La esencia del sabbat es abstenerse totalmente de ‘trabajar’, algo que la tradición judía interpreta como un intento de ‘rehacer’ el mundo tras la semana laboral.
Para alcanzar la Shabbat shalom (la paz sabbat), los judíos practicantes se desconectan por completo de todos los aparatos que saturan nuestras ocupadísimas e hiperconectadas vidas del s. XXI.
Teléfonos, internet, móviles, correo electrónico, mensajes de texto, cámaras digitales, wasaps Twitter… Mientras dura el sabbat, todos los aparatos están desconectados; y la vida transcurre en el ámbito local, en el presente, y no en la amorfa e imprecisa virtualidad del ciberespacio.
Al no existir la tentación de actualizar el estado para conectar con los ‘amigos’ virtuales, lo que importa son el aquí y el ahora: pasar tiempo con la gente que está presente, disfrutar de la belleza del mundo natural que nos rodea, recuperar la tranquilidad que a menudo queda eclipsada por el frenético ritmo del día a día, etc.
Si pasar medio fin de semana desconectado es demasiado, se puede probar creando el propio ‘minisabbat’; aunque solo sea una noche o una mañana del fin de semana, por ejemplo.
La intención de reservar unas horas fijas de desconexión a la semana también es una manera efectiva de crear un entorno apacible y terapéutico libre de intrusiones electrónicas, un oasis para reconectar con lo que verdaderamente importa.
