Bosques para descubrir árboles mágicos y paisajes encantados
Árboles que tal vez alojen criaturas mágicas, árboles que reproducen las canciones de los artistas que los plantaron, árboles dorados, árboles que señalan el agua en el desierto, árboles donde se lanzan zapatos, esculturas en un bosque lluvioso, laberintos de raíces, troncos huecos o curvos… La naturaleza tiene mil maneras de demostrar que puede convertirse en el reino de la fantasía.
1. Bosque Embrujado de Nowe Czarnowo, Polonia
Los árboles del Bosque Embrujado de Nowe Czarnowo © Maciej Bledowski / Getty Images
Hansel y Gretel huirían de este bosque inquietante, donde los árboles crecen como serpientes. En el territorio mágico del Krzywy Las (Bosque Embrujado) más de 400 pinos tienen una peculiar curvatura en forma de C..
Hay varias teorías al respecto: algunos insinúan que una gran nevada podría haber aplastado los árboles cuando eran jóvenes; otros afirman que, en tiempos de guerra, los tanques los habrían apisonado deformando su crecimiento. No obstante, lo más seguro es que su forma se debiera a un imaginativo método de cultivo. Los troncos curvos eran muy prácticos para la construcción naval, de modo que ciertos agricultores experimentaron condicionando el crecimiento natural de los árboles, aunque nadie lo ha reconocido.
Este claro está 2 km al norte de Nowe Czarnowo, 33 km al sur de Szczecin, un animado puerto de Polonia.
2. Puentes arbóreos de Meghalaya, Mawsynram y Cherrapunji, India
Doble puente arbóreo de Meghalaya © Jonathan Stokes / Lonely Planet
Entre Bangladés y Myanmar se encuentran dos regiones que se disputan el título de lugar más húmedo del mundo. Mawsynram y Cherrapunji, ambas en el estado de Meghalaya, aprovechan estas precipitaciones de récord para crear pasarelas con las raíces de los árboles del caucho. Pero tejer casi 1 km de raíces para hacer un puente natural no es sencillo.
Los troncos huecos de los árboles se colocan estratégicamente para guiar su crecimiento, y las raíces pueden necesitar una década para adquirir solidez. Como resultado, los puentes de raíces anudadas se funden en paisaje y pueden llegar a soportar el peso de hasta 50 personas. Uno de los más largos, de 50 m, está 20 km al este de Cherrapunji, en Pynursla.
Desde el Cherrapunji Holiday Resort (www.cherrapunjee.com) se accede al “puente de raíces a dos niveles”.
3. Bosque de Aokigahara, región del Fuji, Japón
El laberíntico bosque de Aokigahara © Jef Wodniack / Getty Images
Hay quien entra en el espeso bosque de Aokigahara con la intención de no volver a salir. Aokigahara se ha convertido en el segundo lugar con más suicidios del mundo, superado solo por el puente Golden Gate de San Francisco. Este bosque laberíntico, situado en la ladera septentrional del monte Fuji, transmite al momento una sensación de aislamiento. Su terreno volcánico está sembrado de cuevas, cubierto de raíces y lleno de árboles que aíslan de cualquier ruido (y en muchos casos de señales GPS). Esta impenetrabilidad le ha valido su nombre, “Mar de Árboles”, y permite mantener ocultas a las víctimas de suicidio durante meses o incluso años, hasta que aparece algún rastro.
Hasta principios del s. XXI se encontraban cada año en el bosque un centenar de cuerpos. Desde entonces las autoridades no publican la cifra. Actualmente hay carteles en las proximidades que dicen: “La vida es un regalo precioso que te hicieron tus padres”. De vez en cuando pasan patrullas antisuicidio, que esperan poder ayudar a los angustiados individuos que entran en el bosque. El estigma que deja el suicidio no es tan fuerte en Japón como en Occidente debido a la tradición histórica de suicidios de honor entre los samuráis y a las referencias a suicidios románticos que se encuentran en la música popular y el cine.
Por carretera se llega pasando por Fujikawaguchiko; en tren desde Tokio, cambiar en Ōtsuki.
4. Bosque Sagrado de Ochún, Oshogbo, Nigeria
Escultura de la diosa Ochún, la diosa yoruba de la fertilidad en el Bosque Sagrado de Ochún © oneVillageInitiative / Flickr
¿Alguien se ha imaginado encontrar un sinfín de esculturas de una artista famosa en un bosque lluvioso de África Occidental? Claro que no; la mayoría tiene otras realidades en las que pensar. Pero el Bosque Sagrado de Ochún, sede del santuario de Oshun (la diosa yoruba de la fertilidad), atrapó la imaginación de la pintora y escultora austríaca Susanne Wenger cuando se trasladó a Oshogbo durante la década de 1950.
Adoptó y promovió la religión yoruba y pasó a conocerse localmente como Adunni Olosa. Junto a sus obras ahora están las de otros escultores, tras un renacimiento de artistas locales en el s. XXI.
El bosque está al salir de Oshogbo. Los microbuses van de la ciudad a Lagos (3 h).
5. El Bosque Guitarra, Córdoba, Argentina
Vista aérea del Bosque Guitarra en Córdoba © estancialaguitarra.blogspot.com
La joven pareja que soñó con este proyecto –una mastodóntica “escultura” de una guitarra, de 1 km de longitud y elaborada con miles de cipreses y eucaliptos– nunca la ha visto terminada. Graciela Yraizoz, la mujer que concibió la idea, murió en 1977, a los 25 años de edad. En homenaje a su esposa, el granjero Pedro Martín Ureta se comprometió a terminarlo.
