Historia de Provenza y la Costa Azul

Desde sepulturas prehistóricas y pinturas rupestres hasta anfiteatros romanos, castillos medievales, carreteras napoleónicas e innovadores museos de arte moderno, Provenza acumula más de 3000 años de apasionante pasado por investigar. Es una historia larga y diversa que incluye tribus celtas y legionarios romanos, papas, príncipes y revolucionarios, pintores impresionistas y escritores de fama mundial; un microcosmos de Francia, en realidad, solo que con su propia e inconfundible perspectiva provenzal.

El hombre prehistórico

Provenza estuvo habitada desde épocas muy tempranas: en la zona de Roquebrune-Cap-Martin se encontraron herramientas de piedra con más de un millón de años de antigüedad. Los cazadores neandertales ocuparon la costa mediterránea desde alrededor del 90 000 al 40 000 a.C. y vivieron en cuevas como las Grottes de l’Observatoire, en Mónaco. Los humanos modernos llegaron con su talento creativo en el 30 000 a.C. Las pinturas de las paredes de la Grotte Cosquer, cercana a Marsella, datan del 20 000 a.C. y la colección de 30 000 petroglifos que decora el Mont Bégo, en el Vallée des Merveilles, data del 1800-1500 a.C.

Los pueblos que vivían hace 6000-4500 años cerca de Châteauneuf-les-Martigues, al noroeste de Marsella, fueron de los primeros en domesticar cabras salvajes, lo que les permitió pasar de una vida nómada a la sedentaria.

De los griegos a los romanos

Massalia (Marsella) fue colonizada alrededor del 600 a.C. por griegos de Focea (Asia Menor), quienes a partir del s. IV a.C. establecieron diversos puntos de comercio en la costa: Antipolis (Antibes), Olbia (Hyères), Athenopolis (Saint-Tropez), Nikaia (Niza), Monoïkos (Mónaco) y Glanum (cerca de Saint-Rémy-de-Provence). Ellos introdujeron los cultivos del olivo y la vid.

Mientras la civilización helénica enraizaba en la costa, los celtas penetraban en el norte de Provenza, donde convivirían con los ligures y darían lugar a una fuerza celta-ligur con base en la zona de Entremont, cuya influencia se extendía hasta Draguignan.

En el 125 a.C. los romanos ayudaron a los griegos a defender Massalia del invasor celta-ligur. Su victoria marcó el inicio de la era galorromana y la creación de la Gallia Narbonensis, la primera ‘provincia’ romana, de la cual deriva el nombre de Provenza.

Los galorromanos

La Gallia Narbonensis (también llamada Provincia Gallia Transalpina), abarcaba todo el sur de Francia desde los Alpes hasta el Mediterráneo y los Pirineos. En el 122 a.C. los romanos arrasaron Entremont y crearon el bastión de Aquae Sextiae Salluviorum (Aix-en-Provence), a los pies de la que fuera capital del pueblo ligur. Hacia el 188 a.C. iniciaron la construcción de la Via Domitia, la primera vía romana de la Galia, que salía desde los Alpes y pasaba por el valle del Durance, Apt, Arlés, Nimes y Narbona, donde se cruzaba con la Via Aquitania que terminaba en la costa atlántica.

La construcción de esta calzada ayudó a que Roma siguiera conquistando la Galia, al permitir el movimiento de tropas y suministros. Pero la conquista no terminó hasta que Julio César ganó la campaña final, del 58 al 51 a.C. Massalia, que incluso tras la creación de la provincia había conservado su independencia, fue anexionada por Julio César en el 49 a.C. En el 14 a.C. los ligures sufrieron una nueva e importante derrota a manos de César Augusto. Arelate (Arlés) fue designada capital de la región.

Durante el mandato del emperador Augusto se construyeron los enormes anfiteatros de Arelate, Nemausus (Nimes), Forum Julii (Fréjus) y Vasio Vocontiorum (Vaison-la-Romaine), y también se erigieron los arcos triunfales de Arausio (Orange), Cabelio (Cavaillon), Carpentorate (Carpentras) y Glanum, al igual que una serie de acueductos. Los 275 m del Pont du Gard eran parte de un sistema de canales de 50 km de extensión construido alrededor del 19 a.C. por orden de Agripa (uno de los principales generales de Augusto) para llevar agua de Uzès a Nimes.

El cristianismo, que según la leyenda provenzal llegó cuando María Magdalena, María de Cleofás y María Salomé arribaron en el año 40 a Saintes-Maries de la Mer, penetró en la región, fue adoptado por los romanos y se propagó en los siglos siguientes.

