Calidez siberiana: guías para el viaje en tren más largo del mundo
Es fácil imaginar el viaje en el Transiberiano como un trayecto solitario y melancólico a través de una llanura nevada; pero se visualiza mejor como una red de gente estupenda que atiende en cadena a los pasajeros a lo largo de la ruta ofreciéndoles lo mejor de la hospitalidad siberiana.
Al viajar desde Europa en el Transiberiano, el primer contacto con el entorno llega cuando uno se queda sin cerveza y sin conversación al cruzar la frontera entre Europa y Asia, en el trayecto de (al menos) 26 horas desde Moscú hasta Ekaterimburgo, en el centro-oeste de Rusia. Allí, en la capital de los Urales, hay que ir al Centro de Guías de Ekaterimburgo, empresa dirigida por el ilustre Konstantin Brylyakov con una amplia oferta de circuitos y actividades (incluida la recogida de setas, el gran pasatiempo ruso), pero lo más destacado es la excursión al antiguo pueblo de Koptelovo, donde un grupo de babushkas (abuelas) locales, con la ayuda de los empleados del museo de historia local, ofrece un programa sobre la colonización rusa de Siberia. Incluye muchas canciones y una gran cena en la izba (casita de madera) de 300 años de la babushka Katya.
Ekaterimburgo, el ardiente corazón de los Urales
Para profundizar más en la cultura de los Urales, conviene visitar el pueblo de los Viejos Creyentes, Byngi (a 95 km de Ekaterimburgo), donde un expatriado alemán, Stefan Semken, dirige el dinámico negocio de una granja junto al río, con alojamiento en la izba y en yurtas del patio. El coro de babushkas local se presenta a la hora de cenar para cantar lacrimógenas baladas y picantes chastushki (coplillas).
De nuevo en el tren, y unas 33 h después de la salida de Moscú, uno se apea en Krasnoyarsk, una extensa ciudad industrial a orillas del río más grande de Siberia, el Yeniséi. El parque nacional más visitado de Rusia, la Reserva Natural de Stolby, está dentro del límite urbano y es fácilmente accesible; si bien la experiencia es mejor con la compañía del guía local Anatoly Bryukhanov (de SibTourGuide), que lleva al viajero de excursión por las laderas de los montes Sayanes, con curiosas formas creadas por la erosión y conocidas localmente como stolby (pilares; de ahí el nombre del parque). Anatoly invita a los viajeros a su dacha (casa de campo) para pasar un día brindando y practicando esquí de fondo.
De vuelta al tren, y tras 7 h de trayecto, se llega a Tayshet, donde la vía se bifurca: el Transiberiano va hacia el sur y el ferrocarril Baikal-Amur (BAM), hacia el este. La mejor razón para apearse en este antiguo gulag es Igor Shalygin, un ex maestro que regenta un excelente alojamiento particular y ofrece circuitos por una zona salpicada de barracones de gulag reformados y cementerios de prisioneros políticos y civiles rusos, guerrilleros bálticos y ucranianos, y prisioneros de guerra japoneses. A pesar de su oscura historia, la zona alberga lugares muy bonitos, sobre todo a lo largo de los pequeños ríos que cruzan los espesos bosques de taiga. Lo más popular aquí es la banya (casa de baños tradicional), muy bien dirigida por el anfitrión y muy de agradecer tras tantas horas o días a bordo del Transiberiano (o pedaleando, ya que hay muchos viajeros que recorren Europa y Asia Oriental en bicicleta). El masaje con ramas y los baños de nieve forman parte de esta experiencia tan vivificante que se traduce en la proverbial salud de hierro siberiana… o eso dicen.
Irkutsk, puerta de entrada al lago Baikal, está a unas 12 horas de Tayshet. El veterano en el panorama turístico independiente local, Jack Sheremetoff (de Baikaler), es un auténtico pionero siberiano que creó su excelente albergue cuando los primeros turistas occidentales empezaban a dejarse ver por estas tierras remotas, hace dos décadas. Ahora, además de su albergue insignia de Irkutsk, regenta un establecimiento más refinado y de estilo ecológico en una cabaña de troncos construida para tal propósito en Listvyanka, en la orilla del Baikal más próxima a Irkutsk. Desde allí salen expediciones con guías para pisar el hielo transparente de tonos verdes, azules o negros en febrero o marzo, o para recorrer la Great Baikal Trail en verano. Jack lleva viajeros a la isla de Olkhon, al norte, durante todo el año.
Un antiguo empleado de Jack, el buen guitarrista Denis Sobnakov ofrece circuitos similares por las afueras de Irkutsk y también regenta un excelente albergue al otro lado del lago, en Ulan-Ude (otras 8 horas hacia el este en tren), en la famosa plaza principal presidida por una gran cabeza de Lenin. Es una buena base para explorar la orilla este del Baikal, además del interior de Buryatiya, con un paisaje mongol de colinas verdes moteadas por lagos azules, templos budistas y una fascinante mezcla étnica que incluye a los buriatos (un pueblo emparentado con los mongoles, del cual Denis es miembro) y Viejos Creyentes rusos (un grupo de disidentes religiosos). Los pueblos que representan a ambas comunidades ofrecen todo tipo de actividades culturales, desde catas de comida hasta coros cantores. El albergue organiza circuitos temáticos sobre estos y otros temas.
Guía gastronómica de Rusia
Si apetece desviarse de la ruta principal del Transiberiano y aventurarse en la naturaleza de la taiga, hay alguien que puede hacerlo más fácil. En la punta norte del lago Baikal, accesible en avión o con el BAM desde Tayshet o Tynda, la ciudad de Severobaikalsk es el hogar de la familia Maryasov y de Rashit Yakhin, veterano de la construcción de la BAM y de los viajes de aventura locales, hoy en silla de ruedas. Ambos organizan salidas a manantiales termales –hay al menos cuatro a lo largo del lago– y por la bella y sobrecogedoramente remota Frolikha trail. Una novedad es la excursión a un campamento de pastores even de renos.
En la costa noreste del lago Baikal, el guarda forestal Aleksander Beketov regenta un albergue para viajeros intrépidos que llegan hasta el espectacular valle del Barguzin. También ofrece circuitos por la zona que incluyen la península Nos del lago Svyatoy. Para recompensar la determinación de quienes han llegado hasta este remoto paraje, el banya de Beketov (de visita obligada en Siberia, como el viajero habrá deducido) no es la típica casa de baños: es un museo de artesanía banya. Dos en uno, salud y cultura… ¿Qué más se puede pedir en Asia?