra es la comarca del Penedès, la tierra del cava por excelencia, cuyas centenarias bodegas esconden bajo tierra decenas de kilómetros de túneles-cavas donde reposan en absoluto silencio sus botellas y barricas; aquí, como en todo el país, cualquier celebración que se precie requiere el descorche de este vino espumoso.
'Castellers' de la Colla Jove dels Txiquets de Valls, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Tradiciones de Cataluña meridional: castellers y calçotades
Un poco más al sur, solo un poco, en la costa, aparece el antiguo barrio pescador de Sant Salvador, cuyas calles llenas de arena vieron dar sus primeros pasos a Pau Casals, el mejor violoncelista de todos los tiempos. Luego vale la pena enfilar hacia el interior para visitar Valls, cuya sola mención hace que uno piense en los castellers, estos hombres y mujeres que forman las torres humanas más altas del planeta, y en las calçotades, una de las fiestas gastronómicas más populares del país; asistir a una representación castellera y pelar con las manos un calçot asado y untarlo en la salsa de romesco antes de comérselo son rituales que nadie puede pasar por alto si realmente quiere conocer esta tierra.
Monasterio de Poblet, Ruta del Císter, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Un monasterio celestial y un vermut entre arte modernista
Luego, tras ver a los castellers elevarse hacia el cielo, toca ascender también hacia territorios celestiales viajando a Poblet, uno de los monasterios de la conocida Ruta del Císter, que debe visitarse sin alboroto, observando con detenimiento los muros y las piedras talladas y al mismo tiempo percibiendo las sensaciones interiores que provocan dentro de uno.
Después de alimentar el alma, toca nutrir el cuerpo, y para ello nada mejor que seguir hacia el sur, haciendo una parada técnica en Reus para probar uno de sus legendarios vermuts y visitar alguna de las muestras modernistas de esta ciudad que fue patria chica del genial Antoni Gaudí (curiosamente, en la localidad no hay legado arquitectónico del insigne arquitecto, pero sí bellísimos edificios de Lluis Domènech i Montaner, como el Institut Pere Mata, en las afueras, cuyas formas y azulejos excitan la imaginación de cualquiera).
Adobando los arrozales del Delta de l'Ebre, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Gastronomía y aventura: arroz y adrenalina en la costa
Luego, de vuelta nuevamente a la línea de mar, se puede recorrer la Costa Daurada, con sus largas playas de fina arena, y seguir hacia el Delta del Ebro para extasiarse comiendo uno de sus célebres arroces de pescado o marisco, cuyos aromas impregnan todos los pueblos de esta zona de marismas a la hora del almuerzo. Sin salir del delta, los amantes de los deportes de aventura tienen la oportunidad de recorrer las aguas de este gran parque natural en kayak para, navegando entre ostreras y criaderos de mejillones, observar espectaculares arrozales peinados suavemente por el viento.
El 'celler' modernista de Pinell de Brai, Terres de l'Ebre, Cataluña meridional © Agència Catalana de Turisme
Fin de ruta: soñar entre pueblos medievales, bodegas y paisajes de ensueño
Este somero recorrido emprende su tramo final Ebro arriba, hacia el interior, para descubrir Miravet, con su espectacular castillo medieval y su Pas de Barca, y luego asciende por territorio montañoso hasta la comarca del Priorat y la sierra del Montsant, moteadas de pequeños pueblos que cuentan con viejos cellers modernistas donde se elaboran algunos de los mejores vinos de todo el país, y donde los paisajes y las vistas panorámicas hacen que uno dude si está viviendo algo real o protagonizando una preciosa experiencia onírica.
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