Provenza medieval

Tras la caída del Imperio romano (476), Provenza fue invadida por tribus germánicas. A principios del s. IX hicieron su aparición los temibles sarracenos, pueblos invasores musulmanes norteafricanos y árabes. Diversos ataques en las proximidades del macizo de Maures, en la zona interior de Niza y en los Alpes septentrionales convencieron a los aldeanos de que debían refugiarse colina arriba. Muchos de los pueblos de montaña de Provenza, encaramados de modo inverosímil sobre elevaciones, se remontan a este período. En el año 974, el fuerte sarraceno de La Garde Freinet fue tomado por Guillermo el Libertador, conde de Arlés, que amplió su control feudal sobre la región; Provenza se convirtió en marquesado y comenzó un nuevo período de paz y unidad. En el 1032 pasó a formar parte del Sacro Imperio Romano Germánico.

Más adelante, el marquesado se dividió en dos: a partir de 1125, los condes de Toulouse controlaron el norte, mientras que los condes de Barcelona se hacían con el sur, desde el Ródano hasta el Durance y desde los Alpes hasta la costa. Este se convirtió en el condado de Provenza. Ramón Berenguer V (1209-1945) fue el primer conde catalán que fijó su residencia en Aix (la capital desde 1186). En 1229 conquistó Niza y en 1232 fundó Barcelonnette. Tras su muerte, el condado pasó a la Casa de Anjou, en cuyas manos gozó de gran prosperidad.

Período papal

En 1274 se cedió el condado Venaissin (Carpentras y el interior de Vaucluse) al papa Greogio X. En 1309, Clemente V se vio forzado a trasladar la Santa Sede desde la entonces conflictiva Roma a Aviñón. Una visita guiada al Palacio Papal ilustra la importancia que en este período adquirió Aviñón, que acogió a nueve pontífices entre 1309 y 1377.

La muerte del papa Gregorio XI derivó en el Gran Cisma (1378-1417), durante el cual, papas rivales residieron en Roma y Aviñón y dedicaron la mayor parte de sus energías a luchar entre sí y excomulgarse mutuamente. El cisma se resolvió y la Santa Sede volvió a ser romana, pero Aviñón y el condado Venaissin siguieron bajo dominio papal hasta 1792.

La cultura floreció durante el período papal. En 1303 se fundó una universidad en Aviñón, seguida un siglo más tarde por la de Aix. En 1327, el poeta italiano Petrarca conoció a su musa Laura en Fontaine de Vaucluse. Y en el s. XV, con Renato el Bueno, rey de Nápoles, el francés se convirtió en la lengua de la corte.

Provenza francesa

El sucesor de Renato, su sobrino Carlos III, murió en 1481 sin descendencia y Provenza pasó a manos de Luis XI de Francia. En 1486, el gobierno de Aix sancionó la unión con Francia, tras lo cual se inició un período de políticas centralistas que mermaron la autonomía de la región. El Parlamento de Aix, institución administrativa francesa, se creó en 1501.

Se inició un período de inestabilidad y los judíos que antes vivían en la Provenza francesa huyeron a guetos de Carpentras, Pernes-les-Fontaines, L’Isle-sur-la-Sorgue, Cavaillon o Aviñón, lugares que eran parte del condado Venaissin, donde la protección papal estuvo asegurada hasta 1570.

Una de las primeras víctimas de los aires reformistas que soplaron en Europa en la década de 1530 y de las consiguientes guerras de religión (1562-1598) fue el Luberon. En abril de 1545, los habitantes de 11 pueblos valdenses de la zona del macizo fueron víctimas de una masacre.

En 1580, como sucedió en una gran parte de Europa, la peste devastó la región, causando decenas de miles de muertes; un problema que se volvió recurrente en las décadas siguientes. El Edicto de Nantes de 1598 (que aceptaba el control de determinadas zonas por parte de los protestantes, entre ellas Lourmarin, en el Luberon) impuso un frágil período de paz, roto cuando Luis XIV lo revocó en 1685. Entonces se persiguió a los protestantes a gran escala.

En 1720 se produjo un devastador brote de peste en Marsella. El magistrado principal de la ciudad, propietario del cargamento de un barco mercante, incumplió las medidas de cuarentena para que la mercancía llegara a la feria local, con lo que se propagó la enfermedad. Murió la mitad de la población.

El final de siglo tuvo como protagonista la Revolución francesa (1789). La Guardia Nacional de Marsella, que marchó al norte para defender la Revolución, cantaba aquellos días una alegre tonada compuesta hacía unos meses en Estrasburgo durante la guerra contra Prusia: “Chant de Guerre de l’Armée du Rhin” (canto de guerra del Ejército del Rin). Nació así La marsellesa, el himno nacional de Francia.