Con la ayuda de sus hijos, plantó estratégicamente 7000 árboles ¿Por qué la guitarra? Era el instrumento favorito de Graciela. ¿Y por qué su creador nunca la ha visto terminada? Porque a Ureta le da pánico volar, pero ha visto fotos y le gustan.
El bosque guitarra, también llamado la Guitarra de Árboles, está en la provincia de Córdoba. A veces se divisa desde los aviones entre Buenos Aires y Mendoza.
6. El Árbol de Zapatos, Nevada, Estados Unidos
El Árbol de Zapatos de Nevada © Rachid Dahnoun / Getty Images
El Árbol de Zapatos (Shoe Tree), cubierto de zapatillas atadas por los cordones, es un señal de bienvenida a la civilización para quienes viajan por carretera. El árbol es sencillo y linda con la Highway 50, en el centro de Nevada. Dicha carretera atraviesa kilómetros de desierto y comunica Fallon, al oeste, con el Great Basin National Park, al este.
Según el acervo popular, el Árbol de Zapatos nació como tal cuando unos recién casados discutieron mientras acampaban bajo sus ramas. La novia enfadada amenazó con regresar andando a casa y el novio lanzó los zapatos de ella al árbol diciéndole que lo intentara. Se reconciliaron, pero así empezó la tradición de lanzar zapatos. Uno gamberros talaron el árbol original en el 2010, pero un nuevo álamo ha ocupado su puesto.
Desde Fallon, seguir 80 km la Highway 50 hacia el este.
7. El Árbol de Ténéré, cerca de Agadez, Níger
Monumento conmemorativo del Árbol de Ténéré © Holger Reineccius / CC
Es el último que queda, o casi. Esta acacia, en su día el único árbol superviviente de los ancestrales bosques saharauis, era famosa y con razón. Además de ser el único árbol de África que aparecía en el mapa de Michelin, cumplía una función más importante: señalar el lugar de un pozo de agua, crucial para quienes atravesaban el corazón de este inhóspito desierto.
Eso fue hasta 1973, cuando un camionero libio lo derribó. ¿Qué posibilidades había para que ocurriera? El árbol actual es de metal y está en el lugar del original, para recordarlo.
Si la situación de seguridad lo permite, al Árbol de Ténéré se puede ir en todoterreno desde Agadez. O se puede ir al Museo Nacional de Niamey, donde están los restos del original.
8. El abeto dorado talado, Columbia Británica, Canadá
Paisaje del bosque de Haida Gwaii en la Columbia Británica © Don Johnston WC / Alamy Stock Photo
Años ha, allí había un abeto como ningún otro. Sus ramas eran de color amarillo luminoso y destacaban en el bosque lluvioso primigenio de Haida Gwaii, en la Columbia Británica, como si la luz del sol emanara de ellas. El extraño color se debía a una insólita mutación genética que hacía que el árbol careciera de la clorofila que suelen tener los abetos. En un telón verde, el abeto dorado de 50 m era una visión atípica. En el árbol paraban muchos visitantes, y era una parte indisociable de las leyendas del pueblo indígena, los haida, que lo llamaban K’iid K’iyass (árbol viejo).
Eso fue así hasta 1997 cuando, después de permanecer en pie durante más de 300 años, el árbol de 2 m de grosor fue talado por un activista exaltado llamado Grant Hadwin para protestar contra la destrucción de los bosques aledaños. Pero el abeto dorado sobrevive. Se cortaron esquejes del árbol original y se plantaron en diferentes partes de la Columbia Británica. En Port Clements, 10 km al norte de donde cayó el abeto dorado, un retoño crece protegido por una alambrada. A salir del pueblo, el Golden Spruce Trail desemboca en la orilla del río Yakoun, donde se alzaba el árbol en su día. Ahora su tronco en descomposición yace en la ribera del río.
La Hwy 16 comunica Port Clements con el principal núcleo de transporte de Haida Gwaii, el Skidegate Landing. Hay que salir por Bayview St 6 km al sur; el Golden Spruce Trailhead queda a la derecha.
9. Árboles cantores de Aalborg, Dinamarca
Árboles cantores del Kildeparken de Aalborg © www.visitaalborg.com
Muchos jardineros cantan a sus plantas, pero en Aalborg son ellas las que responden cantando. Cada árbol del Kildeparken tiene su canción, a menudo relacionada al artista que lo plantó.
Desde 1987, esta ciudad danesa ha estado convenciendo a estrellas para que plantaran árboles en el Kildeparken, empezando por Cliff Richard y siguiendo con Sting, Beyoncé, Elton John, Shakira y ZZ Top, entre otros. Y el parque, lógicamente, se lo agradeció con canciones, y así fue como desde el 2012, los robles y cerezos reproducen música. En el parque se recomienda darle al “play” de los árboles, para acompañarse con la música de sus mentores.
Se puede escuchar estos árboles todo el año en el Kildeparken, al sur del centro de Aalborg.
10. El árbol de Gloucester, Australia
El árbol de Gloucester © Paul Balfe / Flickr
«Siempre me encantó El árbol lejano de Enid Blyton, que relataba las aventuras que tenían lugar en lo alto de un árbol encantado. Pero trepar los más de 60 m de este árbol usado como mirador por los vigías forestales no tiene nada de mágico; es más bien una peligrosa aventura. Unas estacas de metal clavadas en el tronco del árbol ascienden en espiral y hay que trepar agarrándose con las manos.
Me decido a probar la experiencia, pero a medio camino, viendo que no hay nada que me proteja de acabar ensartada en las estacas, el terror me paraliza. Así que lo siento, pero no puedo contaros si en lo alto viven criaturas mágicas o no. Si las veis, contádmelo.» Por Tracy Whitmey.
El árbol de Gloucester está cerca de Pemberton, en Australia Occidental.
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