Nos adentramos en capital del Tirol austríaco, Innsbruck, una ciudad vibrante y rebosante de naturaleza.
Uno de los aspectos más destacados de la ciudad es el contraste entre naturaleza y arquitectura. La arquitecta iraquí Zaha Hadid concibió las modernas estaciones del funicular y teleférico Hungerburg. El funicular conecta en tan solo ocho minutos con el teleférico panorámico, que a su vez se eleva hacia la primera estación, Seegrube, para seguir hacia la elevada parada final, el pico Hafelekar, a 2334 metros de altitud. Es la puerta de entrada a un escenario entre el cielo y la tierra, de agudos picos rocosos que desfilan a nuestro alrededor para culminar con autoridad la Nordkette, punto de partida de numerosos senderos y rutas excursionistas.
Al sur de la ciudad, al otro extremo de la Nordkette otro monte se eleva hacia el azul cielo austríaco. Se trata del Bergiesel, una colina de 746 metros, una altitud moderada pero suficiente para permitir vistas de pájaro sobre la capital tirolesa. Aquí se encuentra la otra joya arquitectónica que Zaha Hadid concibió para Innsbruck. Se trata del Bergieselschanze, el trampolín de salto sobre el que se lanzan los mejores saltadores de esquí de todo el mundo. Dos veces sede olímpica de los juegos de invierno, en los años 1964 y 1976, Innsbruck acogió también, en enero del 2012, los Juegos Olímpicos de la Juventud. Esto ha transformado la capital tirolesa en un escenario deportivo invernal de primer orden.
Merece la pena pasear por el centro de Innsbruck, con edificios como el “tejadito de oro”, un palacete renacentista rematado por con una bella cubierta de oro, el antiguo ayuntamiento, la casa Helblinghaus, cubierta por alegres y coloridos frescos rococós, el palacio imperial, con el museo de arte popular del Tirol y la imprescindible iglesia de la Corte, con las 28 estatuas de “los hombres negros”. E ir de compras por lala Maria-Theresien Strasse, un bullicioso bulevar abierto entre bonitas renacentistas. Conoceremos tiendas con encanto como la pastelería y cafetería más antigua de la ciudad, la centenaria Mundig, o el popular Hotel Central, que cuenta con una elegante cafetería al más puro estilo vienés.
También nos hemos acercado al fantástico mundo de Kristalwelten, ofrece a los visitantes como un viaje onírico por ensoñadoras instalaciones y obras de arte hechas con el valioso cristal de esta conocida marca.