La ciudad nueva se extendió por el entramado de huertas y cementerios que rodeaban la antigua muralla. Sus límites son la Ronda, que circunvala el centro, y el río Genil, que se une aquí al Darro. Es una amplia zona residencial, con gran profusión de edificios religiosos. En la actualidad posee un marcado carácter universitario y una interesante oferta comercial y de ocio estudiantil nocturno.
En primer lugar, hay que acercarse a la Cartuja para admirar la riqueza de su ornamentación; después, se toma un autobús hasta las inmediaciones de la plaza de toros para disfrutar de sus instalaciones recuperadas para la hostelería. Para completar la mañana, se puede pensar en un aperitivo en El Coso, antes de darse un homenaje marinero en el Arrecife.
La primera hora de la tarde es un buen momento para acercarse a la Casa Museo de Federico García Lorca, en la Huerta de San Vicente. Y aún hay tiempo para dedicar un par de horas a las instalaciones futuristas del Parque de las Ciencias.
La cena se puede plantear en La Cuchara de Carmela, en el paseo de los Basilios. Después, quizá se pueda disfrutar de alguno de los espectáculos que programa el Palacio de Congresos. Y si el cuerpo aguanta, se impone acudir a un bar de la zona de Pedro Antonio de Alarcón, como el Platos Rotos, y compartir chupitos con los estudiantes.