Historia de Estrasburgo

Historia

De la villa romana a la ciudad episcopal

Para proteger las fronteras imperiales, los romanos fundaron en el año 12 a.C. Argentoratum, un campamento fortificado en el emplazamiento de la actual catedral. Sin embargo, los romanos no resistieron los violentos ataques de los germanos, llegados del otro lado del Rin, y más concretamente de los alamanes, que tomaron la ciudad en el s. V. En el s. VI la ciudad cambió de nombre y se convirtió en Stratiburg, la “ciudad de los caminos”. En paralelo, el cristianismo se propagó por el valle del Rin a partir del s. IV.

En la época carolingia (750-887), Estrasburgo fue una próspera ciudad renana. Cuando el Imperio de Carlomagno se desintegró en el 887, la ciudad pasó al reino de Germania y adquirió el estatus de ciudad episcopal, en la que el obispo tenía un gran poder. Durante este período se inició la construcción de la catedral.

Estrasburgo, ciudad libre del Imperio

En 1262, los estrasburgueses se libraron de la tutela del obispo. A partir de ese momento gran parte del poder recayó en manos de la burguesía comerciante, que vivía días de gloria, pero también jornadas oscuras, como durante el pogromo de Estrasburgo (o Masacre de San Valentín), el 14 de febrero de 1349, cuando los gremios orquestaron el aniquilamiento de cientos de judíos, que fueron quemados vivos en una hoguera. La ciudad se distanció del Sacro Imperio Romano Germánico y obtuvo el estatus de “ciudad libre del Imperio”. Este fue un período de relativa prosperidad durante el cual Estrasburgo aprovechó su posición de encrucijada en la llanura renana. Fue la gran época de la imprenta, el comercio y las artes. La ciudad se decantó por la Reforma en 1529, pero las tensiones entre católicos y protestantes duraron mucho tiempo. Durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que devastó una parte de Europa, la neutralidad de Estrasburgo le evitó cualquier tipo de destrucción e incluso le permitió fundar una universidad en 1621. Sin embargo, entonces empezó su declive. La presión francesa se hacía cada vez más evidente.

Al amparo del ‘roi’

Tras la Paz de Westfalia (1648), que supuso el final de la Guerra de los Treinta Años y la remodelación del mapa de Europa, Alsacia pasó a estar bajo la autoridad del rey de Francia. Estrasburgo aún era una ciudad libre, pero esto no duraría mucho tiempo. En 1681, los burgueses capitularon y aceptaron la soberanía de Luis XIV. Fue el fin de un largo período de autonomía. La presencia francesa se plasmó en el nombramiento de un representante de la autoridad central: el pretor real. En realidad, Estrasburgo no salió perdiendo con el cambio, e incluso disfrutó de una gran prosperidad al asumir su doble cultura francesa y alemana. Como ciudad de guarnición, Estrasburgo acogió a numerosos soldados y oficiales franceses que se mezclaron poco a poco con la población local. La presencia francesa también se dejó notar en el paisaje urbano, con la construcción de edificios inspirados en el clasicismo francés. Estrasburgo recuperó su estatus de ciudad episcopal y el catolicismo se revitalizó, principalmente bajo la influencia de la familia Rohan, varios de cuyos miembros fueron designados príncipes-obispos.