De Francia a Italia, y viceversa

Provenza fue dividida en tres departamentos en 1790: Var, Bocas del Ródano y Bajos Alpes. Dos años después, Francia anexionó los territorios papales de Aviñón y Venaissin, dando lugar a la creación de Vaucluse.

En 1793, la Armée du Midi entró en Niza y la declaró territorio francés; Francia también se hizo con Mónaco, hasta entonces aceptado como Estado independiente gobernado por los Grimaldi; y recuperó el control de Toulon, sitiada por los ingleses, gracias a los esfuerzos de un joven general corso llamado Napoleón Bonaparte.

Entre septiembre de 1793 y julio de 1794, Francia vivió sumida en el conocido como período del Terror, durante el cual se revocaron las libertades religiosas, se profanaron iglesias y las catedrales se convirtieron en “templos de la razón”. La gente, en secreto y en sus casas, empezó a crear figuritas bíblicas en miniatura, y de ahí surgieron los santons (las figuritas de arcilla de los belenes).

En 1814 Francia perdió los territorios anexionados en 1793. El condado de Niza se cedió a Víctor Manuel I, rey de Cerdeña. Estuvo bajo control sardo hasta 1860, fecha en que un acuerdo entre Napoleón III y la Casa de Saboya contribuyó a expulsar a los austriacos del norte de Italia, lo que facilitó que Francia recuperase Saboya y la zona alrededor de Niza. Por otra parte, con el Tratado de París, Mónaco volvía a manos de la dinastía Grimaldi; el principado también había estado bajo control de Cerdeña entre 1817 y 1860.

Entre tanto, la vuelta de la Casa de Borbón al trono francés, acordada en el Congreso de Viena (1814-1815) después de que Napoleón fuera obligado a abdicar y a exiliarse en Elba, acabó todo lo rápido que el emperador tardó en volver. Escapó de Elba en 1815 y atracó en Golfe-Juan el 1 de marzo con una fuerza de 1200 hombres. Desde allí marchó hacia el norte, pasando por Cannes, Grasse, Castellane, Digne-les-Bains y Sisteron, itinerario que culminó con su entrada en París el 20 de mayo. Pero su vuelta no sería duradera. Tras otros Cien Días de gloria en el trono, y como consecuencia de la derrota francesa en Waterloo, el mando de Napoleón llegó de nuevo a su fin. Lo forzaron a marcharse por segunda vez y murió en el exilio en 1821.

La ‘belle époque’

El Segundo Imperio (1852-1870) trajo consigo una suerte de renacimiento provenzal, encabezado por el poeta autóctono, nacido en Maillane, Frédéric Mistral. El rápido crecimiento económico fue otra de sus particularidades: Niza pasó a formar parte de Francia en 1860 y se convirtió en la ciudad con mayor crecimiento de Europa, gracias al auge del turismo; era especialmente popular entre la aristocracia británica, que imitó la costumbre de su reina de pasar el invierno en la Riviera. La realeza europea siguió su ejemplo rápidamente. La vía férrea llegó a Toulon en 1856 y a Niza en 1864, año en que se empezaron las obras de una carretera costera de Niza a Mónaco.

En 1861 los Grimaldi renunciaron definitivamente a Menton y Roquebrune, que en otro tiempo habían pertenecido al principado, y a cambio Francia aceptó de forma oficial la independencia de Mónaco. Cuatro años más tarde, abrió sus puertas el casino de Montecarlo y el principado pasó de ser el estado más pobre de Europa a uno de los más ricos.

Con la III República llegó la llamada belle époque, que se caracterizó por su arquitectura art nouveau, por la aparición de numerosas corrientes artísticas innovadoras, como el impresionismo, y por los avances científicos y tecnológicos. Procedentes sobre todo de Francia, Gran Bretaña, EE UU y Rusia, turistas adinerados y algunos enfermos descubrieron los placeres y beneficios de la costa. La intensidad y claridad de los colores y la luz de la región cautivaron a muchos pintores.

I Guerra Mundial y década de 1920

No hubo sangre derramada en suelo meridional francés durante la I Guerra Mundial, si bien una parte de los que marcharon a la guerra procedía de la región; las pérdidas humanas fueron tremendas: murieron 2 de cada 10 franceses con edades comprendidas entre 20 y 45 años. Posteriormente, la Costa Azul, con una economía basada sobre todo en el turismo, se recuperó con rapidez de la depresión económica de posguerra.

