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Con su paleta de casas de entramado de vigas de madera restauradas con exquisitez y cercadas por recias murallas, Rothenburg ob der Tauber es una reliquia medieval. Tal vez demasiado bonita para su propio bien, a tenor de la avalancha de turistas que la invaden cada día. El secreto es visitarla a primera o última hora del día, momento mágico cuando se ha ido hasta el último autocar y uno puede comulgar con el misterio del pueblo dando un paseo por las callejas empedradas a la luz de la luna.