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No suele olvidarse la primera vez que se avistan las islas Lofoten. Las empinadas crestas de esta asombrosa cadena insular emergen abruptamente desde el mar y hacen gala de los tonos verdes y amarillos del verano o los descarnados azules y blancos del invierno, mientras sus afilados picos apuntan a un despejado cielo azul cobalto o se ocultan entre volutas de niebla. En las costas brotan pueblecitos de postal con rorbuer (cabañas de pescadores) de madera, mientras que las rejillas en forma de A para secar el pescado dan testimonio del fuerte vínculo que mantienen con el mar.