La Costa Azul brilló con fuerza en las décadas de 1920 y 1930 gracias a su cultura vanguardista. Artistas residentes en la zona o relacionados con ella dieron origen a nuevas corrientes como el cubismo y el surrealismo, Le Corbusier innovó en el campo de la arquitectura y toda suerte de escritores extranjeros acudían a disfrutar del sol.

La vida nocturna de la costa también se labró una buena reputación a cuenta de su vanguardismo. Los accesos mejoraron tanto por carretera como por ferrocarril. Se terminó de construir la línea entre Digne-les-Bains y Niza, y en 1922 el lujoso Train Bleu acometió su primer viaje desde Calais hasta la costa, pasando por París. El convoy solo tenía vagones de 1ª clase y no tardó en ser conocido como el “tren al paraíso”.

Los “felices años veinte” marcaron el inicio del veraneo en la Costa Azul. Se construyeron piscinas, se limpiaron las playas de algas y tomar el sol se puso de moda cuando una bronceada Coco Chanel apareció en la costa en 1923 del brazo del duque de Westminster. Francia levantó la prohibición sobre el juego y, en 1927, se abrió el primer casino de la costa en el Palais de la Méditerranée de Niza (hoy un hotel). Cuando en 1936 Francia implantó las vacaciones pagadas, muchos trabajadores se decidieron a visitar la región. El Train Bleu empezó a ofrecer asientos de 2ª y 3ª clases.

II Guerra Mundial

Con la guerra en el horizonte, los días de gloria de la Costa Azul estaban contados. El 3 de septiembre de 1939, Francia y Gran Bretaña declararon la guerra a Alemania; pero el 22 de junio de 1940, Francia firmó un armisticio con Hitler, que situaba el sur de Francia en la zona “libre”, bajo el Gobierno colaboracionista de Vichy; Menton y el valle del Roya, por su parte, fueron ocupados por los italianos. Tras el armisticio, la Costa Azul se convirtió en un refugio seguro dentro una Francia ocupada y rota por la guerra. En 1942 ya se habían refugiado en la región 43 000 judíos. Mónaco se declaró neutral y consiguió mantener tal condición durante todo el conflicto.

El 11 de noviembre de 1942 los nazis invadieron la Francia de Vichy y Provenza entró en guerra. En Toulon, la tripulación de 73 embarcaciones (cruceros, destructores y submarinos, una buena parte de la flota francesa) echó a pique sus propios barcos para evitar que los alemanes los capturaran. Toulon fue tomada por los nazis casi de inmediato, y Niza, por los italianos. En enero de 1943, el barrio marsellés de Le Panier fue arrasado; dieron un día a sus 40 000 habitantes para que recogieran sus cosas y se marcharan, y a los que no lo hicieron los enviaron a campos de concentración. El movimiento de la Resistencia se hizo especialmente fuerte en Provenza; era conocido en la región con el nombre de maquis (matorral), en alusión a la zona donde se ocultaban sus integrantes, que también recibían el mismo nombre.

Dos meses después del Día D, el 15 de agosto de 1944, los aliados desembarcaron en la costa y en playas de Le Dramont, cerca de Saint-Raphaël, Cavalaire, Pampelonne y la península de Saint-Tropez. La zona del interior de Provenza y Saint-Tropez fueron liberadas casi de inmediato, mientras que Marsella lo fue tras cinco días de dura batalla, el 28 de agosto, tres días después de la liberación de París. Toulon fue liberada el 26 de agosto, una semana más tarde de que las tropas francesas atacaran el puerto.

Las zonas del valle del Roya ocupadas por los italianos volvieron a manos francesas unos años después, en 1947.

Tres décadas doradas

Los 30 años posteriores a la II Guerra Mundial fueron testigo de un crecimiento, una creatividad y un optimismo sin precedentes en Francia, y Provenza y la Costa Azul no fueron una excepción. Tras un fallido comienzo, el Festival Internacional de Cine de Cannes de 1946 fue el preludio de la locura festiva. Entre las décadas de 1950 y 1960 hubo una serie de acontecimientos sociales: la boda del príncipe de Mónaco y la princesa de Hollywood, Grace Kelly, en 1956; el rodaje ese mismo año, en Saint-Tropez, de Y Dios creó la mujer, dirigida por Vadim y protagonizada por una ardiente Brigitte Bardot; la aparición del biquini y de una nueva costumbre playera: tomar el sol en topless; o la participación de Miles Davis, Ella Fitzgerald y Ray Charles en el festival de jazz de Juan-les-Pins, en 1961.

