Dos mil años después las Canarias y, concretamente, el sur de Gran Canaria, siguen siendo un destino de salud y de relax en el que muchos europeos y peninsulares pasan largas temporadas disfrutando del sol, de sus playas y de sus aguas yodadas. Además, en esta zona se han inaugurado una serie de balnearios y spas que hacen del litoral del sur de la canariona un verdadero lugar de descanso y de culto al hedonismo.
En San Bartolomé de Tijarana el tiempo parece que vaya muy despacio. No sé si es porque las dunas de Maspalomas se desplazan muy lentamente o porque realmente quienes pasamos unos días allí no nos importa lo más mínimo qué momento del día es, si hay o no wifi, o si fulanito o menganito nos han respondido o no a ese correo electrónico que creemos tan urgente. El estrés está fuera de lugar en el sur de Gran Canaria.
A ese relax absoluto ayudan los establecimientos que forman parte de la Asociación Gran Canaria Spa, Wellness & Health, creada en 2004 para promocionar esta isla como destino de turismo de salud y relax. La mayoría de estos están en la zona sur-suroeste de la isla, en municipios como San Agustín, Maspalomas, Amadores o Taurito, y están integrados en hoteles de primerísimo orden, que cuentan con instalaciones destinadas al cuidado del cuerpo y de la mente.
Así, lo único que me preocupa durante mi relajada estancia en la isla es no llegar tarde al tratamiento de armonía interior que tengo programado en el Seaside Grand Hotel Residencia *****GL, el único perteneciente a The Leading Hotels of the World en Gran Canaria, o cómo será el masaje Lomi-Lomi que voy a recibir en el Sheraton Salobre Golf Resort & Spa *****, un hotel verdaderamente impresionante con vistas al mar y a las cumbres de la isla, y desde el que se puede contemplar uno de los más bellos atardeceres en Gran Canaria. Sin duda otro ejercicio de bienestar.
Estoy segura de que el filósofo Aristipo de Cirene, el más hedonista entre los hedonistas, hubiera encontrado en Gran Canaria su paraíso particular en el que experimentar las sensaciones y los goces que tanto pregonaba. Ya solo me queda afirmar... ¡pero qué razón tenían los griegos!
Texto: María Jesús Tomé