Harajuku, el refugio de los 'Millennials'

Tokio, Japón
Sergi Duran Nyssen

El barrio de Tokio que hay que visitar si se viaja a Japón

Son curiosos, excéntricos, nativos digitales, emprendedores y les gusta cuidarse. Son los llamados millennials, que existen en todo el mundo y que en Tokio han instalado su “guarida” en el barrio de Harajuku. Sus particulares caprichos y gustos sirven de inspiración a Occidente y crean tendencia. 

Harajuku es la pasarela de Tokio, donde los fashionistas de la ciudad salen a mostrarse y a comprar. Y dentro del barrio, Takeshinta-dôri es el famoso bazar local de subcultura, un lugar al que peregrinan los adolescentes de todo el país y especialmente famoso por sus chicas goth-loli (léase, una especie de pastorcilla zombi).

Los aficionados a la arquitectura contemporánea no deberían perderse el Ommote-sando, un regio bulevar que comunica Harajuku y Aoyama, donde las boutiques de diseñadores son verdaderos templos de diseño. La red de callejas que rodean Omote-sando y la sinuosa Cat St, que la cruza, es conocida como Ura-Ara, y es el hogar de las pequeñas boutiques y tiendas vintage que mantienen vivo el espíritu independiente del barrio.

Yoyogi-Koen

Cualquier tarde de fin de semana con sol y calor, este parque se llena de gente con ganas de relajarse. También suele haber personal con ganas de juerga, de distinto pelaje, desde aficionados al hula-hoom y las percusiones africanas hasta grupos de moteros retro bailando con música a toda pastilla.

Es un lugar espléndido para un picnic y quizá el único sitio de la ciudad donde se puede lanzar el disco volador sin miedo de golpear a nadie. En el parque también se puede echar un vistazo al vecino estadio nacional Yoyogi, una de las primeras obras maestras del arquitecto Tange Kenzo, construido para los Juegos Olímpicos de 1964.

Design Festa

Ha encabezado el panorama artístico alternativo de Tokio durante más de una década. Se recomienda la visita al edificio del manicomio porque siempre hay algo en marcha. En el interior hay una docena de pequeñas galerías alquiladas a artistas, que no andan muy lejos. Además, patrocina una gran exposición dos veces al año en Odaiba.

Museo de Arte Contemporáneo Watari

Avanzado y a menudo provocativo, se construyó en 1990 según un diseño del arquitecto suizo Mario Botta. Las exposiciones abarcan desde retrospectivas de artistas consolidados (como Yayoi Kusama y Nam June Paik), a otros paisajistas o grafiteros, con muestras en calles aledañas. La librería de arte On Sundays, en el sótano, cuenta con un surtido de insólitas postales.

Museo Nezu

Recién renovado, mezcla lo nuevo y lo viejo de forma sorprendente: una célebre colección de antigüedades japonesas, chinas y coreanas en un espacio del arquitecto contemporáneo Kuma Kengo. La extensa colección se exhibe por partes y cada mes se puede ver solo una pequeña muestra. Detrás de las galerías hay un jardín silvestre para pasear, salpicado de esculturas y salones de té.

Araru Sagaru Nishi Iru Higashi Iru

Sus jóvenes chefs sirven platos ingeniosos inspirados en Kioto. El restaurante parece una cueva, incluso por fuera. Solo hay unas pocas mesas y una barra (más divertida), por lo que conviene reservar.

A to Z Café

El artista Yoshitomo Nara colaboró con la empresa de diseño Graf para crear este espacioso café. Además de las sillas de colegio de madera, paredes enjalbegadas y una pequeña casita de campo, se exponen algunas obras de Nara. Los platos de típica casa de comidas japonesa están para chuparse los dedos.

Takeshita-dori

Los aspirantes a góticos, lolitas y punks vienen a comprar a esta callejuela donde se crean modelitos realmente pasados de vuelta. Aunque no se vista de la época victoriana, se pueden comprar otras cosas, como medias originales y amuletos para el teléfono móvil.

Chicago Thrift Store

Este tesoro oculto de ropa vintage rebosa de originales sombreros, corbatas y abrigos. Eso sin olvidarse de los quimonos y yukatas de segunda mano en la trastienda.

Two Rooms

Este restaurante y bar, de sofisticado diseño contemporáneo, podría estar en cualquier rincón del mundo si no fuera por sus asombrosas vistas de Shinjuku desde la terraza. Cabe esperar una clientela vestida como si no les importara que una copa de vino suba a más de 1400 yens. También se puede comer pero el ambiente de verdad empieza por la noche, junto a la barra. 

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