En la década de 1960 se produjo una fuerte industrialización. Se construyeron cinco plantas hidroeléctricas a orillas del río Durance y, en 1964, Électricité de France (EDF) abrió un canal desde Manosque hasta el Étang de Berre. Al año siguiente se empezó a trabajar en la creación de una zona petroquímica de 100 km2 y en el puerto industrial de Fos-sur-Mer, el más importante del sur de Europa. La primera línea del metro de Marsella abrió en 1977 y los trenes de alta velocidad (TGV) llegaron a la ciudad en 1981.

A partir de la década de 1970, el turismo empezó a adentrarse, poco a poco, en la Provenza rural. Y así como en los años setenta eran pocos los extranjeros que se aventuraban a comprar viejas fincas provenzales, a finales de los ochenta eran una auténtica avalancha. A punto de empezar el nuevo milenio, la región recibía 9 millones de turistas al año.

Políticas modernas

El escritor Somerset Maugham describió Mónaco como “un lugar soleado para gente sombría”, pero en las décadas de 1980 y 1990 se pensó que esa frase podría aplicarse a toda la región. Aunque era sabido que las mafias italiana, rusa y corsa operaban en la costa, el verdadero alcance de sus actividades se conoció tras una serie de escándalos de corrupción, aunque ninguno fue tan terrible como el asesinato de la diputada Yann Piat en 1994, muerta tras hacer una denuncia pública de la mafia de la Riviera.

Ese mismo año, el antiguo alcalde de Niza, Jacques Médecin, que había dirigido la ciudad de 1966 a 1990, fue declarado culpable de evasión de impuestos y malversación de fondos públicos tras ser extraditado de Uruguay, adonde había huido. En 1995 se sentenció a 2 años de prisión a Bernard Tapie, propietario del club de fútbol Olympique de Marsella, por amañar partidos.

Hay quien piensa que esos casos de corrupción en las altas esferas, junto con la recesión económica y el aumento del desempleo, provocaron la ascensión del Frente Nacional, partido de extrema derecha. Liderado por Jean-Marie Le Pen, de infausta memoria por haber descrito el Holocausto como un “detalle de la historia”, el FN ganó las elecciones municipales en Toulon, Orange y Marignane en 1995, y en Vitrolles en 1997. También consiguió el 15,5% de los votos en las elecciones regionales de 1998 y el 14,7% en las del 2004.

El FN nunca consiguió la presidencia de la región, pero el éxito de Le Pen en la primera ronda de las elecciones presidenciales del 2002 (un 16,86% de los votos, en su mayoría del sur de Francia) sorprendió a muchas personas (finalmente perdió en la segunda ronda ante una masiva afluencia del 80% de la población a las urnas, con un 82% de los votos a favor de Jacques Chirac).

La extrema derecha sigue teniendo un fuerte tirón a expensas de las fortunas políticas de la región. Conocido ahora como Asamblea Nacional (AN) y dirigido por la hija de Jean-Marie, Marine Le Pen, el partido ha continuado obteniendo buenos resultados en varios comicios importantes, incluidas las elecciones presidenciales del 2017, cuando ganó en cuatro de los seis departamentos provenzales en la primera vuelta, para terminar sucumbiendo en la segunda ante Emmanuel Macron. El partido recibió otro duro golpe en el 2017 cuando su joven líder en Provenza, Marion Maréchal-Le-Pen (sobrina de la dirigente del partido, Marine Le-Pen) anunció que abandonaba la política tan solo 5 años después de haber sido elegida, siendo la parlamentaria más joven del país.

La popularidad de la extrema derecha quizá puede explicarse por varios asuntos espinosos que continúan acosando la política provenzal. La pobreza, la elevada tasa de paro y la inmigración siguen siendo temas candentes en la región, igual que la amenaza terrorista; sobre todo después del brutal atentado del Día de la Bastilla, el 14 de julio del 2016, cuando un camión de 14 toneladas atropelló deliberadamente a una multitud en la Promenade des Anglais de Niza, asesinando a 86 personas e hiriendo de gravedad a otras 458. La consiguiente investigación reveló que el conductor era Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, de origen tunecino y residente en Francia, quien había expresado su apoyo al Estado Islámico. Lahouaiej-Bouhlel fue abatido por la policía y seis de sus cómplices pasaron a disposición judicial acusados de terrorismo.

Como el resto de Francia, Provenza ha tenido que asimilar las consecuencias de aquel atentando y la cruda realidad de prepararse ante otros posibles ataques terroristas en el futuro. La presencia policial se ha visto reforzada en estaciones, aeropuertos y zonas turísticas, y si bien Provenza no es más peligrosa que el resto de Francia, no deja de resultar inquietante ver patrullar policías armados por la Costa Azul, un enclave tan asociado a la diversión, la felicidad y la buena vida.

 

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