Tras las huellas de Dalí

Esta ruta pasa por los lugares donde el universal Salvador Dalí dejó su impronta, desde su taller en Portlligat hasta el palacio de Púbol regalado a su amada Gala, pasando por el Teatre-Museu de Figueres, una de sus mayores creaciones.

El itinerario se inicia en el minúsculo pueblo de Púbol, con su Castell Gala Dalí, que el artista regaló a su musa y esposa Gala, quien lo aceptó a condición de que él solo la visitara bajo expresa invitación escrita. Luego, tras pasar por Verges, con su conocida Dansa de la Mort de Semana San-ta, se llega a Figueres, la principal cita para los estudiosos y admiradores de Dalí, pues acoge el Teatre-Museu Dalí, con una decoración tan singular como lo fue su polifacético autor, pues fue el propio Salvador Dalí quien se encargó de su creación aprovechando un viejo teatro. El museo llama la atención ya desde fuera, con su cúpula y sus célebres huevos a modo de almenas, los maniquíes dorados y los panes adosados a los muros. Pero al entrar, uno accede a un mundo dominado por la imaginación. Que cada cual decida qué es lo que más le ha impactado, aunque de mención obligada es el montaje que representa el rostro de Mae West, formado por un sofá rojo con forma de labios, una chimenea, dos cuadros que de lejos se transforman en dos perfectos ojos y una peluca gigante inscrita en el libro Guinness de los Récords.

Después, de camino hacia la costa, se cruza Vila-sacra y Castelló d’Empúries, se llega a Roses, y se enfila por una tortuosa pero bellísima carretera hacia Cadaqués, pintoresco pueblo que tiene sabor a pintura, no solo por Dalí, su figura más universal, sino también por nombres como Ràfols Casamada, Tharrats, Vayreda, Agular Moré o Curós, todos ellos pintores vinculados a esta aislada villa, separada del resto del mundo por la sierra de Rodes y por un Mediterráneo no siempre tranquilo por estos lares. No es casual que en un pueblo tan pequeño existan 14 galerías de arte y el Museu de Cadaqués, dedicado a Dalí y a artistas y temas pictóricos relacionados directamente con la villa a lo largo de la historia. Vale la pena recorrer todo el perímetro marítimo para descubrir una estatua de Salvador Dalí de bronce, obra del escultor Ros Sabaté, casas modernistas construidas hace más de un siglo y los aromas con sabor a pescado y marisco que emanan de los restaurantes locales. 

La última cita de esta ruta daliniana no podía ser otra que Portlligat, un antiguo refugio de pescadores protegido del mar abierto por un saliente rocoso y la pequeña isla de Portlligat. Es un rincón agreste donde Dalí decidió instalarse; en 1930 adquirió una pequeña barraca de pescadores y durante 40 años la fue remodelando hasta crear lo que hoy es la Casa-Museu Salvador Dalí, donde vivió hasta 1982; en ella destacan el taller del artista, la Sala Oval y la Habitación de los Modelos, y por fuera pueden verse los huevos típicos dalinianos y la escultura El cristo de los escombros, elaborada a partir de materiales de rechazo y una barca naufragada.

 

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