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Tras pasar el letrero de “Nivel del mar”, hay que seguir al volante montaña abajo hasta divisar las aguas azul cobalto del Mar Muerto, bordeadas de blancos depósitos salinos, acantilados rojizos y mechones de vegetación verde oscuro. En el oasis de Ein Gedi se puede caminar por cañones pronunciados hasta pozas de aguas cristalinas y cascadas, antes de escalar a la meseta del desierto de Judea o bajar a la costa para darse un baño salobre y tonificante. Al sur, por el monte Sodoma, aguardan propuestas como ciclismo por lechos de ríos secos.