De la Revolución francesa a la anexión alemana

Estrasburgo no se libró de los excesos de la Revolución. Algunos revolucionarios incluso planearon destruir la catedral… La calma regresó con Napoleón Bonaparte, y la ciudad recuperó su vitalidad económica y cultural. A partir de entonces, la amenaza llegó desde el otro lado del Rin, donde estaba en marcha el proceso de unificación de Alemania. En 1870, Francia entró en guerra con Prusia. Las tropas de Bismarck sitiaron la ciudad, que sufrió violentos bombardeos (la catedral resultó dañada). Prusia ganó la guerra y Francia debió cederle Alsacia y una parte de Lorena, que se convirtieron en un Reichsland (territorio imperial) bajo soberanía alemana con capital en Estrasburgo. Aunque reacia a esta anexión, la ciudad se benefició del período imperial y de la germanización, especialmente en el plano urbanístico, social e industrial. Con poco espacio en el centro histórico, Estrasburgo vivió una auténtica revolución urbana y hasta triplicó su superficie. Un nuevo barrio, la Neustadt (“ciudad nueva”), vió la luz en el noreste. En 1918, tras la I Guerra Mundial, Estrasburgo volvió a ser francesa.

El siglo XX, entre Francia y Europa

La vuelta a Francia se tradujo en tensiones debido a la torpeza de las autoridades galas, que, preocupadas por hacer tabla rasa del pasado alemán de la ciudad, aplicaron indiscriminadamente las leyes de la República, lo que conllevó un aumento del sentimiento autonomista en Alsacia. Tras estallar la II Guerra Mundial, los alemanes se apoderan fácilmente de Estrasburgo en 1940, cuyos habitantes habían sido evacuados al suroeste de Francia. Los nazis llevaron a cabo una política de germanización forzada. Los bombardeos estadounidenses en agosto y septiembre de 1944 causaron graves daños, pero la ciudad fue rápidamente reconstruida.

Desde el final de la guerra se reafirmó la dimensión europea de Estrasburgo. La ciudad acogió el Consejo de Europa en 1949, al que seguirán otras instituciones (principalmente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Parlamento Europeo), ubicadas en el barrio de la Orangerie. El paisaje urbano evolucionó con la construcción del barrio de la Esplanade y de la universidad, y el desarrollo del sector terciario. En 1994 entra en servicio el tranvía, se peatonaliza el centro urbano y se crea una amplia red de carriles-bici (la mayor de Francia): la ciudad es pionera en el ámbito de la reorganización del transporte.

Un mirada sosegada al pasado y su proyección al futuro

Se confirma la posición central de Estrasburgo en la escena europea. La llegada del TGV Est europeo en junio del 2007 y de un segundo tramo en julio del 2016 acerca Estrasburgo a París y al resto de Francia, y abre una puerta a Europa. La ciudad, innovadora y ecologista (los Verdes ganan las municipales del 2020), continúa con el desarrollo del transporte sostenible: la bicicleta con Vélhop, el uso compartido de automóvil con la creación en Estrasburgo de la red nacional Citiz y la ampliación del tranvía. En abril del 2017, la prolongación de la línea D más allá del Rin marca un hito en la historia de la capital europea: 72 años después del fin de la guerra, de nuevo se puede llegar desde el centro de Estrasburgo hasta Kehl, la vecina ciudad alemana, en menos de 20 min en tranvía. Otro fuerte símbolo de la reconciliación franco alemana es la declaración de la Neustadt, el barrio construido bajo el Imperio alemán entre 1880 y 1918, como Patrimonio Mundial por la Unesco en julio del 2017 (los baños municipales, emblemáticos de ese período, se reabren a finales del 2021). La Grande Île ya contaba con ese estatus, pero la ampliación del título a la Neustadt permite poner al mismo nivel las dos vertientes culturales, francesa y alemana, de la ciudad.

Sin embargo, Estrasburgo todavía debe hacer frente a numerosos retos. En el 2018, un atentado en el mercado navideño pone en peligro la gran cita turística de invierno. La ampliación de la ciudad al este (hacia la frontera alemana) genera un tráfico difícilmente manejable. El oeste de Estrasburgo también sufre problemas de circulación; la autopista de circunvalación inaugurada a finales del 2021 aún es muy criticada… Y cada vez hay más ciudadanos europeos que no comprenden la necesidad de tener un Parlamento Europeo lejos de Bruselas, lo que cuestiona el papel de Estrasburgo como “capital europea”.

 

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